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La historia de “La Mocha”, el merengue de Luis Enrique Martínez

La canción se inspiró en los problemas de electricidad de Fundación, Magdalena, en los años cincuenta y en quienes para ese entonces tenían el control del servicio.

Ricardo López Solano
05 de junio de 2023 - 11:19 p. m.
Imagen de referencia. En 1956, Luis Enrique Martínez grabó el tema "La Mocha".
Imagen de referencia. En 1956, Luis Enrique Martínez grabó el tema "La Mocha".
Foto: Cortesía

Antes de entrar en materia, para examinar a uno de los merengues más exitosos, por su impacto puntual, en la carrera musical de Luis Enrique Martínez, “El Pollo Vallenato”, un tema de protesta, aunque divertido y lleno de sarcasmo, me parece conveniente exponer lo más detalladamente posible, lo relacionado a nuestra arribo y establecimiento en Fundación, “La Esquina del Progreso del Magdalena”. Un municipio acogedor, que, en buena medida, contribuyó en mi formación tanto personal como profesional.

Cuando me refiero a las fechas de nuestra llegada, tal como lo detallaré en otros apartes de este ensayo, me sirvió como punto de referencia, no solo para determinar el año en el que se grabó “La Mocha”, sino para desenmascarar a uno de los más oscuros compositores de nuestro folclor, quien, tanto en el exterior como en nuestro país, varios años después de su grabación, registró a su nombre, uno de los temas de mayor relevancia de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba.

Nuestra llegada

El 12 de septiembre de 1955, aproximadamente, con mi madre Dolores Solano de López y mis hermanos José Antonio y Cielo, llegamos de Sincelejo, Sucre, donde residíamos, a Fundación. Deduzco que aproximadamente, porque a los pocos días, según recuerdo, nuestro padre Ricardo López Paternina, nos llevó en tren a Santa Marta. Un paseo para nosotros novedoso, que ocurrió el jueves 15 de septiembre de 1955, tal como a mano alzada (dos meses antes había cumplido 8 años) mi madre lo registró en nuestros álbumes del bebé, como el primer viaje hacíamos en tren.

Y en cuanto a mi padre se refiere, un mes antes de nuestra llegada, ya se encontraba en Fundación, en donde un viejo amigo de Sincelejo, Antonio Pereira, lo había recomendado a Pedro García para que gerenciara los Almacenes Fuentes y García de su propiedad, que contaba con sucursales en Ciénaga y Santa Marta.

El viaje desde Sincelejo a la “Esquina del Progreso” lo hicimos en un bus escalera, las populares chivas de esos años, que fue contratado por mi madre para llevar todo lo referente al menaje de nuestra mudanza.

Como por esa época faltaban varios años para que se construyera la carretera de Barranquilla a Ciénaga, el viaje lo hicimos por carretera destapada, pasando por Salamina, donde pernoctamos en la casa del dueño del bus que nos trasportaba, y luego por Pivijay, horas antes de llegar a Fundación. De Salamina, donde, como a Pivijay, no he vuelto a regresar, recuerdo con nitidez, sus calles de arena. Y de Pivijay, el haber recorrido un puente largo de madera de aspecto inestable, quejumbroso, y por supuesto, poco seguro.

En Fundación nos instalamos en una casa de esquina ubicada entre la carrera 7 y la calle 9, Barrio San Nicolás, que quedaba a una cuadra del almacén Fuentes y García. Esquina que al poco tiempo aprovechó mi madre para instalar un almacén y modistería que bautizó con el nombre de “Almacén y Modistería al Día”. A los pocos meses de nuestra llegada, con dos costureras de nombre Casta y Carmen Lobera, a las que se le sumaron Nilca Linero y su hermana menor, Carmen, fue el comienzo exitoso de la vida empresarial de mi madre.

Este incipiente almacén no solo se dedicó a la costura tradicional, sino que amplio sus tópicos a vestidos de bebés, de primera comunión, de novias, de camisas y de artículos varios, hasta que la esquina quedó pequeña, por lo que nos tocó mudarnos, en 1958, para la Avenida Rafael Hernández Pardo, calle 6. No. 7ª-20, donde hoy queda el almacén “AO Calidad de Vida”, un local inmenso en el que, en la parte de atrás, se encontraba nuestra residencia. En este nuevo local mi madre con el apoyo de mi padre, diversificaron sus productos a muebles, colchones, ropa, calzado, juguetería, joyas y otros artículos menores.

La Mocha

Además de un número incontables de experiencias placenteras que viví en esta acogedora población, recuerdo una que era muy molesta, no solo para nosotros, sino para todos los fundanences en general. Se trata de la planta de energía cuyo voltaje, en las horas de servicio, de 5:00 a 9:00 PM, no era suficiente para obtener una buena iluminación. Situación que llevó a que se activara el espíritu burlón de sus pobladores, que empezaron a comparar la luz que generaban los bombillos o focos, con la que desprendía un tabaco encendido o un cocuyo.

Por estos tiempos, muy pocas casas, incluida la nuestra, contaban con un elevador que solucionaba los problemas del voltaje, y, por ende, los de la iluminación.

La planta de energía a nuestra llegada era de propiedad de los palestinos Nicolás Nassar y Afife de Nassar Moalín, que por faltarle a su cónyuge el brazo derecho que perdió en un accidente en su ciudad natal, la llamaban “La Turca Mocha”. Por esos días, cuando la planta entraba en servicio, todos llenos de júbilo al unísono, gritábamos, “Llegó la Mocha”, y cuando la energía se suspendía por daño, algo corriente, o por haber cumplido el horario establecido, llenos, pero de decepción, y por igual, en coro, gritábamos, “Se fue la Mocha”.

Al año de nuestra llegada a Fundación, 1956, como protesta sarcástica por el mal servicio que prestaba la planta de energía de esta pareja de empresarios, Luis Enrique Martínez, en ritmo de merengue, sello Popular, formato 78 RPM, serial 910, grabó el tema “La Mocha”, un éxito rotundo, cuyo respaldo “Fundación”, de la autoría de Carlos Vélez, uno de los guacharaqueros de Luis Enrique, que con el pasar del tiempo, terminó convirtiéndose en uno de los grandes éxitos que interpretó “El Pollo Vallenato”, y que, como himno de los fundanenses, fue rebautizado como “El Jardín de Fundación”.

“La Mocha”, que como muchos temas de “El Pollo Vallenato” no pasó a LP, no fue de buen recibo por la familia Nassar, quienes apenas los lotes de discos llegaban a sus distribuidores, los compraban para deshacerse de ellos. Una estrategia, que aunque limitó su distribución, no terminó siendo totalmente exitosa, tal como los Nassar lo esperaban, ya que una parte, aunque reducida de estos ejemplares, llegaron al público de este municipio y al de sus vecinos.

La dimensión de popularidad que de manera espontánea alcanzó este merengue fue tal, que la pasta de “La Mocha”, gestión de enlace del cantautor Orlando Nola Maestre, que a mediados de 1995, logré conseguir en Caracolicito, Cesar, reliquias que de manera descuidada, algunos partidos y llenos de telaraña, polvo y cucarachas, que en una caja de madera, con compartimentos, rebosada de discos del formato antes referido, los encontré para mi sorpresa, en un rincón de la cocina de la casa de la señora Benilda Calderón, “Chía”.

La señora “Chía”, de ahí que contara en su haber con tantos discos de 78 RPM, fue propietaria por muchos años, de una cantina, que, de acuerdo con Ismael Rudas, el acordeonero de la agrupación “El Doble Poder”, además de haber abierto el primer establecimiento de este tipo en Caracolicito, también fue propietaria del primer motor que conocieron sus habitantes. Lo que le permitió adquirir un refrigerador, que mantenía lleno con las cervezas más frías que se pudiesen encontrar por esos lares, lo que le valió para hacerse con una nutrida y fiel clientela.

A este pegajoso y divertido merengue, le habían dado tanta aguja, que los surcos se habían profundizado a tal punto, que prácticamente el sonido original se confundía con el sonido carraspeloso de su pasta. Algo que no ocurrió con su respaldo, “Fundación” o “El Jardín de Fundación”. Y por el contrario a este éxito, “La Mocha”, con el devenir de los años, quedó relegada al baúl del olvido.

Este valioso merengue, un tiempo después terminó en manos del coleccionista Oswaldo Sarmiento Pacheco, a quien se lo cambié por un disco de 78 RPM, de la autoría de Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, Don Toba, mi prioridad.

La siguiente es la letra de este legendario y olvidado tema musical:

LA MOCHA

Luis Enrique Martínez

(Merengue)

“Tan bonito que es Fundación/ con bonito orgullo va progresando/ pero pongan atención/ que una sola cosa le está faltando// Fundación lo que le hace falta/ para explicar la cosa/ es tener una buena planta/ para votar a la vieja “Mocha”// Si uno está comiendo/ no alumbra na’/ si uno está bailando/ “La Mocha se va”/ si uno va por la calle/ rabia me da/ si voy por lo oscuro/ no alumbra na’// En mi casa no compro foco/ yo no pago esa categoría/ me dirán que soy loco/ pero en la luz esa plata es perdía// De mi vecino a cada rato yo me equivoco/ se pone a fumar un tabaco/ y a mí me parece que es un foco//” (Coro-Bis)//.

Por esos años, Luis Enrique Martínez se encontraba residenciado en El Copey, Cesar, otra próspera población a la que se llega en bus sin aire acondicionado y por carretera destapada, con polvo en verano a la lata, un polvo que se pegaba en el pelo dejándolo blanco, este recorrido algo tortuoso se cubría en aproximadamente una hora y media.

Luis Enrique, cuando no tenía compromisos en otras poblaciones, con su hermano Chema, para amenizar parrandas, sin aviso y sin contrato previo, llegaba los viernes a Fundación desde El Copey, y regresaba, como temprano los lunes, y lo frecuente, se quedaba anclado en dichas parrandas por varios días, cuando no, por un tiempo indefinido.

Oswaldo Enrique, Quique, García Medina, un prestigioso pintor, en especial de fachadas de casas y de sitios históricos de la “Esquina de El Progreso”, entre ellos la planta de energía de los Nassar Moalín. me contó que Luis Enrique le dio vida a “La Mocha”, en el patio de la casa de una señora que le decían la “Turca” Rosa. Esta casa que quedaba al frente de la vivienda de Fénix López, con su madre Neftalina Romero vivían las dos primeras hijas de “El Pollo Vallenato”, Edith y Gloria, de unos 6 a 5 años respectivamente. Sus paredes que estaban construidas de tabla con techo de paja se encontraba ubicada en el barrio “Las Tablitas”, carrera 5 entre calle 9 y 11, calle que por ese tiempo la llamaban “La calle de los Feos”, la que según la nomenclatura, me aclara Quique, es una carrera y no calle, pero acontece, que por esos tiempos, los fundanences tanto a las calles como a las carreras las llamaban calles. En la puesta a punto de “La Mocha” a Luis Enrique lo acompañaron el Guitarrista William de la Hoz y un cajero al que le decían “El Mono”.

“Las Tablitas”, fue el primer barrio que tuvo Fundación, 25 de julio de 1920. Lo peculiar de su nombre, se debió a que estas casas fueron construidas con tablas y techos de zinc, aunque el material utilizado en algunas de las paredes fue elaborado con muñiga de vaca. En este populoso barrio, se encontraba ubicada la planta de energía de los esposos Nassar Moalín, de la cual aún se conserva buena parte de su estructura.

En “Las Tablitas” vivió Luis Enrique acompañado de su familia, cuando llegaron de El Hatico, Guajira, y mucho antes de mudarse para la finca “Las Carreras de Dionisio de La Cruz Fontalvo, desde donde unos años después, por insinuación del ganadero Sinforiano Restrepo, un parrandero de grandes ligas, quien era dueño de “Betania”, una finca que se encontraba localizada en las cercanías de El Copey, terminó convenciéndolo, para que, familia incluida, entre ellos Chema, se trasladará para esta emergente población. Como ganchos suplementarios para conseguir su propósito, les habló de otros parranderos de largo metraje, a los que Luis Enrique ya conocía. Se trataban de Tobías Pumarejo, su hermano Tito, y Luis Joaquín, “El Negro” Quin, un hijo de Tito, incluyendo en el mismo gancho, a otros importantes parranderos de esta zona. Así las cosas, el “Pollo Vallenato”, su familia, con Chema a bordo, sin pensarlo dos veces, lo primero que hizo, fue comprar un terreno de unas 50 hectáreas, “Tierras Lejos”, que quedaba en las cercanías de las fincas “Bolivia”, “El Otoño” y “El Amparo”, estas dos últimas de Don Toba y de su hermano Tito. Fincas también cercanas a Cuatro Bocas, un caserío en el que se encontraba la cantina de Pedro Romero y su señora Ana Cujia, los que le sirvieron de alcahuete con Doris del Castillo Altamar, la musa de “La víspera de año nuevo”. Parrandas aseguradas.

De mi primer año en Fundación, el recuerdo que guardo de lo que un tiempo después empezó a llamarse música vallenata, parte del Merengue, “La Mocha”. En cuanto al “Jardín de Fundación”, no conservo el más mínimo recuerdo, muy a pesar del reconocimiento que goza hoy en día.

Precisar con toda certeza y por conocimientos de causas, que “La Mocha” fue grabada en 1956, por igual me sirvió, para precisar que “No llores corazón”, de Tobías Enrique Pumarejo, en la actualidad conocido como “Calláte corazón”, fue la primera grabación que Luis Enrique le grabó a este importante compositor, sello Popular, serial 912, 1956, disco que fue grabado cuatro pastas antes que “La Mocha”.

Conocer esta fecha, 1956, desvirtuó las pretensiones de Aquiles Lanao Cotes, a quien, en su libro, “Vallenatología” de Consuelo Araujo Noguera, “La Cacica”, ex Ministra de Cultura, periodista, escritora, cofundadora y presidenta por varios años de La Fundación del Festival de la Leyenda Vallenata, calificó a Lanao como “un profesional de la piratería en el ambiente musical” ¿Razones? Entre otros soportes, casi 5 años después de haber sido grabado este tema por Luis Enrique a nombre de Tobías Pumarejo, con dos mensajes dentro de su contenido dirigidos a su autor, Don Toba, lo registró a su nombre como “Calláte corazón”, en la Sociedad de Autores y Compositores de México (S. A. C. M.), 2 de diciembre de 1960, y meses después, el 14 de junio de 1961, en nuestro país, en la Dirección Nacional de Derechos de Autor (D. N. D. A.).

“No llores corazón”, uno de los temas de estudio de este servidor, y muy a pesar de ser otro éxito de los grandes en la costa caribe, que por cuatro años seguidos no dejó de sonar, es otra canción, al lado de “El Jardín de Fundación”, del que, durante mis primeros años de permanencia en esta ciudad, no conservo el más mínimo recuerdo, de con anterioridad, haberla escuchado.

“La Mocha”, por el contrario, después de sonar y sonar, con el paso de las hojas del almanaque, y con la repotenciación de la planta de energía de “La Esquina del Progreso”, un aporte, entre otros muchos, del gobernador del Magdalena de esa época, el general Rafael Hernández Pardo (septiembre 28 de 1954 a 5 de octubre de 1957), este gran éxito se fue desvaneciendo, para solo quedar como un recuerdo pintoresco de los que vivimos y sufrimos esa etapa de la historia de los fundanences. Pero como nos encontramos en los cien años del natalicio de Luis Enrique Martínez, bien vale la pena volver a traer a la memoria reciente, en especial en la de sus nuevas generaciones, estos gratos, sufridos y divertidos recuerdos… ¡Qué así sea!

Nota: Mis agradecimientos a mi amigo de infancia de Fundación, Martín Segebre, por la información que logró aportarme para poner a punto este ensayo.

Matrimonio de mi hermana Cielo López Solano con Francisco Morales Chisnes, en la que Afife Nassar, “La Turca Mocha”, fungió como madrina de este enlace. Se puede observar en esta toma, como la señora Afife tapa su brazo derecho faltante, en la espalda de mi hermana.

Por Ricardo López Solano

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