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El profesor Moncayo reaparece en la vida pública y cuenta que tiene cáncer

Hace más de diez años no se sabía de Gustavo Guillermo Moncayo, más conocido como el profesor Moncayo, quien en 2007 caminó más de 1.200 kilómetros durante 46 días como un acto simbólico para pedir la liberación de su hijo Pablo Emilio, secuestrado por la antigua guerrilla de las Farc. En una aparición reciente volvió a Colombia para tratar su cáncer de hígado.

Luisa Fernanda Orozco

25 de octubre de 2022 - 04:20 p. m.
En las elecciones del Congreso de 2014, el profesor Moncayo se presentó al Senado en la lista del Partido Liberal.
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Quienes vieron la emisión del 24 de octubre de Noticias Uno tal vez no reconocieron al hombre que le habló a las cámaras desde una camilla de hospital. Incluso puede que tampoco supieran que hace 15 años ese mismo hombre caminó 1.200 kilómetros para exigir la liberación de su hijo Pablo Emilio, secuestrado por las Farc en 1997. Se trata de Gustavo Moncayo, más conocido como el profesor Moncayo, quien apareció nuevamente en la vida pública para confirmar que tiene cáncer.

Aunque su familia se fue a vivir a Canadá tras recibir amenazas, hace pocos días regresó a Colombia para buscar que el profesor reciba tratamiento. Su hija, Yuri Moncayo, le dijo a Noticias Uno que el estado de salud de su padre es delicado, y que esperan recibir una reparación por parte de las extintas Farc para costear el procedimiento.

“Es imposible que nosotros como víctimas podamos reconstruir nuestro proyecto de vida con reparaciones simbólicas”, dijo Yuri. “Las Farc tienen la capacidad y posibilidad de hacerlo, y lo estamos exigiendo porque necesitamos un trasplante para mi padre que está en peligro de muerte”.

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La travesía del profe Moncayo

Fue en el cerro Patascoy, donde hay un volcán apagado cuyo nombre significa “lugar de cenizas”, donde Pablo Moncayo fue capturado contra su voluntad. Él, quien apenas tenía 18 años y prestaba servicio militar, se encontraba a unos 4.200 metros de altura y a 35 kilómetros al suroriente de Pasto, Nariño, junto a otros hombres del batallón Boyacá del Ejército Nacional.

Sucedió en la madrugada del 21 de diciembre de 1997, cuando integrantes de las extintas Farc atacaron el puesto militar. La toma guerrillera fue rápida y certera: se dice que en menos de 15 minutos, 10 personas murieron y 18 fueron secuestradas, entre ellas Pablo, en medio de un clima político muy complejo en la historia colombiana: el narcotráfico que no cesaba a pesar de la muerte de Pablo Escobar en 1994; las milicias guerrilleras que comenzaron a hacerse sentir más en las ciudades: la escalada del paramilitarismo, y el inicio de lo que se conocería como falsos positivos.

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Exactamente en 2007, diez años después de conocer poco sobre el paradero de su hijo, Gustavo Moncayo decidió marchar desde Sandoná (Nariño), el pueblo de su familia, en el que ejercía como maestro, hasta Bogotá. Su propósito era insistir en un canje propuesto por las Farc para excarcelar a varios guerrilleros a cambio de la liberación de 59 personas: 42 militares y policías, 13 políticos y cuatro extranjeros.

La travesía del profesor duró 46 días y se estima que más de 500 mil personas lo acompañaron por momentos en el camino para llegar a la capital. Moncayo llegó a afirmar que una vez llegara a la Plaza de Bolívar, lo iba a hacer literalmente crucificado, pues llevaba una cruz en su espalda desde Tolemaida, Cundinamarca, pero luego de que el Distrito se enteró de sus intenciones, le prohibió realizar ese acto simbólico de protesta.

Desde entonces, la liberación de Pablo se volvió política. El presidente de ese momento, Álvaro Uribe Vélez, lo mencionaba con regularidad cada que se hablaba de secuestro y liberación en el país. Pero más allá de eso, Moncayo logró llamar la atención del Gobierno Nacional y la comunidad internacional sobre la gravedad del secuestro, considerado como uno de los hechos victimizantes más graves y recurrentes en el conflicto armado.

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¿Qué pasó después de la liberación?

En una operación llamada “Libertad”, Pablo Moncayo por fin se reencontró con sus seres queridos a sus 30 años, luego de pasar 12 de ellos en la profundidad de la selva colombiana. Allí incluso se lastimó dos costillas que en el momento de su liberación no habían sanado. Por eso, cuando se bajó del helicóptero en el aeropuerto de Florencia, Caqueta, y su familia se acercó para abrazarlo, él les hizo señas para que lo hicieran con calma, “que guarden un poco la emoción porque me matan. Me ponía a pensar yo en el ‘hijuepucha’ dolor que me iba a dar un abrazo de esos”, le dijo Pablo a El Espectador.

Pablo conoció a su esposa Karen en 2014 y después tuvieron dos hijos. Entonces Pablo dejó el Ejército en 2015 y su familia se convirtió en el centro de su vida, hasta que una tarde, cuando regresaron de un viaje a la que era su casa en Villavicencio, encontraron que en la cuna de Abigail, su primogénita, había un cuchillo. Pero eso no fue todo: all lado de la cama de Karen, encima de las sábanas, también había un rifle.

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Así fue como la familia de Pablo tomó la decisión de dejar todo lo que tenía en Colombia y radicarse en el exterior. A esa decisión le siguió la del profesor Moncayo, quien buscó refugio en Canadá junto a su hija Yuri.

Portada del 31 de marzo de 2010, cuando fue liberado el sargento del Ejército Pablo Emilio Moncayo fue liberado y le quitó las cadenas a su padre, que llevaba en símbolo de protesta.
Foto: Archivo

El mismo profesor Moncayo le contó en su momento a El Espectador que, cuando Pablo quedó en libertad le compraron un celular para ayudarle con su proceso de readaptación, “pero con sorpresa pasados los días vimos cómo le llegaban a su teléfono insultos y groserías. Al principio fue complejo, muchas amenazas. Cuando nos veían juntos, desde los carros pasaban y nos decían groserías, entonces teníamos que irnos rápido. Yo preguntaba para mis adentros ¿Dios mío, por qué tiene que suceder esto?”.

La adaptación, en palabras de Gustavo, fue muy difícil. “Las personas no entienden, piensan que todo es color de rosa, pero quienes vivimos las situaciones cotidianas conocemos en carne propia el sufrimiento que tardará muchos años en cicatrizar, en estabilizarnos económicamente”, dijo el profesor Moncayo.

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En la operación “libertad” participaron la entonces senadora Piedad Córdoba; el obispo de Magangué (Bolívar), Leonardo Gómez Serna; la representante de la Comisión Internacional de la Cruz Roja en Colombia, Roberta Falciona, y el gobierno brasileño presidido por Luiz Inácio Lula da Silva.

Revictimización y heridas abiertas

Hoy en día, tras la confirmación del cáncer de hígado de Gustavo Moncayo, su familia regresó a Colombia por la urgencia médica. Sin embargo, su hija Yuri se mantiene crítica del proceso de reparación que las Farc han tenido con las víctimas desde la firma del Acuerdo de Paz en 2016. Es por eso que exigen actualmente una reparación más allá de la simbólica para costear el procedimiento del profesor.

Por su parte, e incluso desde una camilla de hospital, Gustavo Moncayo habla a favor de la no violencia. “A todos mis compatriotas colombianos, si quieren unirse al proceso de paz, caminar por la paz, yo estaría encantado”.

Por Luisa Fernanda Orozco

Periodista de la Universidad de Antioquia.@luisaorvallorozco@elespectador.com

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