La relación directa de una madre con su hijo va más allá del período de gestación. Así como la nutrición de la gestante es importante para la formación del feto, la alimentación de los cinco primeros años del niño es fundamental para su desarrollo, por lo que esa interacción inicial entre madre e hijo no solo incrementa los lazos familiares, sino además termina siendo decisiva en el desarrollo físico y cognitivo de los menores de edad.
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En Colombia, hay cifras preocupantes en esta etapa: el hijo de una mujer sin educación tiene seis veces más posibilidad de sufrir desnutrición crónica, debido a que por esta condición la madre tiene menores oportunidades de acceder al mercado laboral y, con ello, dificultades para satisfacer la canasta básica.
Algo similar concluye una Evaluación de Seguridad Alimentaria para la Población Colombiana realizada por el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, que determinó que los hogares con jefatura femenina, afrodescendiente o indígena, o en los que el principal aportante de ingresos no tiene estudios o trabaja en la informalidad, son los más vulnerables, lo que junto a otros factores como la falta de agua potable, el saneamiento básico dificultan aun más la situación.
“Una mujer educada es mucho más consciente no solamente de la ingesta del niño, sino del cuidado y la crianza. Muchas de las decisiones que hoy se toman para alimentar a los niños en las familias no son acertadas por desconocimiento y son determinantes en su estado nutricional”, explica Diana Pineda, nutricionista, magíster en Ciencias de la Alimentación y líder de Inversión Social y Generación de conocimiento de la Fundación Éxito, quien añade que las condiciones económicas son fundamentales al tomar estas decisiones.
Una visión macro de la situación evidencia que la mitad de las madres en el país se encuentran en situación de pobreza, de acuerdo con datos del DANE. Mientras que con respecto a la desnutrición, se estima que uno de cada 10 niños nace con bajo peso y, si bien, el año pasado el Instituto Nacional de Salud advirtió que 21.337 menores de edad presentaron desnutrición aguda, de la desnutrición crónica solo se conocen datos de la Encuesta Nacional de la Situación Alimentaria y Nutricional (ENSIN) que se realizó en 2015, que daba cuenta de que por lo menos medio millón de niños la padecían en el país.
“En Colombia es más difícil crecer que nacer. Si un niño nace con bajo peso, inicia la vida con desventaja y es necesario hacer una recuperación nutricional, pero lo más preocupante es que hay niños que nacen con un peso adecuado, que en el camino van perdiendo esa ganancia por temas de crianza y cuidado, así como por las brechas sociales a las que madres e hijos están supeditados”, advierte Pineda.
La edad de las madres también juega un papel determinante en la salud de los niños. Un estudio de la Fundación Éxito encontró que quienes tienen mayor riesgo de padecer desnutrición son los hijos de mujeres que tienen entre 10 y 19 años de edad, por lo que hay una relación directa entre el embarazo adolescente con el estado nutricional de los hijos.
“Cuando hablamos de embarazo adolescente estamos hablando de otra niña para quien es mucho más difícil acceder a los factores protectores y las rutas de atención en favor de los hijos. Esto ocurre porque todavía prima el cuidado de sí mismas e incluso el desconocimiento de qué es lo más acertado para los niños”, asegura la nutricionista.
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¿Por qué preocupa la desnutrición crónica?
A diferencia de la desnutrición aguda, la crónica es un mal silencioso, que deja efectos a largo plazo. Si bien no cobra la vida de niños, sí tiene consecuencias tangibles en sus vidas. Estudios han demostrado que los niños que la padecen por largos períodos de tiempo están en desventaja con el resto en su adultez. Esto podría afectar ámbitos académicos, de trabajo o relación social y familiar.
La desnutrición crónica también afectaría el desarrollo cerebral y físico. La OMS estableció patrones de crecimiento infantil para monitorear y evaluar el estado nutricional de los lactantes y niños en el mundo, bajo los que se determinó que por lo menos 144 millones de menores de cinco años evidencian retraso del crecimiento.
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Según el DANE, en Colombia uno de cada 10 niños nacen con menos de 2.500 gr, lo cual es considerado un alto riesgo para su salud. “Los efectos de la desnutrición crónica no los vamos a notar de manera inmediata. Los veremos en unos años, cuando tengamos mayores deserciones escolares y nos estén preocupando otras cifras sociales en la adolescencia. Estaremos pensando en programas para contrarrestar esas dificultades cuando no nos detuvimos a pensar que el origen de todos estos problemas está en los primeros 1.000 días de vida”, manifiesta la especialista, frente al aumento de las cifras en algunas regiones.
Soluciones
La equidad de género es uno de los caminos que abordan especialistas. Si una mujer gestante, lactante o en proceso de crianza tiene una red de apoyo que le permita abordar la crianza desde el conocimiento y acompañamiento, el desarrollo de los hijos tendrá mejores resultados, por lo que ciudades como Bogotá han impulsado las manzanas de cuidado y espacio que les permitan a las mujeres y cuidadores desarrollarse a escala personal y tener un apoyo cuando lo necesiten.
No obstante, este no es el escenario de la mayoría de mujeres en el país. En promedio, las mujeres colombianas dedican más del doble del tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidado no remunerado del hogar y la comunidad.
Según el DANE, la pobreza monetaria y la pobreza extrema es mayor en las mujeres que en los hombres, por lo que Pineda cree que se requieren medidas preventivas que permitan atender la desnutrición en las mujeres gestantes, pero también reconocer como un problema público los múltiples factores, como el acceso al agua, que pueden llegar a afectar el desarrollo de menores de edad en contextos vulnerables.
Su erradicación depende también de la atención que se les dé a los problemas de inequidad y entender que la relación de las madres con sus hijos va más allá de los nueve meses de embarazo.
Por lo que una buena educación y proteger a las madres es una necesidad al hablar de la niñez y su desarrollo, que finalmente son el capital humano más importante para el progreso del país.