Días de coronavirus y de héroes anónimos: la familia Fajardo Duarte y los tapabocas

Sabemos de subsidios y ayudas gubernamentales para los pequeños empresarios, pero todavía muchos afrontan graves problemas para subsistir porque a la hora de concretar respaldos les cierran las puertas.

Nelson Fredy Padilla *
08 de mayo de 2020 - 03:53 p. m.
Sergio Fajardo, su esposa y sus hijos dedicados a producir tapabocas y overoles antifluidos en Bogotá. / Cortesía
Sergio Fajardo, su esposa y sus hijos dedicados a producir tapabocas y overoles antifluidos en Bogotá. / Cortesía

Sergio Fajardo tiene 45 años de edad y hasta marzo trabajaba normalmente haciendo mantenimiento a las máquinas de la industria de confecciones Textron S. A., que emplea a 500 personas y produce prendas de vestir para hombre que vende en 35 almacenes a nivel nacional.  A raíz de la cuarentena obligatoria, lo mandaron a vacaciones y, ante la dilatación del confinamiento, le ofrecieron renovar contrato con la disminución del 50% del sueldo. Es tecnólogo del Sena e hizo un curso en Alemania. Tiene 27 años de experiencia en otras empresas como Pardo Pardo y Arturo Calle. Está capacitado para llegar a una planta y ponerla a producir luego de entrenar a técnicos y operarios.

Mientras la Alcaldía de Bogotá autoriza a Textron a reiniciar labores y autorizan en el resto del país la reapertura de los centros comerciales donde vende los productos, Fajardo, su esposa y cuatro hijos intentan sobrevivir con la empresa familiar Fadur Confecciones, en la que producían blusas y chaquetas para damas sin ingresos fijos. Ahora con las máquinas planas y fileteadoras que tienen se dedicaron a fabricar tapabocas y overoles antifluidos que previenen el contagio del nuevo coronavirus. (Más de esta serie: El rappitendero Warner Contreras).

Pero la transición ha sido dolorosa. Roslady Duarte, esposa de Sergio, tiene 44 años de edad y hasta el mes pasado recibía una pensión por invalidez, pero en plena pandemia se la suspendieron porque no su historia médica no estaba actualizada. Ya llevó los nuevos certificados y le dijeron que ese proceso se demorará dos meses o más. Ella puede trabajar pero en horarios cortos porque su salud no se lo permite. Tiene 18 años de experiencia en confecciones en empresas como Francisco Rocha, que le produce a Arturo Calle.

“Para adaptarnos empezamos a hacer tapabocas y overoles antifluidos y anticloro para que conductores de vehículos automotores y personal de camiones de carga se protejan del COVID19. Estamos registrados ente la Cámara de Comercio de Bogotá, cumplimos con todos los protocolos de seguridad y las normas de asepsia para confeccionar sin contaminar las prendas, pero enfrentamos muchas dificultades para vender el producido”, explica Fajardo.

Duarte complementa: “Usamos tela quirúrgica antifluido de tres capas como piden las normas y ya hemos producido 15 mil tapabocas. También ya hicimos 500 overoles. Pero ahora no nos compran los tapabocas porque los están pidiendo termosellados lo que no es obligatorio en Colombia, sino que así vienen los de fabricación china. El resultado es que están vendiendo más los que traen de allá y no nos compran a los pequeños empresarios nacionales que necesitamos poder competir para subsistir”.

Fajardo explica que para producir termosellados "se requiere una máquina que cuesta 90 mil dólares que personas como nosotros no podemos comprar y sí lo pueden hacer grandes empresas como Arturo Calle. Pido ayuda del gobierno y de la Cámara de Comercio para que podamos competir en igualdad de condiciones. A esto se suma que materia prima como la tela quirúrgica, que hace un mes costaba 1.500 pesos el metro, ahora a duras penas se consigue a $6.000. Los de Cámara de Comercio vinieron, nos preguntaron cómo nos iba, qué estamos en capacidad de producir, les explicamos, nos felicitaron y nos dijeron que después nos llamaban para vincularnos a canales de comercialización. Renovamos la afiliación por $400 mil y nunca más llamaron”. Ellos conocen varios casos similares, familias desesperadas que piensan unirse para reclamar auxilio del gobierno.

Como si fuera poco, los Fajardo Duarte acudieron al banco Davivienda a pedir un crédito y les dijeron que se trataba de una empresa muy pequeña, que tenían que facturar al menos $250 millones al año para aspirar a uno con una tasa del 15% efectivo anual. “Nos cobran 70 mil pesos por usar el portal y no tenemos derecho a préstamos”. Ahora su esperanza es que puedan ser beneficiados con el subsidio para pagar nómina mientras empiezan a vender. Esta semana van a ver qué requisitos les piden.

Cristian, Laura, Sergio y Estefanía esperan seguir trabajando con sus padres para ayudar a pagar el arriendo del taller -$500 mil- y el arriendo de la casa donde viven -$800 mil-. A eso se suma la manutención de la familia, la seguridad social y la incertidumbre de si dos de ellos podrán financiar su ingreso a la universidad. A pesar del panorama, Roslady, Sergio y sus hijos siguen trabajando a la espera de clientes con solo lema: “Perseverar es nuestro sello de calidad”. Si alguien quiere ayudarlos, les puede escribir a fadurconfecciones@gmail.com.

* @NelsonFredyPadi / npadilla @elespectador.com

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Por Nelson Fredy Padilla *

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