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Ayda Portilla, Maura Córdoba, Gloria Arteaga y Luciano Mavisoy celebran ser cuatro de las 22.310 personas que sobrevivieron a la peor tragedia que ha vivido Mocoa en su historia reciente, pero también enfrentan una etapa de duelo por las pérdidas humanas y materiales que los obligaron a empezar su vida nuevamente. Lo perdieron todo: hasta 15 familiares, las casas por las que trabajaron durante décadas y ahorros para los estudios de sus hijos. (Lea aquÏ “La entrega de 100 casas en Mocoa será un acto protocolario, no real”: líder comunal)
Después del 31 de marzo de 2017 nada volvió a ser igual y gracias al apoyo de organizaciones como la Cruz Roja han logrado sobreponerse y emprender para poder alimentarse, vestirse y dormir bien. Laura Henao, psicóloga de la Cruz Roja, asegura que la salud mental debe ser una prioridad en este momento en Mocoa y el emprendimiento puede contribuir a mejorarla. (Vea aquí: Fotos de Mocoa, un año después de la avalancha)
“Un duelo no se supera, es un proceso de elaboración que te permite llegar a una aceptación de que lo que perdiste ya no está y que debes aprender a vivir con ese sentimiento. Hay diferentes estrategias que buscan cambiar ese pensamiento negativo y hacer una resignificación. Un negocio nuevo y una casa nueva pueden contribuir a esto. Pero es importante contar con más profesionales con experiencia con población afectada por emergencias. Este proceso puede tardar hasta cinco años y diría que entre el 60% y 40% de la población afectada en Mocoa no ha elaborado el duelo”, asegura Henao.
Unas 379 familias recibieron por parte de la Cruz Roja $4.000.000 para sacar adelante su emprendimiento. Cuatro de ellas cuentan a continuación cómo sobrevivieron a la avalancha de hace un año y de qué se tratan sus negocios.
Ayda Portilla: “el campo me devolvió la vida”
“Esa noche llovía demasiado. Yo estaba con mis dos hijas, mi yerno y mi nieta de 6 meses. Lavé el tanque para recoger agua y me acosté a dormir. A las 11p.m. llegó el papá de mi hija a despertarme. ‘Abran la puerta que se salió la quebrada Taruca’, gritaba desesperado. Cuando me levanté, sentí con mis pies que todo estaba mojado. Las olas de agua arrastraban neveras, carros y lavadoras. Nos refugiamos en el segundo piso de mi casa y no sé cómo nos salvamos, la mitad del primer piso quedó destruido. Todo se estremecía y la casa se sentía como una hamaca. Antes nosotros decíamos: ‘qué rico cuando llueve porque uno duerme mejor en la noche, pero le tememos a la lluvia. Mi hija de 8 años ya no puede vivir sola.
Había comprado esa casa hacía ocho años. El primer piso lo compré en $28.000.000 y construí con mis ahorros la segunda planta. Ahora vivo en la casa de mi hermana en una finca en el sector Villanueva, porque los $250.000 mensuales de subsidio que da el Gobierno para el arriendo no me alcanza para nada. Mi esperanza está puesta en mis los pollos. No creo que me vaya enriquecer, pero es un apoyo para mi familia y así tenemos con qué comer. Tengo Tengo entregas a supermercados, 50 diarios a veces hasta 100”.

Maura Córdoba: “la zapatería es un arte”
“Vivo en la Independencia, a la señora Rubiela zambrano se le metió el agua y la avalancha se le llevó la tiendita. Yo la vi bajar desde mi casa. Mi hijo fue el que me sacó de la casa a la 1a.m. me fui al hospital porque mi hermana me dijo que a los pies de ella habían decenas de muertos. Mi sobrina, su esposo y sus niños murieron en la avalancha, así como, mis primos y sus familias. En total perdí a 15 familiares. Yo estaba mal psicológicamente, además de ver que mi negocio de zapatería se dañó y que los ladrones se llevaron lo poco que había quedado. Yo retorné a mi casa porque no tengo dinero para irme a otro lado. Cuando llueve me salgo a cualquier sitio, pero no me quedo en el barrio.
Abrí un nuevo local de zapatería en el barrio José Homero, compré materiales, la máquina, y ahora mis hijos pueden trabajar conmigo. Podemos salir adelante así nos falten muchos materiales. No nos ha faltado la comida ni el vestuario. La zapatería es un arte, mi esposo empezó esta tradición y nosotros nos le unimos”.

Gloria Arteaga: “trabajé por mi casa durante 16 años”
“Mi mamá me dejó en herencia un lote en La Independencia y ahí inicié a construir mi casa gracias a un crédito del banco. Llevaba año y medio viviendo en ella. La noche del 31 de marzo, mi hijo y mi hermano me dijeron que saliéramos y buscáramos un refugio, pero yo creía que la lluvia era normal y no me quería mojar. Al final, salimos por una orilla de la casa y el agua me llegaba hasta el cuello. Un vecino me dio la mano y yo solo pensaba en que no sabía nadar. Nos quedamos en una casa donde habían otras 50 personas. Mi casa se la llevó por completo la avalancha.
Estoy viva y lo agradezco, pero perdí la vivienda por la que trabajé 16 años. Así como la ropa que había comprado para que mi hijo entrara a la universidad y una alcancía con $700.000 para sus estudios. El subsidio de arriendo del Gobierno es de $250.000 y el alquiler de este apartamento cuesta $380.000, además hay que pagar la matrícula de mi hijo y las cuotas de $410.000 del crédito del banco. Soy auxiliar de enfermería, pero ahora tengo un negocio de venta de calzado. Llego en las noches de mi trabajo y recorro las calles vendiendo los zapatos. Este negocio me ha ayudado a completar el pago de los gastos”.

Luciano Mavisoy: “queremos enfoque diferencial para indígenas”
“Tengo una tienda con la que he podido sostener a mi familia. El 8 de agosto salimos del albergue donde estábamos y arrendamos una casa por el puente amarillo, pero el polvero llegaba hasta la cocina. Así que, desesperados, hicimos un préstamo en el banco y reconstruimos mi casa a pesar de que la alcaldía dice la demolerá. Hemos vivido aquí 40 años y las casas que da el Gobierno no tienen en cuenta el enfoque diferencial, no tienen en cuenta que no queremos lujos, sino un patio donde podamos sembrar nuestras plantas medicinales y tener animales.
Perdí un nietecito de dos años. Los papás lo sacaron de la casa y lo llevaron hasta otra más alta para ponerlo a salvo, pero fue la primera a la que destrozó la avalancha. Aún no aparecer el niño. Y de parte del gobierno local no hemos tenido apoyo de nada. Hemos salido adelante gracias a ayudas humanitarias de organizaciones indígenas y de la Cruz Roja”.
