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Opinión / Civilización y barbarie

Un visión sobre los enfrentamientos entre Carlos Bolívar y Héctor Parra en la Universidad Francisco de Paula Santander, en Cúcuta.

Renson Said

02 de octubre de 2022 - 07:03 p. m.
La Universidad Francisco de Paula Santander tiene su sede en Cúcuta.
Foto: Óscar Pérez
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El espíritu de toda universidad pública debería ser el cultivo de la curiosidad, la pasión por el conocimiento, la rebeldía, el inconformismo. Todo dirigido hacia un propósito común: la construcción de un país más justo hecho a la medida de los retos histórico del presente. Eso sería la civilización. Lo contrario sería la barbarie, es decir, que la universidad sea un antro, una baratija más del sistema mercantil, una quincalla cuyos propietarios solo ven la rentabilidad y la acumulación de poder. De un poder deleznable. No recuerdo quién dijo que el estudio es una pasión, no una profesión, una aventura y un riesgo, no una carrera, un fuego, no un acto burocrático, el desafío de la libertad.

Digo esto porque en la Universidad Francisco de Paula Santander, de Cúcuta, vienen enfrentándose desde hace rato la civilización contra la barbarie. La civilización representada en Carlos Bolívar (un joven que de manera heroica y solitaria ha liderado una lucha contra la corrupción al interior del Alma Mater) y Héctor Parra, o sea, la barbarie, que lleva 20 años atornillado en la rectoría y ha corrompido a la universidad al punto de que se rumora que paga hasta 30 millones de pesos por voto en el Consejo Superior Universitario para perpetuarse en el poder.

Los enfrentamientos entre Bolívar y Parra son famosos en la ciudad de Cúcuta. Bolívar ha hecho huelgas de hambre, videos, artículos, denuncias, debates. Y nunca ha faltado un HP (Héctor Parra) que recurra al viejo método colombiano de atacar a la persona para invalidar sus argumentos. El hecho de que Bolívar fume marihuana no significa nada. En Norte de Santander existen 18 empresas dedicadas a la elaboración de productos a base de marihuana y un festival canábico. De modo que apelar al recurso rastrero del desprestigio moral en una universidad que tiene tantos problemas urgentes que atender, es quitarle a la institución la dignidad social que merece todo debate público.

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En años anteriores, grupos paramilitares han entrado a la universidad, secuestrado y asesinado estudiantes, y no recuerdo que el rector Parra haya levantado una voz de protesta. Hace unos años, un representante estudiantil, del grupo de Héctor Parra, organizó un concurso en la semana universitaria en la que ofrecía aguardiente a la estudiante que se empelotara en público. A nadie le causó resquemor. No hubo escándalo. Como tampoco lo hubo cuando asesinaron a Edwin López y a Gerson Gallardo, dos jóvenes torturados (a uno le sacaron los ojos, al otro le sacaron las uñas) y asesinados mientras Parra hacia campaña otra vez para la rectoría.

Hasta el día de hoy no se sabe cómo las cámaras de seguridad de la universidad no registran ningún movimiento de los paramilitares infiltrados, pero en cambio, sí tiene un buen registro visual de los estudiantes que fuman marihuana.

El vídeo que circula en el que se ve a Carlos Bolívar fumando marihuana (Carlos no solo pertenece a la sociedad canábica del departamento sino que es cultivador y porta carnet vigente) tiene como objetivo subliminal estigmatizarlo y lanzarlo a la boca de los leones. Carlos es fastidioso, insolente, insoportable, no descansa en sus denuncias contra la corrupción al interior de la universidad, tiene pocos amigos y es un dolor de cabeza para el vicio que domina al rector Héctor Parra: la adicción al poder, que es, en últimas, el peor de los vicios porque termina destruyendo lo que debería ser una permanente primavera: la universidad como metáfora de desarrollo intelectual, social, humano y científico.

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Por eso, con la estigmatización a la que lo han sometido, se busca entregarlo a los grupos extremistas que operan en la ciudad y que practican la mal llamada “limpieza social”.

Porque Carlos Bolívar es un estorbo para que el rector Héctor Parra, que está otra vez en campaña, y quiere seguir atornillado en el poder en cuerpo ajeno, siga amasando fortuna y poder.

Hay que proteger a Carlos Bolívar. Esa sería la forma -tal vez la más justa y humana- de que triunfe la civilización y se condene a la barbarie.

Por Renson Said

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