El efecto dominó de la Vía al Llano

Las historias que reflejan de qué manera se afecta la cotidianidad de miles de llaneros por el colapso de la ruta.

Jhon Moreno / Especial Periódico del Meta
26 de junio de 2019 - 02:00 a. m.
El recorrido habitual de Bogotá a Villavicencio es de tres horas, pero con el cierre pasó a ser un viaje de casi 18 horas. / EFE
El recorrido habitual de Bogotá a Villavicencio es de tres horas, pero con el cierre pasó a ser un viaje de casi 18 horas. / EFE

Para los llaneros, los 90 kilómetros de la Vía al Llano son más que una carretera que une a la Orinoquia con Bogotá. Se trata de una especie de cordón umbilical que alimenta la cotidianidad de todos los habitantes y que ahora, cuando se ve cortado abruptamente, afecta la vida en todos los niveles.

“Nada vuelve a ser igual cada vez que hay derrumbes y no podemos pasar. Tal vez en Bogotá ni siquiera lo sienten, pero en esos casos es cuando se ve que hay varios países en un mismo país”, dice José Ramón López, un conductor de bus a quien ahora el día le alcanza solo para hacer un viaje de ida a la capital de la República por la vía a Sogamoso, cuando acostumbra a ir y venir por lo menos cuatro veces.

También afectó a Yormary Robayo, coordinadora del Banco de Sangre de la Cruz Roja en Villavicencio, quien ahora debe despachar el plasma todas las noches hasta los laboratorios de análisis en Bogotá, para que lo reciban a primera hora del día siguiente.

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“Antes de los derrumbes, las unidades se podían ir de madrugada y uno sabía que estaban allá (en la capital de la República) al amanecer, en menos de cuatro horas. Ahora hay que tener en cuenta las 12 horas, por lo que las empacamos para el análisis en las horas de la noche, para aprovechar la frescura nocturna y mantener aún más tiempo la cadena de frío”, explicó la funcionaria de la Cruz Roja.

Diariamente se envían entre cinco y seis unidades de sangre para ser procesadas. El equipo de Robayo las lleva religiosamente hasta un bus intermunicipal y en el destino, en Bogotá, hay un funcionario de la Cruz Roja listo a recogerlas para llevarlas a los laboratorios y hacer los exámenes de control.

Además del déficit en sangre, que siempre ha existido, Yormary Robayo y el equipo de trabajo ruegan para que en estos días en que no hay Vía al Llano no haya una emergencia médica de grandes proporciones en la cual se necesite sangre, pues el traslado de unidades se dificultaría.

Los estudiantes

Es muy común que los profesionales que no encuentran en la oferta académica de la región las especializaciones y maestrías que desean para sus estudios de posgrado se matriculen en las universidades de Bogotá y viajen los fines de semana a tomar clases. Estos estudiantes no solo tendrán que alterar sus horarios, sino que los desplazamientos además les costarán el doble de lo presupuestado.

“Para no llegar tarde, el viernes pasado me fui por una vía alterna por Guayabetal, en la que se deben hacer cuatro trasbordos y que rodea los derrumbes del km 58 y el 64. Pero es una aventura, no se puede viajar con niños y no hay que tener muchas maletas, además de ser una lotería, porque a veces la cierran por mal tiempo. Ante el cierre de la Vía al Llano tuve que acudir a la comprensión de la universidad y tomar clases presenciales solo cada 15 días”, explicó Margarita Portilla Díaz, fisioterapeuta que hace una maestría sobre discapacidad con la Universidad Nacional.

Cuando la Vía al Llano está en operación, Portilla sale a Bogotá a las dos de la tarde y a las 6 p.m. ya está sentada en el salón de clases, pero ahora el viaje debe prepararlo desde el jueves en la noche y rogar que la vía alterna por el Sisga o Sogamoso no vaya a estar cerradas por derrumbes o accidentes de tránsito.

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Los deportistas

El Club Deportivo Martín García y RJB es un equipo de fútbol infantil que participa en el Torneo Nacional Sub-15 que organiza la Difútbol. Ocupa un lugar en la tabla de posiciones porque de 15 puntos disputados ha ganado 12.

Sin embargo, con el colapso de la Vía al Llano, los partidos que disputará fuera de Villavicencio están en veremos. Su entrenador, Martín García, dice que los anhelos de unos 20 adolescentes podrían irse al traste porque, además de que no tenían dentro del presupuesto duplicar el valor de los desplazamientos, mucho menos pensaban en hoteles para quedarse en otras ciudades.

“Ya tenemos un cronograma de rifas y actividades para poder costear los desplazamientos. Hemos tenido apoyo de algunos patrocinadores. No podemos dejar que los sueños de estos muchachos de competir en este torneo se acaben”, dice el profe García.

De antemano sabe que los desplazamientos por las vías alternas, que tienen 330 kilómetros y 550 kilómetros respectivamente, supondrán un desgaste físico para los muchachos, pero espera que las ganas de continuar participando en el Torneo Nacional y triunfar sean superiores, y que la Vía al Llano no sea el obstáculo.

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Por Jhon Moreno / Especial Periódico del Meta

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