Publicidad

En guerra electrónica

En Colombia opera buena parte de la tecnología de última generación contra el narcotráfico y la guerrilla, incluidos aviones espías bautizados “mosquitos”, “vampiros” y “fantasmas”.

Nelson Fredy Padilla
15 de agosto de 2009 - 10:00 p. m.

¿Por qué dentro de las prioridades de defensa de Colombia está ahora la compra de escuadrones de “aviones plataforma de inteligencia”?  La inquietud surgió luego de un debate el pasado 27 de julio en el salón Viena del Club El Nogal, en Bogotá, sobre el financiamiento del gasto militar en Colombia. En él participaron, entre otros, la ex ministra de Defensa Marta Lucía Ramírez, los ex ministros de Hacienda Juan Camilo Restrepo y Guillermo Perry y el presidente de ANIF, Sergio Clavijo. Durante la charla, promovida por el Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, el viceministro de Defensa para Estrategia y Planeación, Alejandro Arbeláez, reveló los proyectos de inversión que evidencian que el país entró de lleno en la era de la guerra electrónica.

En dos décadas Colombia pasó a ser uno de los epicentros de esta tecnología, según una fuente de primera mano de la Fuerza Aérea Colombiana. El alto oficial, por su especialización en aerofotografía, hace 20 años fue uno de los primeros designados para trabajar en llave con los escuadrones estadounidenses con sede en la Base Howard en Panamá. Para él era divertido volar con agentes de la DEA tras el rastro de narcotraficantes como Pablo Escobar Gaviria y los hermanos Rodríguez Orejuela. “A punta de imágenes aéreas construimos mapas de Medellín y Cali, barrio por barrio, calle por calle, lo que junto a la interceptación de comunicaciones fueron las claves para la captura o muerte de estos delincuentes”. Lo que entonces le parecía de ciencia ficción, hoy sería un juego de niños. Los avances en la tecnología de guerra, en especial desde el aire, han llevado a las Fuerzas Militares de Colombia a adquirir equipos de detección y localización capaces de convertir la noche en día, procesar coordenadas, tomar aerofotografías e imágenes satelitales, utilizar cámaras multiespectro, escáneres, sensores de frecuencias, triangulación por radiogoniometría o dirigir bombas con rayos láser.

Dentro de los anuncios del viceministro Arbeláez estuvo la adquisición de cinco aviones C-208 y dos K-350 que llegarán entre 2009 y 2010 para fortalecer las operaciones de inteligencia del Ejército Nacional. Un presupuesto de $84.778 millones será destinado a la compra de vehículos blindados, en su mayoría tanques último modelo. En estudio hay propuestas de gobiernos como Francia, China y España.

El Espectador estableció que la Fuerza Aérea está en proceso de recibir siete C-208, cinco de los cuales costaron US$60 millones y operarán como plataformas de inteligencia, y cuatro K-350 multipropósito, dos destinados a misiones secretas. También misiles inteligentes por US$38 millones.

Está pendiente la autorización norteamericana para adquirir plataformas de alerta temprana AEW con modelos como el E2-C Hawkeye y la consolidación, antes de 2014, de una red de entre siete y diez radares fijos TPS-78 y otros tácticos para control del espacio aéreo. Según la fuente, “el objetivo es cubrir los claros que dejan los cinco radares TPS-70 que venimos utilizando en las bases de Tres Esquinas, Marandúa, Guaviare, Riohacha y San Andrés”. Además, se activarán bases en Yopal y Leticia.

La Armada modernizará sus cuatro fragatas y dos submarinos con lo último en radares marítimos, sonares y misiles para agua y aire. Mientras la Fuerza Aérea tiende a convertir sus aviones supersónicos K-fir y Mirage en bombarderos contra la guerrilla, la Armada fortalecerá la vigilancia aérea de las aguas continentales con la llegada el año entrante de dos aviones patrulleros, uno de ellos OPV. Estas aeronaves cuentan con el apoyo de un nuevo avión Boeing 767 con el que pueden tanquear combustible en pleno vuelo para operaciones de largo aliento. Así como para la inteligencia hay contrainteligencia, para la guerra electrónica Colombia también adquirió equipos de “contramedidas electrónicas”.

El Senado quiere precisiones

En la base aérea de Palanquero, en Puerto Salgar, Cundinamarca, tienen sede varios de ellos, pero los miembros de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado que estuvieron allí esta semana dijeron que sólo les explicaron el funcionamiento de los K-fir, algunos detalles del controvertido acuerdo de cooperación militar con Washington y “nada de guerra electrónica”. Sin embargo, pedirán información al Gobierno durante la plenaria de este martes en la que continuará la discusión sobre las implicaciones del trasteo de las operaciones de la base de Manta (Ecuador) a siete bases aéreas colombianas.

Precisamente con los US$46 millones que Estados Unidos anunció como inversión para Palanquero se ampliarán las pistas, los hangares y los talleres de mantenimiento y alistamiento de aeronaves colombianas. De ello se servirán por igual los impactantes E-3 Awac y Orion P-3, esos gigantes con la gran plataforma circular de inteligencia en la parte superior del fuselaje que antes venían al país, lo sobrevolaban para operaciones encubiertas pero muy pocas veces se quedaban.

Hoy el panorama es muy distinto a la época de la guerra contra los grandes carteles. Las fuentes del Ministerio de Defensa aseguran que las Fuerzas Militares ya no dependen sólo de las órdenes de rastreo del Comando Sur de los Estados Unidos, sino que elaboran sus propios planes de batalla, sea para operaciones contra el narcotráfico o contra la guerrilla.

Antes los despliegues no se podían hacer con la misma rapidez y efectividad porque, en teoría, la ayuda estadounidense sólo podía ser usada contra la mafia de las drogas y no contra la guerrilla izquierdista. Sin embargo, el panorama cambió luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, ya que “Washington internacionalizó su guerra contra el terrorismo y las Farc son consideradas terroristas y narcotraficantes”.

De “vampiros” y “mosquitos”

Colombia ya tenía escuadrones de aviones espías. Empezó en 1998 con un Schweizer SA2-37B y cinco “vampiros” más llegaron luego por cuenta del Plan Colombia para fortalecer las silenciosas operaciones nocturnas Lanas (Low Acoustic Noise Airbone System). También llegó un “mosquito” RG-8A que la CIA utilizó en 1997 para hacer la inteligencia que permitió al Ejército peruano recuperar la embajada de Japón en Lima y rescatar a 72 rehenes.


En años recientes la Fuerza Aérea incluyó dos Merlin C-26, dos Beech Super King 350, cinco Citation SR-560 y otro tanto de SR-26 “trackers” o rastreadores de aviones sospechosos. Hay una decena de los famosos “fantasma” AC-47T, modernizados con radares para guerra nocturna APG-66. También adquirió una plataforma para “localización e identificación de señales” con el sistema SAR (Synthetic Aperture Radar), mientras el Comando General de las Fuerzas Militares instaló un sistema satelital contratado con la empresa Gilat Satellite Networks Ltd., de Israel.

El Ejército utiliza Bechcraft King B200 para interceptar comunicaciones de la guerrilla y la Armada un Persuader con sistemas infrarrojos y radar APS-504. Estos aviones se pueden identificar por sus narices alargadas y redondas, pequeñas antenas en el fuselaje y sensores y cámaras de aerofotografía en la barriga.

Los militares colombianos que dirigen ahora las operaciones, como el oficial consultado por El Espectador, han sido entrenados en escuelas estadounidenses como el Fuerte Bragg, en Carolina del Norte, y el Fuerte Benning, en Georgia. Allá y aquí se han valido de la experiencia de boinas verdes, rangers, marines, fuerzas delta e Isas, estos últimos “agentes de inteligencia técnica avanzada”.

Pero detrás del mantenimiento, entrenamiento de tripulaciones y operación de equipos hay multinacionales como Lockheed-Martin Corporation y empresas subcontratadas por éstas o por el Departamento de Estado que traen al país a militares retirados. Prestan servicios, con contratos de “alta confidencialidad”, a través de firmas como DynCorp, Integrated AeroSystems y Military Professional Resources, con experiencia en el Golfo Pérsico, Afganistán e Irak. Esto, según la ONG norteamericana Human Rights Watch, viola los compromisos de transparencia a que están obligados el Pentágono y el Congreso de EE.UU.

La clave, según Santos

En la época de la guerra contra Pablo Escobar la dependencia de los aviones norteamericanos era casi total. Las tropas colombianas sólo podían disponer de la información de inteligencia luego de un engorroso proceso burocrático que incluía al Congreso en Washington. Hoy el intercambio de información ocurre “en tiempo real y sobre el terreno”.

Por eso el ex ministro de Defensa Juan Manuel Santos destacó en el documento balance de su gestión 2006-2009 que la guerra electrónica ha sido trascendental para diezmar a la guerrilla dentro del Plan Patriota: “Es precisamente en el uso de la innovación y la inteligencia donde residen buena parte de nuestros mayores éxitos operacionales de los últimos tres años”, “se logró hacer uso de la superioridad material del Estado bajo el principio de inteligencia dominante” y “establecimos nuevos mecanismos de coordinación que potenciaron como nunca la inteligencia de la Fuerza Pública”.

En su informe a la Presidencia y al Congreso, Santos pone como ejemplo la ‘Operación Jaque’ en la que se fundieron todos los avances en guerra electrónica, incluido el uso de aviones no tripulados. El Espectador conoció que la Fuerza Aérea cuenta con un presupuesto de US$17 millones para importar tres de estos aparatos UAV sin piloto.

Es probable la compra de un Boeing Scan Eagle —que fue el que se probó para recolectar información antes de la ‘Operación Jaque’—, un Hermes 450 de origen israelí y otro para entrenamiento. Ya se contaba con un minihelicóptero a control remoto de la firma Neural Robotics, que se usa para la vigilancia de bases y para misiones de reconocimiento.

Otro factor definitivo para esta nueva etapa del conflicto ha sido la sanción de dos leyes: la de inteligencia y la de gastos reservados, que aunque controvertidas por sus implicaciones, le dieron al Ministerio de Defensa más herramientas jurídicas e incrementaron sus inversiones.

Aun así, lo que para Santos es un avance gigantesco, para opositores del Gobierno como el senador Jorge Enrique Robledo no es más que “el ingreso a una carrera armamentista en la que Colombia pierde soberanía y queda sometida a la estrategia de guerra perpetua de Estados Unidos”.

Por Nelson Fredy Padilla

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar