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La muerte 'machista' de Silvia Aponte

La escritora más importante de los Llanos Orientales murió en 2014. No dejó la estela de otras muertes del año anterior, pero sí un vacío inmenso en las letras regionales.

Jhon Moreno, Especial 'Periódico del Meta'
15 de enero de 2015 - 02:44 a. m.
La escritora llanera Silvia Aponte. / Cortesía ‘Periódico del Meta’
La escritora llanera Silvia Aponte. / Cortesía ‘Periódico del Meta’

“Llegará un día, mañana que ya es presente, cuando Silvia Aponte eternice en la leyenda de su vida”. Así comenzó Manuel Zapata Olivella el prólogo de La canoa maravillosa en enero de 1992, uno de los 25 libros que escribió Silvia Aponte y con los que se consagró como la escritora llanera más prolífica de todos los tiempos, en una región dominada por la reciedumbre masculina.

Sin embargo, en 2014 su muerte fue casi invisible y, como si la misma parca fuera machista, pasó inadvertida en un país que se dolió al máximo por la partida de hombres como Gabriel García Márquez, Fernando González Pacheco, Roberto Gómez y hasta Gustavo Cerati.

A mediados del siglo XX, en una época en la que los hombres tumbaban manigua para conquistar el Llano, esta mujer logró ir más allá de las cocinas de los fundos para las cuales estaban destinadas las “jembras” de los cincuenta y se dedicó a escribir libros que narran parte de las tradiciones e historias de las sabanas de Arauca, Casanare y Meta. Ni siquiera una artritis severa que le impedía teclear en el computador al final de sus días impidió que siguiera escribiendo, pues dictaba los textos a sus familiares y así continuó produciendo libros.

Esta araucana, autora de textos como Las guajibiadas (su obra cumbre), La canoa maravillosa, Verónica Escalante y Amazona del viento, entre muchos otros, era dueña de una narración sencilla, sin grandilocuencias, pero que reflejaba todas las historias de las sabanas colombianas.

“Era una mujer hermosa en todo el sentido de la palabra. Era una llaneraza. Su vida fue tan coherente como lo que escribió, es decir, transparente, sincera, sin más pretensiones que contar el Llano. Si ella no hubiera escrito esos libros, seguramente muchas historias, como las masacres de los indios que cuenta en Las guajibiadas, no se hubieran conocido”, dijo el escritor Jaime Fernández Molano, uno de sus amigos.

En abril del año pasado, cuando supo de la muerte de Gabo, Aponte le dijo a El Espectador que había seguido de cerca la vida del nobel, en especial el sufrimiento en sus comienzos como escritor, con el cual se identificaba. De igual forma se sentía cercana a él, pese a que nunca lo conoció personalmente, porque sus principales libros empezó a escribirlos con lo que contaban sus abuelos.

“También yo me inspiré en las narraciones de mis abuelos y padres para escribir mis textos. Gabriel García Márquez reconstruyó todas esas historias y creó ese mundo que hoy todos saben que existe en Macondo. Lo que lo hizo grande fue que nunca olvidó las historias de sus abuelos y esa fue su materia prima, al igual que lo hice yo”, dijo Silvia Aponte en ese momento.

Pero mientras los hombres podían dedicarles su tiempo a tertulias intelectuales en La Cueva, esta mujer abrió los caminos para la literatura llanera cuando ni siquiera había editoriales en el Llano. Fernández Molano recuerda que, gracias a que en los setenta ganó el primer y el segundo puestos con dos de sus obras en un concurso departamental, publicó sus libros y se fue llano adentro de Arauca, Casanare y Vichada a repartir los textos entre estudiantes de colegios.

“Yo no soy la autora de los libros, lo único que hago es escribirlos. Los verdaderos autores son las personas del campo, los llaneros que habitan las sabanas adentro y han vivido muchas de esas historias”, repetía constantemente en público Silvia Aponte, quien seguía imaginando mundos maravillosos, pero todos tan reales como los hatos y las sabanas donde pasó gran parte de su infancia.

A pesar de la artritis, cuando de contar las historias de los llaneros se trataba no tenía impedimentos ni limitaciones. Hace ocho años, con 68 años, empezó a recorrer el Llano para hacer entrevistas, recorrer escenarios, escuchar cuentos y escribir Amazona del viento, una novela basada en la vida real y que publicó en 2008.

“A pesar de no tener mayor formación académica, ni formación en técnicas literarias, fue quien escribió la historia oral de los Llanos, y ese es el gran aporte que hizo a la literatura, no sólo llanera sino colombiana”, explicó Fernández.

A las 8 de la mañana del domingo 31 de agosto, con 75 años, murió en una clínica de Bogotá. Su deceso pasó inadvertido para muchos, incluso los mismos llaneros, tal vez porque la misma muerte suele ser machista.

Por Jhon Moreno, Especial 'Periódico del Meta'

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