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¿Derribar estatuas coloniales serviría para reinterpretar la historia nacional?

El país no es ajeno al debate mundial sobre la necesidad de reinterpretar el pasado para cambiar el presente. Algunos cuestionan la existencia de estatuas en honor a esclavistas, colonizadores e imperialistas.

Agencia Anadolu y Juan Felipe Vélez Rojas // AA
03 de julio de 2020 - 08:31 p. m.
Tras lo ocurrido con George Floyd, en EE.UU., durante las dos últimas semanas de junio, en Cali se abrió un debate público sobre retirar, o no la estatua de su fundador, Sebastián de Belalcázar, porque desde algunos sectores civiles lo acusaron de ser racista y explotador.
Tras lo ocurrido con George Floyd, en EE.UU., durante las dos últimas semanas de junio, en Cali se abrió un debate público sobre retirar, o no la estatua de su fundador, Sebastián de Belalcázar, porque desde algunos sectores civiles lo acusaron de ser racista y explotador.
Foto: Archivo particular
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A inicios de junio centenares de manifestantes celebraron en Bristol, una ciudad del suroeste de Inglaterra, la caída de la estatua de bronce de Edward Colston, un esclavista del siglo XVII, que había permanecido en el centro de la ciudad desde 1895. La protesta llamaba a eliminar las estatuas de figuras históricas británicas consideradas racistas o problemáticas. El derribe de estos símbolos se inició por el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de un policía en Minneapolis, EEUU, el 25 de mayo.

El incidente en Bristol provocó un movimiento a nivel nacional que rápidamente se extendió a diferentes países, generando un debate sobre la permanencia de aquellos símbolos históricos vinculados a estas oscuras y sangrientas huellas del pasado.

Colombia no ha permanecido ajena a este debate, donde algunos líderes sociales y políticos han cuestionado la existencia de estatuas en honor a Cristóbal Colón, la reina Isabel I de Castilla (Isabel la Católica), a Sebastián de Belalcázar, así como el nombre de la Universidad Sergio Arboleda, que corresponde a un esclavista y político conservador colombiano.

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La idea ha tenido eco en algunos políticos colombianos como concejal de Cali por el partido Verde, Terry Hurtado, quien propuso retirar la estatua del fundador de Cali, Sebastián de Belalcázar, por haber promovido la masacre indígena de Cajamarca hace más de 480 años. Esta medida ya había sido expresada por la exsenadora Piedad Córdoba. “En Colombia hay dos estatuas a Sebastián de Belalcázar quien ejecutó masacres, despojos y un genocidio de indígenas... Es como si en Berlín hubiera una de Hitler”, expresó la política en un tuit el año pasado.

Ante este panorama, el concejal Hurtado reitera que no se trata de seguir u observar lo que pasa en otras partes del mundo, forma parte de un proceso que debe ser analizado según el contexto, el momento y la sociedad de cada región o ciudad, desarrollar una conversación propia acorde a nuestras realidades.

“La propuesta que hicimos en Cali un grupo de académicos, de organizaciones sociales, de ciudadanía en general, no es algo que deba traspasarse al resto del país, creo que corresponde y acontece a un contexto como el de Cali. Acá hemos propuesto reubicar la estatua como un mecanismo para resignificar ese símbolo y en el lugar donde se encuentra hoy Belalcázar hemos propuesto que se instaure un nuevo símbolo”, resalta Hurtado en declaraciones a la Agencia Anadolu.

El político resalta la importancia del papel de la ciudadanía, pues se trata de generar una conversación donde toda la sociedad participe para llegar a un acuerdo sobre el símbolo que desea que los represente, los identifique y valore todas las ancestralidades no solo en el presente sino en el futuro.

"Precisamente los símbolos que hemos tenido, son símbolos que fueron construidos de forma muy centralizada y decididos por un grupo muy reducido de personas que no facilitó la participación de la gran mayoría de la población", explica el concejal.

La iniciativa de remover algunos de estos monumentos también fue contemplada por el senador por el Polo Democrático Alternativo, Iván Cepeda, quien por medio de su cuenta en Twitter señaló aprobar la reubicación de estos “iconos de conquistadores”

"La rebelión social que están viviendo muchos países contra el racismo ahora se dirige a acabar con estatuas de esclavistas que fueron erigidos en próceres. Espero que en Colombia también acabemos pronto con estatuas e iconos de conquistadores y políticos esclavistas y mafiosos", expresó el senador en un tuit.

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El significado de las estatuas en Colombia

Ante este panorama, la Agencia Anadolu habló con algunos historiadores para que explicaran sobre cómo se puede recordar la historia sin exaltar la brutalidad y si se trata de un ataque a la historia o una redefinición de esta.

Para Felipe Arias Escobar, historiador de Señal Memoria (archivo de la Radio Televisión de Colombia), detrás de los actos en los que se han derribado estatuas o en las que estas se han vandalizado hay una historia, hay un testimonio y uno muy concreto.

“Se rechazan valores políticos y sociales concretos, se rechaza a una sociedad que enalteció una parte de su pasado que consideró muy importante, pero a costa de negar otra, y ese es un movimiento que nos exige hacernos preguntas, hacer un ejercicio de comprender un fenómeno histórico”, señala el experto.

Arias recuerda que antes de las protestas de Minneapolis, universidades en el sur de EE.UU. debatían sobre los monumentos a líderes de la Confederación (Guerra de Secesión de EE.UU.), estatuas que honraban a soldados que pelearon por el derecho de poseer a negros como esclavos.

El historiador hace énfasis en que no se trata de derribar estatuas de esclavistas en general. Julio César y Aristóteles tuvieron esclavos, pero sus estatuas no están siendo derribadas, se están derribando monumentos a individuos que simbolizan un sistema esclavista cuyas consecuencias sigue padeciendo hoy la humanidad: la discriminación y segregación.

“Soy partidario de proponer otras soluciones muy distintas al derribamiento de estatuas, ya sean de esclavistas o de cualquier otro personaje del pasado, yo prefiero la resignificación, prefiero ver que estos elementos se puedan convertir en objetos testimoniales, que se trasladen a otros espacios donde se valore su significado estético o documental, o que en ese mismo espacio público se confronten con otras maneras de entender y visibilizar el pasado”, resalta el experto.

Para Arias siempre es necesario abordar críticamente el pasado como un conjunto de experiencias para instruir éticamente el presente, donde se deben combatir las consecuencias de la esclavitud y reconocer sus raíces históricas.

“En Colombia tenemos abierta la oportunidad de resignificar, es decir, debatir, abordar críticamente esa monumentalización (…) tenemos hoy a los conquistadores en el espacio público, pues que interesante la posibilidad de confrontarlos en ese mismo espacio, escenifiquemos también el pasado indígena o el pasado afrocolombiano que fue negado en su momento con la presencia del conquistador en la plaza”, explica Arias, quien se pregunta si es pertinente seguir haciendo esa práctica, ¿tiene un impacto, una trascendencia para el país seguir la práctica de hacer retratos de bronce que se pongan en una plaza en el siglo XXI?

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Por su parte, el historiador Felipe Caro señala que la historia se reescribe constantemente y uno de los efectos de este movimiento (destrucción o remoción de estatuas) es el de reinterpretar el pasado. Con estas acciones, las personas están reescribiendo o reinterpretando una forma del pasado “al decir estas estatuas no nos interesan, no hacen parte de lo que queremos en el espacio público”.

“Ahora se destruyeron algunas estatuas del pasado colonial un poco más simbólicas como las de Cristóbal Colón, yo considero que también es un hecho legítimo (…) Lo que quiero decir es que todas estas estatuas representan discursos hegemónicos de la historia”, expresa el historiador.

Según Caro, Colombia tiene un problema con su pasado colonial. A diferencia de otros países americanos donde existió una gran presencia indígena como Perú, México y Bolivia, en Colombia el pasado indígena se borró.

“Al no encontrarse grandes vestigios arqueológicos se asumió que las comunidades indígenas eran débiles, inferiores o irrelevantes, entonces Colombia no ha conciliado con su pasado indígena mientras que sí se encaminó y esforzó en crear un vínculo con el pasado español”, explica.

Según manifiesta, para Colombia aún es difícil reconocerse como un país con un pasado indígena, razón por la cual son populares las estatuas de los conquistadores en la mayoría de las plazas públicas de las ciudades.

“¿Qué nos dice de un país que el primer monumento que se ve llegando al aeropuerto de Bogotá sea una estatua de Isabel la Católica y de Cristóbal Colón? ¿Qué narrativa histórica se está construyendo allí? Se está diciendo que el país empezó allí”, agrega Caro.

Sin embargo, para la historiadora de la Universidad de los Andes, Catalina Muñoz, es muy poco probable que lo sucedido en Bristol o EE.UU. se repita en Colombia, pues se necesita de un hecho, de un detonante, que indigne en relación a ese pasado colonial.

La historiadora, que tiene un PhD de la Universidad de Pensilvania, EE.UU., indica que estas luchas, donde el pasado se resignifica, indican que el pasado no está muerto, por el contrario, está muy relacionado con nuestras luchas presentes.

“Nosotros somos una sociedad profundamente racista (…) hemos conservado por siglos el pensamiento que considera a las personas no blancas inferiores a las personas blancas”.

Muñoz señala que Colombia tiene una deuda histórica enorme con las comunidades indígenas y que esta es muy visible en las comunidades que siguen defendiendo su territorio ante la máquina del progreso, ante los grupos armados y la misma sociedad.

“Si uno mira numéricamente, el daño a las poblaciones indígenas en el conflicto armado es enorme y eso no pasa solamente porque sus tierras estén en el lugar equivocado, pasa porque este racismo existe. Quien perpetra el acto violento cree que está en una situación de poder particularmente cuando está frente a estas poblaciones”, expresa la historiadora.

Por Juan Felipe Vélez Rojas // AA

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