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No me veo en Estados Unidos, tengo miedo de seguir para arriba: relato de migrante

Axel, de 28 años, salió de Honduras huyendo de las pandillas que lo intentaron reclutar. Además de los robos en el camino, entre las principales tensiones ha estado huir de migración.

22 de octubre de 2022 - 12:45 a. m.
Imagen de referencia. La extorsión es una de las
principales causas de desplazamiento interno en Honduras, según el Comisionado Nacional de Derechos Humanos.
Imagen de referencia. La extorsión es una de las principales causas de desplazamiento interno en Honduras, según el Comisionado Nacional de Derechos Humanos.
Foto: Eder Rodríguez
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La migración masiva hacia el norte de continente no solo se ha dado por haitianos y venezolanos. De Centroamérica, miles de nicaragüenses, salvadoreños, guatemalteco han salido de sus países a causa de la violencia, la extorsión, el reclutamiento de pandillas y la falta de oportunidades, que se recrudeció con la pandemia.

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De acuerdo con Médicos Sin Fronteras (MSF), en la frontera sur de México la persecución y la criminalización de las personas migrantes por parte de las autoridades mexicanas es continua, así como las múltiples vulnerabilidades que se presentan para los migrantes en el camino. “En las consultas médicas, de salud mental o trabajo social son recurrentes los relatos de hombres, mujeres y menores que son despojados de sus pocas pertenencias, obligados en ocasiones a quitarse la ropa, o son agredidos física y sexualmente”.

La siguiente es la historia de Axel, de 27 años, quien salió de Honduras luego de que los maras lo intentaron reclutar, una de los relatos recogidos por Médicos Sin Fronteras en los equipos móviles de atención que se tienen en el sur de México.

La historia de Axel

Hace 10 días que salí de Honduras por las pandillas. Las maras me dijeron que si yo no trabajaba con ellos me iban a matar o le iban a hacer daño a mi familia, y por eso decidí venirme para acá. Tuve que salir en la noche porque ellos tenían vigilada mi casa. Habían salido algunos de “los grandes” (líderes) de la cárcel y querían que me metiera en la pandilla. Llegaban a la casa a decirme que trabajara con ellos o si no me iban a matar.

Soy barbero, cortaba el pelo. Al principio, llegaban a la barbería a que les cortara el pelo, pero un día me mandaron llamar y me pidieron que trabajara con ellos, como no quise, tuve que venirme para acá.

Dejé a mi papá, a mi mujer y a mi hija de cinco años. Moví a mi hija y a mi esposa para otro pueblo para que no les pasara nada. Me siento muy triste por haberlas dejado. Antes de venir más o menos sabía cosas de la ruta, sabía que era un camino difícil, con riesgos. No ha sido fácil el viaje.

Entré a México por La Técnica, avanzamos y antes de llegar a Palenque nos corretearon unas personas que se esconden en la selva y piensan que nosotros traemos dinero. A mí el dinero se me terminó allá abajo y he venido así, sin nada. También he librado varias persecuciones de las autoridades. Hace unos días, como teníamos hambre, agarramos un garrobo (especie de iguana). Lo preparamos con limón y sal. Hicimos una fogata y nos metimos a bañar al río. Estábamos esperando a que se terminara de cocinar cuando de repente llegó Migración.

Nos tiramos para el otro lado del río y nos subimos por unos cerros. Tuvimos que dejar las mochilas con los teléfonos y todo lo que traíamos. Se lo llevaron todo, algunos quedamos descalzos, otros en chancletas. Cuando agarramos camino otra vez, vimos que habían tirado todas nuestras cosas, menos los teléfonos. Hace rato agarraron a los que venían conmigo, ahora ando solo.

Cuando llegué a México estuve tres días enfermo en la selva de Tabasco. Tenía escalofríos, dolor de cabeza, fiebre e infección en la garganta, creo que por el agua y el clima. Gracias a Dios me siento mejor. Me atendió el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Chancalá sin cobrarme un peso. Quiero pedir un permiso y vivir aquí en México y, si tengo suerte, traer a mi familia porque a mi país ya no puedo regresar. No me veo en Estados Unidos, tengo miedo de seguir para arriba. La frontera norte está más peligrosa, allá están los carteles grandes de la droga.

Me siento muy triste, solo Dios sabe lo que va a hacer. A veces uno dispone, pero Dios es el que tiene la última palabra. Quisiera tener un lugar en donde estar. Tengo mi máquina para cortar el pelo y quedaron de conseguirme un trabajo cuando llegué a Palenque. Sé que con mi trabajo me defiendo, pero necesito un techo. No se puede trabajar y dormir en la calle, porque te arriesgas a que te levanten, el crimen o Migración. Espero tener un futuro mejor para mí y mi familia y que nos abran las puertas y quedarnos a vivir aquí. Quisiera regularizar mi situación, a ver qué pasa. La trabajadora social de MSF me dijo que eso se hace en Palenque, ahí hay una oficina de Comar, está a unas horas caminando, pero está muy difícil llegar allá sin encontrar retenes. Pienso seguir caminando por los montes y jugar al gato y al ratón.

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