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Las malas noticias son las primeras en llegar. Y esto era, precisamente, lo que temía la familia Díaz. Si se asomaban a los oídos de “Mama Vila”, le causarían un daño irreparable. (Vea: "Que me lo acompañen": mensaje de abuela de Martín Elías a los fans)
Cuatro años atrás había tenido que soportar el fallecimiento de su hijo mayor, Diomedes Díaz Maestre.
Y hacía apenas dos días del asesinato de su hermano José David, a manos de unos atracadores, cuando se dirigía a su finca, en el departamento de La Guajira.
Si se enteraba ahora de la muerte de Martincito, sería fatal para ella.
Los seguidores de ‘Tin’ empiezan a aglomerarse en la calle 9 con carrera 17. ¿Por qué tanta gente?, pregunta Elvira Antonia Maestre Hinojosa
Le hacen saber que esas personas la estaban acompañando por la muerte de su hermano.
La noticia del deceso de su nieto se le daría entonces el sábado.
A la casa llega un equipo médico integrado por una enfermera, un psicólogo y un cardiólogo que inquieta a la romería.
En medio de la algarabía que había en el valle por la llegada de los restos de Martín, algunos medios empiezan a difundir una noticia que altera aún más los ánimos: ´Mama Vila’ ha muerto.
Las redes empiezan a filtrar imágenes y palabras de condolencias ante la muerte de la abuela del ‘Martinismo’. Los seguidores esperan una declaración oficial de algún familiar. Cuando llega, el rumor se desvanece: “Mama Vila” está viva.
El psicólogo y el cardiólogo son profesionales de apoyo para acompañar el momento de la noticia que aún no le dicen.
“Una niña salió de la casa de ‘Mama Vila’ y me dijo que ella ya sabe, que la doparon, que le van a poner suero”, apunta el locutor Freddy Rodríguez, quien aguarda entre la multitud, a las afueras de la residencia Díaz.
Lo primero que le cuentan es que Martín sufrió un accidente. Pero ella presiente. Ella tiene un sexto sentido, y empieza a hacer preguntas, según narró su hijo Rafael.
Los hijos no tiene más remedio que contarle toda la verdad.
Entonces respira profundamente, echa la cabeza para atrás y ahoga un llanto que venía desde las mismas entrañas.
Los médicos actúan. Le toman la presión. Miden las pulsaciones del corazón. Y miran a la familia con aliento.
Todo está bajo control, dicen.
Mama Vila pregunta dónde lo tienen. Y dice que no es capaz de ir.
Quiero grabar un mensaje, dice. Y alguien enciende el celular:
“A la fanaticada de Martín les pido el favor de que me lo acompañen, que no me lo dejen solo ni un momento, que me lo cuiden… Que yo no estoy presente al lado de él porque enteramente no puedo estar, porque estoy muy deprimida y no puedo ir, pero ellos saben que no puedo claramente estar allá, les agradezco mucho, y muchas gracias”.