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Alberto Samudio Trallero, autoridad en restauración del patrimonio y ambientación de monumentos, ha ejecutado más de 40 obras en el centro histórico de Cartagena de Indias y en ciudades como Mompox, Barranquilla y Villa de Leyva.
Ahora tiene la tarea de encontrar la solución para la afectación que sufrió la muralla de “El Fuerte San Sebastián del Pastelillo” en Cartagena, conocido como el Club de Pesca. Su plazo vence el próximo 30 de octubre.
“Retirar el estuco plástico y la pintura sintética aplicada en sus muros recientemente, procedimiento inadecuado” le dijo Samudio a El Espectador.
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Los ingredientes de la receta
“Los trabajos consistirán, en primer lugar en retirar las capas de estuco y pintura aplicados, tarea en la cual se utilizarán los dos procedimientos más recomendables para estos casos utilizando espátulas y un cepillo de cerdas plásticas después de humedecer la superficie para ablandar el recubrimiento. Esta labor deberá hacerse con mucho cuidado para no dañar la superficie de base y procurando no producir escaras en la misma En aquellas áreas donde la espátula no entre, se utilizará el bisturí de la misma manera que lo utilizan los restauradores de pintura mural para eliminar las capas de pintura que han cubierto las imágenes”, aseguró Samudio
El arquitecto también dijo que una vez retirado el material se procederá a lavar la superficie con agua y jabón neutro, retirando la costra Negra o " biofilm, que no es otra cosa que la acumulación de hongos que dañan la superficie erosionándola”.
En un comunicado de prensa, el Club de Pesca manifiesta que la intención no fue atentar contra el patrimonio de la ciudad y efectuadas unas reuniones con el Alcalde de Cartagena , la Ministra de Cultura, y la directora del Instituto de Patrimonio de Cultura de Cartagena (IPCC), radicaron el permiso para remover el material puesto y garantizar el acompañamiento en el proceso del arquitecto Alberto Samudio.
“Si por cualquier motivo se hubiese causado alguna escara a la superficie vieja, se reparará con mortero de cal y arena. Si el daño causado está en el enlucido superficial, se le aplicará al área un estuquillo de resina vegetal, mezclado con un poco de cal y polvo mineral amarillo, técnica que se usó en las murallas de Cartagena a partir de comienzos del siglo XVIII para proteger los pañetes de las agresiones del viento, la sal y las lluvias”, le dijo el experto restaurador a este diario.
Hace un tiempo y siguiendo su formación académica y rigurosidad que lo caracterizan, Alberto Samudio, dejó un manual escrito para los trabajos futuros en el Club de Pesca.
“El contratista no supo interpretar o no entendió la explicación que dejamos en el manual de mantenimiento, entre otras cosas porque esos procedimientos deben ser supervisados por un especialista y a veces son engorrosos. Hay que estar pendiente de las proporciones de los ingredientes de la receta.
De colores amarillos y la guerra naval
El Fuerte de San Sebastián es un “Pastel”, dice el arquitecto e historiador Gonzalo Zúñiga. “Es el término de la ingeniería militar del siglo XVIII, para referirse a una fortificación externa de un recinto, que en caso de ser tomada por el enemigo, quedaba bajo los fuegos directos de otra fortificación”.
La construcción de este sitio, muy cerca del centro histórico de Cartagena, fue concebida por el virrey Sebastián de Eslava, luego del ataque de la flota inglesa en 1741, " por eso invoca a San Sebastián”, sostiene Zúñiga. Agrega que fue construido por Antonio de Arévalo, el ingeniero militar más importante de la historia de Cartagena.
La ciudad carga con una tradición y el desarrollo de una importante arquitectura militar en donde el mar era el mejor aliado.
Su cordón amurallado, casas coloniales y fuertes están cargados de un pasado de piratas, filibusteros y marinos. En los muelles había galeones. Se cuidaban los tesoros de la corona española, los esclavos llegaban a la Plaza de la Aduana para ser comercializados. Se rezaba apartando a las brujas y al mal en el Palacio de la Inquisición.
El color amarillo, no solo está en la garita del Club de Pesca, también lo tiene la torre del reloj y un boquetillo de entrada a la ciudad amurallada.
“Lo que se usaban en esa época era llamado Gutagamba. Esa resina tiene una tonalidad amarilla y todavía se puede apreciar en varios lienzos de la muralla de Cartagena. En mi equipo utilizamos en la actualidad resina vegetal extraída de la corteza del árbol de Guásimo, muy común en las cercanías de Cartagena. Como es incolora le agregamos un poco de polvo mineral amarillo para que quede similar a la Gutagamba”, aseguró el arquitecto.
Es legítimo que la puerta de Paz y Concordia, que usted llama el Boquetillo de la Serrezuela, tenga esa tonalidad amarilla. La Torre del Reloj, en cambio, lo que tiene es pintura preparada con polvo mineral amarillo, que también es legítima, porque esa es una construcción agregada en el período republicano, hecha con cemento, que no tiene porque guardar los protocolos de los muros de las fortificaciones. Lo que se hizo en el Club de Pesca evidentemente fue un error. Y es que los colores de las fortificaciones también incluían el rojo y tenían una razón: la defensa militar.
“El caso del Club de Pesca en lugar de ser un debate serio sobre restauración se volvió una noticia mediática y amarillista, con una investigación superflua. Si se hace un recorrido por el paño completo de la muralla, notaran que en toda ella hay rastros de encalado y pintura amarilla. La muralla originalmente era toda encalada, pintada de amarillo y con acentos rojos y en algunos casos con bloque demarcados en rojo, más grandes que los que la conforman de piedra, razón, estrategia militar de la época para que de lejos se viera más imponente y creara temor en el enemigo”, le dijo Álvaro Barrera, otro arquitecto y restaurador experto en la ciudad le dice a El Espectador.
En esta historia coincide Gonzalo Zúñiga quien acaba de terminar “la ruta de una tradición”, una pieza audiovisual sobre el museo naval del caribe, una relación indisoluble entre el mar, los marinos y la ciudad.
Sostiene que el cuidado de las fortificaciones coloniales de Cartagena de Indias es un trabajo, exclusivamente, de expertos en la materia. “En la ciudad los tenemos: arquitectos, maestros y oficiales de todas las especialidades requeridas. También disponemos de los mismos materiales con los que fueron construidas. Son monumentos excepcionales que cuentan la historia y todo el Mar Caribe.”
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Las obras deberán empezar prontamente en el Club de Pesca. El arquitecto Barrera sostiene que en ningún caso se pretende volver al origen del monumento, pues este debe conservar las huellas de los años y las cicatrices de cada época de la historia y se pregunta. “Los prohombres aparecen en la ciudad queriendo lucirse, pero donde han estado en las intervenciones que realmente han herido el patrimonio”.
Sin pinturas, la muralla del fondo del mar
La única fortificación que es muy difícil su intervención es “La Escollera de Bocagrande”, o muralla sumergida que llega a Tierra Bomba. En un día de mucha luz se puede ver desde los edificios de la zona turística. La razón de su construcción, fue impedir el ingreso de los barcos en esa época por ese sitio a la bahía de la ciudad, situación que se sigue manteniendo actualmente.
En el lecho marino está protegida por taludes de arena que ella misma genera. Así lo tenía previsto el ingeniero Antonio de Arévalo, el mismo de El Fuerte San Sebastián del Pastelillo, donde por error se afectó el patrimonio de la ciudad. Si Cartagena no toma las acciones dadas por la Unesco, podría perder en un futuro cercano su calidad de Patrimonio Histórico de la Humanidad.