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Durante décadas, el nacimiento del río Bogotá ha estado marcado por el mismo problema: los vertimientos de las curtiembres asentadas en Villapinzón, un municipio cuya economía depende en buena parte del curtido del cuero y que, al mismo tiempo, representa uno de los mayores focos de contaminación del afluente.
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A pesar de los fallos judiciales y los planes ambientales en marcha, los avances en materia de reconversión tecnológica han sido lentos y dispares.
En medio de ese panorama, esta semana se firmó un convenio entre la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) y la Alcaldía de Villapinzón con el propósito de reducir la carga contaminante del sector curtidor. El acuerdo, que tendrá una vigencia de dos años, busca promover prácticas más limpias, optimizar el uso del agua y disminuir las sustancias peligrosas utilizadas en los procesos de producción.
El proyecto contempla el fortalecimiento del Centro Tecnológico del Cuero (CTC), ubicado en la vereda San Pedro, donde se realizarán labores de monitoreo ambiental, formación técnica y transferencia de conocimiento para el uso de tecnologías menos agresivas con el entorno. Según los lineamientos del convenio, la meta es avanzar en la transición hacia una industria más sostenible que cumpla con las exigencias fijadas por la Sentencia del Río Bogotá de 2014.
Hace unas semanas hicimos un llamado: “¿Le darían de beber a sus hijos el agua que sale de sus curtiembres?”
— Alfred Ballesteros Alarcón (@Alfred_Balle) November 10, 2025
Hoy, ese llamado se convierte en acción.
En la @CAR_Cundi, y en alianza con @villapinzoncund, firmamos un convenio para transformar el sector curtidor, cuidar la cuenca… pic.twitter.com/UGCr4WGGdK
La iniciativa surge tras un llamado de atención a los curtidores locales por la falta de compromiso con la reconversión industrial. En las últimas semanas, el deterioro del tramo alto del río volvió a generar preocupación entre ambientalistas y habitantes de la región, que denuncian el escaso control sobre los vertimientos y la persistencia de prácticas contaminantes.
Más allá de la firma del convenio, el desafío radica en pasar de los acuerdos a los resultados. Las curtiembres de Villapinzón encarnan una paradoja que el país no ha sabido resolver: cómo conciliar el sustento de cientos de familias con la urgencia de proteger uno de los ríos más emblemáticos y degradados de Colombia. Si las medidas no se traducen en acciones efectivas, el compromiso ambiental seguirá siendo, como tantas veces, una promesa estancada en el papel.
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