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A través de mis investigaciones que por más de cuarenta años he llevado a cabo alrededor de este tema con entrevistas con su autor, Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, con su musa, Doris del Castillo Altamar, con su alcahuete, Pedro Romero Álvarez, entre otros personajes contactados, encontré que la aventura de amor que vivieron su autor y su musa se encuentran narradas en las estrofas y versos originales que hacen parte integral de este himno inmortal navideño que este año cumple setenta y cinco años -sus bodas de brillantes- de haber sido creada.
“La víspera de año nuevo”, en lo que respecta a su melodía y a la construcción y calidad de sus versos y de sus estrofas, es una obra maestra de nuestro cancionero de Navidad y Año Nuevo que año tras año seguirá discurriendo en nuestro ambiente navideño para siempre.
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Bueno, no se diga más, y partiendo de la versión original y no de la modificada del “Jilguero de la Sierra Nevada de Santa Marta”, entremos en materia.
Primera y segunda estrofa:
La víspera de año nuevo
estando la noche serena
la familia ha quedado con duelo
y yo gozando la morena.
Primera noche de enero
yo me felicité bien
ella dijo vámonos ligero
yo te quiero complacer.
Cuando Doris del Castillo Altamar, en la noche del 22 de diciembre de 1945, alrededor de las 10:00 de la noche se fugó con su amado, tan solo por la mañana fue que su familia se vino a enterar de que el interés de Tobías Enrique no se centraba en Marina una de sus hermanas, con la que más congeniaba y conversaba, sino en Doris.
Los amoríos entre Doris y Pumarejo, que hasta entonces se habían alimentado por correspondencia a través de su amigo y vecino de finca, Pedro Romero, se habían iniciado un año atrás, cuando Doris con 15 años lo hacía estremecer cuando cruzaba frente a su casa ubicada en “El Otoño” (finca aledaña a El Copey, Cesar), mientras que con movimientos cadenciosos se dirigía hacia el caño Las Babillas, un afluente del río Ariguaní, donde solía bañarse y buscar agua para llevar para su casa.
Pero, cuando Doris en plan de estudio se trasladó a Caracolicito, Cesar, su noviazgo con Tobías no solo continuó fortaleciéndose por medio de las ya consabidas cartas que iban y venían, sino por el derroche de ingenio del que se valió su fiel enamorado en sus improvisadas visitas quincenales.
En una revista de la época de nombre “Para Mi” le decía en sus visitas a Doris: “señorita présteme su revista”, y dentro de sus páginas encontraba la carta de su pretendiente, que con un movimiento imperceptible de sus dedos guardaba en uno de sus bolsillos, y que en el mismo lugar colocaba la suya. Y luego, tras simular leer la revista, se la devolvía a Doris, que, después de ojearla, se la llevaba hacia su pecho con todo el sigilo de este mundo, sacaba la carta que momentos antes su novio había depositado en ella y la colocaba en medio de sus senos.
Tobías Enrique empezó a proponerle a Doris que se fueran a vivir juntos. Doris se las ingenió para hacerle el quite a todas y cada una de sus persistentes propuestas. Pero todo cambió cuando su familia descubrió lo de sus amoríos. Alicia la hermana mayor, la que hacía de madre sustituta desde la muerte de su mamá hacía cinco años, correa en mano le dio varios pencazos a Doris dejándole varios moretones en sus piernas. Doris dolida en su amor propio, esa misma mañana le envió a Tobías un papelito en donde le informaba del castigo que había recibido por parte de su hermana, agregando que se encontraba dispuesta a irse con él (para complacerlo, ahora sí) esa misma noche. De ahí los dos últimos versos de la segunda estrofa de esta hermosa canción:
Ella dijo vámonos ligero
yo te quiero complacer.
Y aunque Doris desde hacía cinco años se encontraba de luto por la muerte de su madre, luto que dejó una vez que se establecieron en Caracolí donde pasaron parte de su luna de miel, lo que me contó Doris, al igual que me lo ratificó Tobías, es que los que habían quedado de duelo era la familia de ella, ya que la niña mimada de la casa, la hermana que más querían y protegían, la pechichona, se había escapado con un pretendiente al que no le veían futuro alguno. De ahí el tercer verso de su primera estrofa:
La familia ha quedado con duelo
y yo gozando la morena.
Si nos atenemos a la fecha en la que se dio la aventura entre Doris y Pumarejo, 22 de diciembre de 1945, y la fecha que empleó para darle vida a la canción sometida a análisis, 31 de diciembre (víspera de año nuevo de ese mismo año), la diferencia entre las fechas es válida como recurso poético, ya que si su autor se hubiese atenido a la fecha real, el éxito de la canción como tal, no se hubiese dado. Y en cuanto a los hechos reales, estos los invierte. Lo acontecido en los dos últimos versos de la segunda estrofa: “ella dijo vámonos ligero/ yo te quiero complacer/”, se dio primero, en la mañana del 22 de diciembre, y en la canción figura como ejecutada en segundo lugar, en las primeras horas de la noche del amanecer del día 1° de enero del siguiente año: “Primera noche de enero/ yo me felicité bien/ ella dijo vámonos ligero/ yo te quiero complacer/”.
En cuanto a los dos últimos versos de la primera estrofa: “la familia ha quedado con duelo/ y yo gozando a mi morena/”, se dio en segundo lugar después de la “complacencia” y de la urgencia “vámonos ligero” que apremiaba a Doris para fugarse con Tobías Enrique. Lo que aconteció en la mañana del 23 diciembre cuando sus hermanos en el momento de levantarse se percataron que Doris se había marchado de la casa: “La víspera de año nuevo/ estando la noche serena/ la familia ha quedado con duelo/ y yo gozando la morena”.
Sucede que Tobías se trató de un poeta adelantado a su tiempo. De ahí que, con antelación, pudiese intuir lo que años más tarde expresó el escritor argentino Jorge Luis Borges, El Tiempo, Lecturas Dominicales del 1° de septiembre de 1985:
“En el poema, la cadencia y el ambiente de una palabra pueden pesar más que el sentido”.
O cuando Borges igualmente pronunció, Ignacio Iribarren, El Universal de Cartagena, febrero 25 de 1985:
“El pleno goce de la obra de Kafka como el de tantos otros, puede anteceder a toda interpretación y no depende de ella”.
De ahí que un Pumarejo no se dignó a seguir al pie de la letra la narrativa juglaresca tradicional basada en el orden y en la ocurrencia de los hechos en el tiempo. Por el contrario, lo que hizo fue aprovechar los artilugios y las libertades que confiere la poesía pura para trocar a su gusto y sin limitación alguna la estructura, la dinámica de la ocurrencia de los sucesos en el tiempo. Y sin que por ello la cadencia de sus estrofas y de sus versos en sus canciones y el acontecimiento de los hechos reales llegasen a perder su esencia y su significado. Por el contrario, debido a las libertades que se dio en este sentido, logró potenciarlos. De ahí que pueda considerar que en la música vallenata Tobías Enrique al componer su obra cumbre, “La víspera de año nuevo”, fue el creador de una nueva perspectiva, como ha bien podría bautizar esta nueva corriente musical: “La narrativa poética”, o en su defecto, “El lirismo poético mágico”. Que no sería otra cosa que la de jugar con la narrativa, el tiempo y los acontecimientos, lo que hasta ese momento no había sido propuesto otro compositor vallenato de su tiempo.
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Y es que si Tobías Enrique se hubiese apegado a los tiempos reales de ocurrencias de los acontecimientos, las dos primeras estrofas de este inmortal tema, hubiesen quedado estructuradas de la siguiente manera:
La víspera del 23 de diciembre
estando la mañana serena
ella dijo vámonos ligero
yo te quiero complacer.
En la noche del 23 de diciembre
yo me felicité bien
la familia ha quedado con duelo
y yo gozando a mi morena.
Muy a pesar de haber relacionado en estas dos estrofas los hechos tal cual como se dieron en la realidad y de haberlos dispuesto en el orden de ocurrencias que les corresponden, el menoscabo de su calidad estructural y fonética es evidente, un desastre total. Así las cosas, si este tema hubiese sido grabado en estas condiciones gramaticales, ahora reposarían, como una curiosidad en los archivos sonoros de algunos coleccionistas.
En conclusión, si Tobías Enrique no hubiese recurrido a este artilugio poético, “La víspera de Año Nuevo”, entonces titulada con otro nombre, “Gozando con mi morena” no hubiese alcanzado jamás la dimensión y las cotas que la llevaron a convertirse en ese himno navideño que año tras año no deja de sonar en todas las emisoras de Colombia y de muchos países latinos. Pero las circunstancias lo ameritaron, ya que la aventura en la que se vieron involucrados sus protagonistas se dio hacia finales de diciembre, con Pumarejo el 31 de diciembre de ese año atrapado en Los Venados, Cesar, inmerso en una parranda monumental, su punto débil. Cercado por sus amigos, que nunca le permitieron regresar a Caracolí, Cesar, donde en el fondo ansioso quería estar con su amada y en donde Doris lo esperaba.
Tercera estrofa:
Te quiero felicitar
con el cuerpo y con el alma (bis)
año nuevo lo quiero pasar
junto contigo allá en la cama (bis)
Tobías en una entrevista que le hice el 7 de diciembre de 1994 en Barranquilla me expresó lo que para él significaron Elvira Martínez, la musa de “Siete de enero”, “Sabana sananjera” y las segunda parte de “Calláte corazón” y “Mírame fijamente”. Igualmente me habló de María Martha Samper, la musa principal de “Calláte corazón” y de Doris del Castillo Altamar, la musa de “Gozando con mi morena” o como hábilmente la bautizó Toño Fuentes, todo un acierto, “La víspera de año nuevo”.
Doris, que por ese entonces había cumplido 16 años, descollaba como una flor en un radiante amanecer de primavera. Y Pumarejo, a quien la naturaleza lo dotó de una masculinidad impresionante, excelso regalo de los dioses pudo recordar ese día, y con lujo de detalles, el disfrute irrepetible de todos y cada uno de aquellos momentos íntimos, disfrute compartido por igual, que vivieron en el tráfago de los días que le siguieron a su inesperada y precipitada fuga. De ahí que en la víspera de ese año nuevo que se avecinaba, 1946, con Doris en Caracolí y con Tobías en Los Venados, aunado con ese apremio suyo que le quemaba por dentro y que lo urgía por compartir sus caricias con su amada, pero al tiempo acicateado por sus amigos para que continuara sumergido en el fragor de la parranda, desbalancearon la balanza en contra de Doris pero a favor de esta grandiosa creación de navidad y año nuevo, “en hora buena”. Y entonces, como para apaciguar su desasosiego, no le quedó otro recurso, para desbordar sus más recónditos deseos hacia su juvenil pareja que en la distancia lo esperaba, que transformar su ansiedad en versos y estrofas de sentida y cruda realidad y belleza. Como quién dice, yendo al grano. De ahí la tercera estrofa:
Te quiero felicitar
con el cuerpo y con el alma
año nuevo lo quiero pasar
junto contigo allá en la cama.
“Allá en la cama”. Léase bien. Y es que Tobías Enrique en Los Venados y Doris en Caracolí, en ese momento de premura y a la vez de impotencia, lo que menos se le podía ocurrir era dar un paseo con su amada por las sabanas del Diluvio y Camperucho, lo que él en realidad deseaba era disfrutar de sus favores en la intimidad absoluta.
Me imagino la malicia con la que Pumarejo les cantó a sus amigos de parranda esa noche en Los Venados, esa estrofa recién construida, “año nuevo lo quiero pasar junto contigo en la cama”. Malicia que no debió diferir para nada, cuando también en parrandas cantaba los dos últimos versos de “La sabanas del diluvio”, cuando muerto de la risa en vez de decir: “mi morena parece un capullo/ por eso la quiero y la arrullo”, decía: “mi morena parece un capullo/ por eso la quiero y la puyo”. O cuando remataba la última estrofa de esta pegajosa canción: “Tate quieto, tate quieto/ tate quieto vaya pues/ que lo dice la morena/ siempre nos vamos a cogé/”.
El vocablo “cama” fue suavizado en el momento de su grabación por la inteligente mediación de Antonio Fuentes, de ahí que en el primer prensaje de estos discos, 78 RPM, aunque no intervino en los arreglos melódicos, el que lo hizo fue Juan Esquivel Camargo, el director de los Trovadores de Barú, agrupación con la que se grabó este tema, pero a pesar de ello, Toño Fuentes anexó en su sello, “Arreglo musical de Toño Fuentes”. De su parte el dueño de esta famosa casa disquera lo único que hizo además de dejar por fuera varias estrofas, fue la cambiar el vocablo “cama” por el vocablo “sabana”, palabra esta última, que hace parte integral de una de las estrofas que quedaron por fuera de este transcendental tema, las que no fue posible incluir ya que excedían el tiempo de grabación de las pastas de esa época, las que no debían sobrepasar, aproximadamente, de los 2:30 minutos. Así las cosas, el cuarto verso de la tercera estrofa quedó construido de la siguiente manera:
Año nuevo lo quiero pasar
junto contigo en la “sabana”.
Coro excluido de la grabación de Guillermo Buitrago:
Yo quiero gozarte
y que tú me goces
feliz año nuevo
para los dos.
Yo quiero gozarte
y que tú me goces
feliz año nuevo
y viva Dios.
Tal como lo comenté en el párrafo anterior, en la primera estrofa del coro Tobías Enrique volvió a hacer alusión al goce compartido con su pareja. Y, como si el gozo anterior fuera poco, en la segunda estrofa no solo plasmó nuevamente la exaltación de la felicidad compartida con su compañera de aventura hacia el nuevo año que se avecinaba, sino que, como creyente, le da vivas a Dios por bendecirlos con tanta dicha.
Cuarta estrofa excluida de la grabación de Guillermo Buitrago:
Bonitas son las “sabanas”
del Diluvio y Camperucho
sabanas privilegiadas
por eso las quiero mucho.
A destacar que, del primer y del tercer verso de esta estrofa, la cuarta, fue de donde Toño Fuentes tomó el vocablo “sabana” que reemplazó por “cama”, palabra que a Toño no le sentó nada bien.
La finca “Santa Elena”, herencia de su madre Elena, se encontraba ubicada en la sabana de Camperucho, que colindaba con la sabana del Diluvio, en donde Tobías Enrique, en especial desde que enviudó de su primer matrimonio en 1930, pasó buena parte de su juventud, hasta cuando formalizó, en 1940, cerca Caracolicito y El Copey en la finca “El Otoño”. Y como buena parte de su luna de miel la pasó en Caracolí, población colindante con estas dos sabanas, al igual que en “Santa Elena”, entonces, ¿por qué no incluirlas en su canto?
Quinta estrofa también excluida de la grabación de Guillermo Buitrago:
Yo les digo a mis amigos
muchachos gocen la vida
si la muerte me llama le digo
déjame gozar amiga.
Fue tanta su exaltación por el goce compartido con su compañera, que Tobías Enrique les aconseja a sus amigos que gocen la vida por igual, y de paso le pide a la muerte que no se inmiscuya en su goce temporal, que de momento lo que quiere es gozar, gozar y gozar y seguir gozando a su morena. Y es que la vida le pareció, en ese lapso de tiempo, tan corta, que, a su entender, no valía la pena desperdiciarla en trivialidades.
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Vale la pena acotar que esta última estrofa con una pequeña modificación fue incluida en la grabación que Julio Cesar San Juan “Buitraguito” llevó a cabo con los Piratas de Bocachica en 1950, y que posteriormente también grabó Bovea y sus vallenatos interpretada por Alberto Fernández, “Época de oro de Bovea y sus vallenatos”.
Dos años antes de fallecer “Buitraguito” tuve la fortuna de entrevistarlo, y cuando le pregunté que a quien le había escuchado esta estrofa, lo que me dijo fue que en la Emisora Atlántico de Barranquilla, en dos de sus presentaciones se la había escuchado cantar a Guillermo Buitrago.
Sin lugar a duda, esa es mi conclusión, “La víspera de año nuevo”, no es más que una oda, una exaltación sublimada de un goce íntimo y compartido por igual. Ese goce desbordado de frenesí al lado de su joven pareja, Doris, y que, en la distancia, la de la parranda, aunada a la presión de sus amigos de farra terminó por diluir. Y es que sus amigos, como una barrera infranqueable, momentáneamente los separaron de ese goce delirante, que solo a ellos se les permitió vivir con tanta intensidad.
Y para Tobías Enrique Pumarejo Gutiérrez, el maestro de maestros de la composición vallenata, ese poeta sublime e innovador de nuestro folclor que nos ha dejado como herencia este inmortal tema, no es más que agradecerle este regalo, regalo eterno que en todas las navidades y vísperas de año nuevo desde hace 75 años, nos llena, no solo de nostalgia, sino de una alegría inmensa.