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“El glifosato es ‘probablemente cancerígeno’”

Así lo indica la clasificación científica que llevó al ministro de Salud a proponer la eliminación de su uso, dice el profesor Daniel Mejía Londoño, director del Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas (Cesed) de la Universidad de los Andes, que también ha investigado los efectos en la salud humana de asperjar el herbicida. Asegura que esa decisión debe ser asumida por Colombia aunque haya oposición de unos sectores nacionales y de Estados Unidos.

Cecilia Orozco Tascón
03 de mayo de 2015 - 02:39 a. m.
“El presidente Santos enfrenta un dilema difícil: suspende las fumigaciones (con glifosato) mediante una decisión del Ejecutivo o espera que la Corte lo obligue a hacerlo”, insiste  Mejía Londoño. Gustavo Torrijos - El Espectador
“El presidente Santos enfrenta un dilema difícil: suspende las fumigaciones (con glifosato) mediante una decisión del Ejecutivo o espera que la Corte lo obligue a hacerlo”, insiste Mejía Londoño. Gustavo Torrijos - El Espectador

El Ministerio de Salud recomendó esta semana la suspensión del uso del glifosato en la lucha contra los cultivos ilícitos. Usted, como investigador dedicado al tema, ha llegado a la misma conclusión. ¿Sobre cuáles bases sustentan sus posiciones?

La recomendación que hizo el Ministerio de Salud está basada en un estudio de la Agencia Internacional de Investigación sobre Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), que clasifica el glifosato como “probablemente cancerígeno”. Tal recomendación se hace para cumplir un fallo de la Corte Constitucional del año pasado, en que les da la orden a los ministerios de Salud y Medio Ambiente de hacer seguimiento a los posibles efectos en la salud humana por la exposición al glifosato asperjado de manera aérea sobre cultivos ilícitos. En dicho fallo, la Corte invoca el denominado principio de precaución y explica que, en caso de que existan indicios de consecuencias negativas por ese motivo, se deben suspender las campañas que utilizan tal método.

Precisamente, el Ministerio dijo que “a pesar de la existencia científica divergente… (hay) una advertencia insoslayable de posibles efectos adversos a la salud…”. Y añade que “como mínimo, existe incertidumbre científica sobre los efectos nocivos del glifosato”. ¿Por qué habría de suspenderse la fumigación aérea del herbicida si solo “existe incertidumbre científica” y no certeza?

La sentencia de la Corte indica, de manera clara, que ante cualquier duda razonable de que la exposición al glifosato asperjado en cultivos ilícitos pueda causar daños a la salud, el Gobierno deberá detener las fumigaciones. El debate no es si está comprobado, 100%, que existe una relación causal entre el glifosato y afectaciones a la salud, sino si hay evidencia de que esa relación puede existir. El comunicado del ministro Alejandro Gaviria se basa exclusivamente en el estudio de la IARC avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como se sabe, nadie es profeta en su tierra: en Colombia también hemos encontrado evidencias en el mismo sentido, tanto en nuestras investigaciones como en las de otros centros. Y no se pueden desconocer.

¿Sobre la recurrencia o aparición de cuáles enfermedades incidiría la aspersión aérea del glifosato?

Existe evidencia mixta respecto de estudios experimentales con animales, y “observacionales” con humanos. Si bien es cierto que en algunos de esos estudios no se encuentra relación entre la exposición al glifosato y enfermedades específicas, en otros se han constatado efectos, después de la exposición al herbicida, en cuanto a mayor incidencia en algunos tipos de cáncer, malformaciones, pérdidas no deseadas de embarazos, enfermedades dermatológicas y respiratorias. Lo que hizo el estudio de la IARC-OMS fue revisar los hallazgos disponibles y con base en ellos proceder a establecer la clasificación mencionada: “probablemente cancerígeno”.

El centro de estudios que usted dirige publicó el año pasado un libro bajo el título “Costos económicos y sociales del conflicto en Colombia”. Allí fue incluido un capítulo sobre las consecuencias de la aspersión aérea en la salud. ¿Cuáles fueron los principales hallazgos?

El estudio que publicamos el año pasado con Adriana Camacho utiliza los datos individuales —y de manera anónima— del Sistema de Información de Prestaciones de Salud (RIPS) entre 2003 y 2007, junto con los datos diarios del número de hectáreas asperjadas con glifosato en cada municipio del país. Se utilizaron técnicas estadísticas y de econometría para desentrañar la relación causa-efecto que puede existir entre la exposición al glifosato asperjado de manera aérea y ciertas enfermedades, en las cuales la literatura médica ha identificado —de forma más o menos precisa— el tiempo que transcurre entre la exposición al herbicida y la aparición de los síntomas. Los resultados de nuestras estimaciones indican que hay una relación causal fuerte y robusta entre la exposición al glifosato asperjado y la probabilidad de contraer enfermedades dermatológicas y respiratorias, así como en las pérdidas no deseadas de embarazos.

Pero ese estudio y sus conclusiones han sido criticados por algunos sectores. ¿Qué les contestaría?

Ciertamente, algunas personas han criticado nuestro estudio pues no les gustan (o tal vez no les convienen) los resultados. Nuestra respuesta siempre ha sido que cualquier crítica metodológica sobre los datos, la econometría, etc., es bienvenida. A lo que no vamos a contestar es a insultos o a descalificaciones personales.

¿A cuáles insultos y a quiénes se refiere?

Prefiero no entrar en detalles. Las personas a las que me refiero saben de qué y de quiénes estoy hablando.

Tal como lo intuyo, el tema del uso o suspensión del uso del glifosato es más espinoso de lo que debería ser un asunto meramente técnico…

Exacto. Este tema tiene unas aristas más complicadas que lo estrictamente técnico.

¿Cuántos países con problemas de cultivos ilícitos y narcotráfico utilizan glifosato, además de Colombia?

Hoy, Colombia es el único país del mundo que utiliza la aspersión aérea de herbicidas en el combate contra los cultivos ilícitos. En el pasado, esta estrategia fue usada en otras naciones productoras de drogas como México y Afganistán, pero su uso fue descontinuado por los altos costos económicos y sociales que tenía. Cuando Hamid Karzai (presidente de Afganistán hasta septiembre de 2014) decidió detener la aspersión aérea de cultivos de amapola, lo hizo por dos razones: primero, porque estaba poniendo a la población campesina del lado de los talibanes; y segundo, porque su ministro de Salud Pública (al igual que el de Colombia) manifestó preocupación sobre los efectos negativos que ese método podía tener sobre la salud de los habitantes de las zonas aledañas.

De acuerdo con sus investigaciones, el método de aspersión aérea: 1. ¿Ha sido eficiente y en cuál proporción? 2. ¿Es costoso o barato en comparación con otras estrategias?

Los estudios que existen al respecto muestran que el uso de la aspersión tiene efectos muy pequeños sobre los cultivos ilícitos. En particular, los trabajos que hemos hecho con Pascual Restrepo, del MIT (Massachusetts Institute of Technology) y con Sandra Rozo, de la UCLA (University of California, Los Ángeles) indican que por cada hectárea asperjada con glifosato, los cultivos de coca se reducen en 0,035 hectáreas. En otras palabras, para eliminar una hectárea con aspersiones con glifosato, hay que fumigar cerca de 30 hectáreas. Otros trabajos hechos por Rozo y por Luis Carlos Reyes llegan al mismo resultado: una muy baja efectividad de la aspersión con glifosato en la reducción de los cultivos de coca. Basados en las comparaciones entre la efectividad de las aspersiones y los costos monetarios de fumigar una hectárea con glifosato, hemos calculado que eliminar una hectárea de cultivos de coca, mediante aspersiones con ese herbicida, cuesta cerca de 72 mil dólares, de los cuales dos terceras partes son asumidos por Colombia y una tercera parte por Estados Unidos.

Según su experiencia, ¿Colombia puede decidir autónomamente sus políticas antidrogas o depende de la de Estados Unidos debido a la ayuda económica que este país presta?

Creo que hay algo de presión por parte de Estados Unidos para que se continúe con el programa de aspersión con glifosato. Pero las buenas relaciones entre dos países no pueden basarse en el cumplimiento que una de las partes haga de lo que pida la otra parte. Colombia ha ganado mucho conocimiento y experiencia a lo largo de los años como para saber qué funciona y qué no a la hora de combatir el narcotráfico. La época del intervencionismo ya pasó y el gobierno estadounidense tendrá que entender que a este país le está resultando muy costosa esa política en recursos financieros, en salud, en su medio ambiente, etc. Hoy tenemos las Fuerzas Armadas y de Policía más profesionales y preparadas de toda la región. Esto debe darnos la tranquilidad de que cualquier decisión que se tome no implica una renuncia a combatir el crimen organizado y sus fuentes de financiación.

¿Cuál propuesta podría ensayarse para buscar economía y mayor efectividad?

Por ejemplo, se podrían reasignar recursos y personal para combatir el crimen organizado y las verdaderas fuentes de financiación de los grupos armados ilegales, fuentes que no están en los cultivos de coca sino en la fase final del procesamiento de la cocaína y en su tráfico. Es ahí en donde están las grandes rentas con las que se financian esos grupos.

Los compromisos políticos impiden tomar las decisiones adecuadas. Y eso empieza a notarse: la posición del ministro de Salud contraría la del procurador y hasta la de su compañero de gabinete, el ministro de Defensa. ¿Cree que este choque es el primer síntoma de que la suspensión del uso del glifosato se truncará?

Creo que la discusión dentro del Consejo Nacional de Estupefacientes (CNE), órgano competente para tomar la decisión, no va a ser fácil. Desde hace varios años yo he debatido con el ministro Juan Carlos Pinzón sobre este tema. Siempre ha sido una discusión honesta, respetuosa y con altura. Él ha mostrado profundo respeto por los estudios académicos y sus resultados, pero tiene puntos de vista distintos que son válidos y que deberán ser discutidos en el Consejo cuando se reúna dentro de algunos días.

¿Y qué opina de la posición del procurador?

Desafortunadamente no puedo decir lo mismo respecto del procurador. El debate con él ha sido inexistente. Creo que si el Consejo de Estupefacientes no toma la decisión de suspender las fumigaciones con glifosato, tal como aspira el procurador, vendrá muy pronto un fallo de la Corte que le prohíba al Gobierno seguir implementando esa estrategia. El presidente Santos, entonces, enfrenta un dilema difícil: suspende las fumigaciones mediante una decisión del Ejecutivo o espera que la Corte lo obligue a hacerlo. Yo de política no entiendo mucho. Así que no sé cuál es la mejor opción para el Gobierno en este momento.

Fuentes políticas dicen que hay evidencia de que la suspensión de la aspersión aérea de glifosato dispara la producción de drogas ilícitas. ¿Eso es cierto?

El Gobierno menciona el caso del Catatumbo, unos parques naturales y ciertas reservas indígenas en donde no se permite la aspersión y sí han aumentado los cultivos. Lo cierto es que en esas zonas, además de haberse suspendido la aspersión, han confluido una serie de factores que han impedido el control territorial del Estado. En septiembre de 2013, la embajada americana suspendió el programa de aspersión por varios meses porque un piloto de Estados Unidos murió cuando su avión de fumigación fue impactado. No sucede lo mismo cuando mueren los policías y los trabajadores colombianos dedicados a la erradicación de cultivos. En aquel momento y según cifras publicadas entre 2012 y 2013, la aspersión se redujo en un 50% y los cultivos ilícitos no aumentaron. De acuerdo con los datos de la Unodc (por la sigla en inglés de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Crimen), los cultivos ilícitos permanecieron constantes en esa época, a pesar de la reducción significativa en la aspersión.

¿Cuál es la posición del Departamento de Estado de Estados Unidos, de acuerdo con las reuniones a las cuales usted ha asistido como investigador de la Universidad de los Andes?

El Departamento de Estado siempre dice que tienen evidencia de que la aspersión con glifosato es efectiva y no causa daños a la salud. En repetidas ocasiones les he pedido a sus funcionarios que me dejen conocer esa evidencia, pero no ha sido posible. Las personas que hemos estudiado este tema en Colombia, hemos presentado cerca de diez trabajos académicos que muestran que la aspersión no es efectiva y que está generando una serie de daños y costos colaterales muy graves para el país. La respuesta del gobierno americano siempre ha sido que sabe que este método es efectivo, que no genera daños y que va a continuar apoyándolo. De un lado hay evidencia y estudios, del otro, opiniones y comunicados de prensa.

Los voceros de las Farc en La Habana dijeron que apoyan la suspensión del uso del glifosato. En su opinión, ¿ese pronunciamiento hace daño o ayuda en este debate?

Hace un enorme daño que las Farc digan que quieren la suspensión del uso del glifosato. En este punto tengo que decir que muchos académicos que han estudiado el tema no están de acuerdo con mi posición. Trabajos que nosotros hemos hecho muestran que las Farc están involucradas de lleno en el negocio del narcotráfico y que esa actividad es una de sus principales fuentes de financiación. En mi opinión, mientras las Farc no entreguen las armas y abandonen el narcotráfico, creo que discutir la política de drogas con ellos es como poner a un ratón a cuidar el queso.

***

A favor y en contra de las aspersiones con glifosato

La decisión sobre la suspensión o la continuidad de la estrategia de asperjar por vía aérea el herbicida glifosato para combatir los cultivos ilícitos no corresponde únicamente al Gobierno. Al Consejo Nacional de Estupefacientes, órgano competente para emitir el concepto definitivo, pertenecen varios ministros y los jefes de los órganos estatales más poderosos del ordenamiento. Aunque la reunión en que se abordará tan espinoso tema apenas está citada para los próximos días, ya se conocen las posiciones de algunos de sus miembros. En el Consejo tienen voz y voto los ministros de Salud, Alejandro Gaviria, quien expresó su acuerdo con la eliminación del uso del glifosato por las alertas de los científicos en cuanto a sus efectos sobre la salud humana; el ministro de Justicia, Yesid Reyes, que estará alineado con las órdenes presidenciales; el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, cuyo rechazo a la suspensión del método de fumigación aérea con glifosato fue expresado en público; las ministras de Relaciones Exteriores y de Educación, y, además, el fiscal Montealegre y el procurador Ordóñez. El fiscal aseguró que la advertencia de la Organización Mundial de la Salud es clara y hay que acatarla. Y el procurador está en la orilla opuesta.

Investigadores, unidos contra el glifosato

Los investigadores de centros científicos y los académicos difundieron una comunicación en la que apoyan decididamente la suspensión de las aspersiones aéreas con glifosato. Según apartes de su carta, esa eliminación significaría que Colombia al fin “diseñe una política antinarcóticos” que esté por encima de la simpleza del concepto de la guerra contra las drogas. De acuerdo con el grupo de intelectuales, los estudios y análisis de varias universidades aquí y en el extranjero reiteran que la fumigación aérea con herbicidas sobre las zonas en donde están los cultivos ilícitos es “una estrategia dañina, costosa e inútil”. Y añaden que aunque el país ha sido un “laboratorio mundial” en materia de erradicación forzada con glifosato, los resultados en la reducción de producción, exportación y combate al negocio ilegal de cocaína no han sido exitosos sino “mediocres”. Firman, entre otros, Mauricio García Villegas, Francisco Leal, César Rodríguez, Juan Tokatlian, Iván Orozco, Arlene Tickner, Francisco Toumi, Rodrigo Uprimny y Bruce Bagley. El presidente Santos, que ha dicho en dos reuniones públicas que es partidario de la suspensión de este método, no puede aún confirmar que esa intención se convertirá en realidad.

Por Cecilia Orozco Tascón

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