Injertos de piel: la esperanza para las víctimas de Tasajera

El hospital infantil Shriners, de Texas, donó más de 35.000 centímetros cuadrados de injertos de piel para tratar a los pacientes quemados de la tragedia de Tasajera (Magdalena). Emperatriz Vargas, abuela de uno de los pacientes que recibe atención en Bogotá y otro que se recupera en casa, cuenta la incertidumbre que se vive a diario.

Martín Elías Pacheco
23 de julio de 2020 - 03:00 a. m.
Los injertos de piel deben conservarse congelados a una temperatura de -40 grados centigrados.
Los injertos de piel deben conservarse congelados a una temperatura de -40 grados centigrados.

“No sé si aguante ver cómo el niño se encuentra debatiéndose entre la vida y la muerte. El drama que hemos tenido con los muchachos es muy grande. Él está en el Hospital Simón Bolívar, de Bogotá, recuperándose. Le han hecho varios injertos. El 21 de julio le hicieron una cirugía en la espalda y salió rabiando. La doctora me dijo que eso es normal por los injertos de carne que le ponen”, dice Emperatriz Vargas, abuela de Jorge Luis Orozco, de 26 años, una de las víctimas que dejó el pasado 6 de julio la explosión de un camión cisterna en una vía del municipio de Tasajera, Magdalena. Orozco sigue internado y es uno de los pacientes que recibirá un implante, gracias a que el hospital infantil Shriners, de Texas donó más de 35.000 centímetros cuadrados de injertos de piel.

“Al tiempo que cuida de Jorge Luis, Emperatriz atiende a su otro nieto, Eduardo García Vargas, quien también se recupera de las secuelas de las quemaduras que le dejó la explosión. “Mi nieto no puede comer solo porque las manos están heridas. No duermo pensando en ese niño. Con las manos indefensas y una mujer con siete meses de embarazo. Yo no sé si aguante”, dice Emperatriz, con la voz entrecortada, quien tiene 75 años y sufre de presión alta.

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“En la tragedia de Tasajera, ocurrida cuando un camión cisterna se volcó en la vía y varias personas intentaron sacar el combustible que transportaba, murieron en el lugar siete personas, que ya fueron identificadas y entregadas a sus familiares. A ellas se sumaron 38 pacientes que murieron en el transcurso de los 17 días siguientes. Desde entonces el dolor y la desesperanza se respiran a diario en ese corregimiento, o al menos así lo siente Emperatriz Vargas: “Una cosa es contarlo y otra haberlo vivido. Nosotros los veíamos a ellos como en una película de zombis, corriendo prendidos en llamas por la carretera. Al llegar al hospital desnudos, sin orejas, sin dientes, sin pelo. La mayoría de los muchachos cayeron: mis nietos, sobrinos, compadres, vecinos... Esto es un caos. Tiene uno que tener resistencia y mucha fuerza de Dios”.

“Los heridos que revestían mayor gravedad fueron trasladados a hospitales como el Simón Bolívar, de Bogotá, que tiene la unidad de quemados más antigua del país. Cerca del 90 % de los injertos de piel que reciben son suministrados por el Banco de Piel del Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e In novación en Salud (Idcbis), único banco distribuidor de piel en Colombia. “De los 35.000 centímetros cuadrados que recibimos, enviamos 12.000 centímetros para los ocho pacientes que se recuperan en Valledupar y 2.000 centímetros para los cinco que están en el Simón Bolívar. Barranquilla aún no ha solicitado”, detalló Bernardo Camacho, director del banco de tejidos.

“En la unidad de quemados del Hospital Simón Bolívar hay seis pacientes, dos de los cuales están en estado crítico. El nieto de Emperatriz es uno de ellos. “Jorge es uno de los quemados que se encuentra en la unidad de cuidados intensivos con quemaduras del 70 %. Es una extensión tan grande que si no se pone algún apósito externo no se podría lograr que salga adelante. Cuando esto ya pase hay que empezar a autoinjertarlo; es decir, a usar su propia piel para ir cubriendo poco a poco las áreas más profundas. Las quemaduras no son iguales, hay unas superficiales y otras más profundas”, señala Patricia Gutiérrez, médica jefa de la unidad de quemados de la Súper Red, al agregar que a las dos semanas los injertos se deben retirar y si hay mejoría se autoinjerta al paciente; de lo contrario, se vuelve a aplicar piel en las zonas afectadas.

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La donación de piel que hizo el hospital infantil Shriners, de Texas, se logró gracias a la solicitud de la Fundación Shriners Colombia, quienes pidieron apoyo debido a que las reservas del Banco de Piel de Colombia se agotaron, pues durante la pandemia se paralizaron los trabajos de recolección de piel. “Nosotros captamos la piel de donantes cadavéricos, especialmente en los centros hospitalarios. Las familias dan el consentimiento para captar la piel o en algunos casos el paciente en vida ha dejado la autorización para que cuando fallezca se puedan obtener los órganos. Por efecto de la pandemia, no se pudo volver a obtener de tejidos humanos, por precaución”, explicó Camacho.

“La piel del injerto cumple al menos cuatro funciones importantes: sirve como apósito biológico, pues al cubrir una herida esa piel evita que salgan los líquidos hidroelectrolíticos, hace que disminuya el dolor en la zona donde está la quemadura, evita que se infecte esa zona y favorece la reepitelización; es decir la generación de nueva piel, lo que se conoce como cicatrización”, explica Bernardo Camacho.

“El Banco Distrital de Tejidos fue escogido para conservar los injertos de piel porque cumple con los protocolos que exigen las autoridades sanitarias. “Hay una especificación de que la piel se debe mantener congelada a -40 grados centígrados. Venía conservada desde Galveston (Texas) en hielo seco y fue trasladada al banco del Idcbis, donde teníamos un congelador dispuesto para almacenarla y conservarla”, aseguró Astrid Malagón, coordinadora del Banco. De esa misma manera, el sábado 18 de julio fueron trasladados los 12.000 centímetros de piel hasta el aeropuerto Alfonso López Pumarejo, de Valledupar, y luego fueron recogidos por un representante de la Clínica de Alta Complejidad de Valledupar.

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“Entre tanto, Emperatriz Vargas sigue recibiendo noticias del estado de su nieto cada 24 horas. De vez en cuando hacen videollamada, la parte que más la conforta. “Durante la última llamada que tuvimos, lo sentí bastante alentado. Me dijo: ‘mami, yo quiero avanzar rápido para irme para donde están ustedes’”, cuenta la abuela, quien agrega que cuando Jorge Luis Orozco salga del hospital se quedará en casa de una hermana en Bogotá, a 938 kilómetros de Tasajera.

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