Pañuelo verde: crónica sobre el día del aborto legal

Aunque en Colombia abortar o interrumpir el embarazo está permitido desde el año 2006, solo ocurre en tres casos. Sin embargo, siguen existiendo múltiples barreras para acceder a este derecho. Este 28 de septiembre es el Día de la Acción Global por un Aborto Legal y Seguro en Latinoamérica y el Caribe.

Juliana Muñoz Toro*
28 de septiembre de 2019 - 06:20 p. m.
Pañuelo verde: crónica sobre el día del aborto legal

Salimos temprano para conmemorar el 28 de septiembre en Bogotá, sabiéndonos acompañadas porque en el resto del país también estábamos llevando nuestro mensaje. Íbamos con antifaces, como anticipándonos a otra fiesta que pronto quisiéramos celebrar: que todas las maternidades sean deseadas. Era el Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro, y con pañuelos verdes empezamos a apropiarnos  de monumentos emblemáticos de la ciudad para resignificar nuestra lucha en la historia.

Visitamos el monumento de La Pola, a quien sentimos como amiga de este camino,  que dijo aquel 20 de julio de 1810: “no estamos conformes”. Y nosotras hacemos eco: “no, no estamos conformes mientras sigan penalizando la autonomía sobre nuestros cuerpos”. La Policarpa defendió hasta el final su sueño de un país libre y con el último aliento gritó: “¡Cuán distinta sería hoy su suerte si conocieran el precio de la libertad! Pero no es tarde”. No era tarde, seguimos caminando y nos encontramos con Francisco de Paula Santander, el Hombre de las leyes, portando un folio enrollado que representa la consolidación de un Estado de Derecho. Nosotras también reivindicamos un derecho: conquistar la verdadera libertad de ser madre por opción y no por obligación. No necesitamos para eso de grandes libertadores, como el Simón Bolívar que nos esperaba en el Parque de los Periodistas, sino de gestas colectivas. Necesitamos que se tomen medidas para garantizar que ese derecho deje de considerarse un delito, eliminar las barreras de acceso y que, en vez de paredes, tengamos miradores abiertos para conversar.

Escuche: (Pódcast) El aborto legal es casi inexistente en zonas de conflicto armado

Nos volvimos a encontrar con Bolívar, en la plaza que lleva su nombre, mirando al Palacio de Justicia. Eso, la justicia, es también nuestro norte. No somos tan distintas. Hace años, Bolívar se sentaba allí en un florido jardín. Ya no vimos flores, solo cemento. Pero el jardín iba creciendo en cada una de nosotras como nuestro ánimo de cambio.

Nuestro recorrido seguía y la gente se nos acercaba. Hacía preguntas. Pensaba un rato. Sí, también estamos de acuerdo, sí, lo necesitamos. Vimos entonces el monumento de Jorge Eliécer Gaitán, de quien heredamos aquella actitud de ir en contra. Es incómoda a veces, lo sabemos. Pero necesaria. Gaitán creía que el poder debía estar en las manos de cada persona de nuestro pueblo. El poder que reclamamos es muy sencillo: elegir con libertad  y no morir por ello.

La Rita nos escuchó, desde el Parque Nacional. La vimos con postura altiva, sus manos empuñadas en la cintura. Como ella, llevamos con dignidad lo que somos y lo que deseamos. Luego, cuando visitamos a las mujeres del Monumento a las Banderas, nos entristeció ver sus cuerpos pintados con grafitis, tan olvidados. Las acompañamos, les pusimos pañuelos verdes y les prometimos que, igual que ellas, llevaríamos nuestra bandera, la que baila libre. También fuimos a la Plaza de Lourdes, donde Antonio José de Sucre caminaba liderando un ejército en busca de la Independencia. Supimos que no queríamos batallas de plomo, que no pondríamos más en riesgo nuestra vida ni nuestra salud mental.

Al fin llegamos a una de las paradas más sentidas, la del estanque vacío de La Rebeca. Había un cuerpo y a la vez muchos. La Rebeca tenía su cántaro. Fue la primera obra en espacio público que representaba a una mujer desnuda. Quizá por ello, por el terror ante la belleza, nuestra aguadora ha soportado el tiempo, los rayones, el polvo de las vías congestionadas, las mudanzas. Le atamos con suavidad el pañuelo a su cuello, no para que se cubriera sino para que se secara el pecho y pudiera continuar. No era una mujer frágil. Caminará, caminaremos, con el agua sobre los hombros para compartirla con quienes tienen sed de libertad.

**Juliana (@julianadelaurel) es escritora y periodista. Autora de 24 señales para descubrir a un alien, Diario de dos Lunas y Los últimos días del hambre. ​

Por Juliana Muñoz Toro*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar