¿Qué pasó con las disidencias en Nariño tras la muerte de Guacho?

Un año después de la muerte en combate de Walter Arizala, el frente Óliver Sinisterra tiene acuerdos con las Guerrillas Unidas del Pacífico, en el pacífico nariñense operan 12 estructuras armadas.

Camilo Pardo Quintero / camilopardoq22
20 de diciembre de 2019 - 03:00 a. m.
 Incluyendo al FOS, en Tumaco operan 12 estructuras armadas. /    AFP
Incluyendo al FOS, en Tumaco operan 12 estructuras armadas. /    AFP

El nombre del Frente Óliver Sinisterra, disidente de las Farc, comenzó a figurar en el radar de la opinión pública en marzo de 2018. Fue cuando hombres de esa estructura secuestraron a tres periodistas ecuatorianos del diario El Comercio -Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra- que habían viajado desde Quito a la provincia de Esmeraldas para hacer una investigación sobre atentados perpetrados por grupos criminales en la frontera norte de Ecuador.

Fue también entonces cuando el país supo de Walter Patricio Arizala, alias ‘Guacho’, el líder del frente que sembraba terror al sur del país, particularmente entre la provincia de Esmeraldas y su zona limítrofe con el departamento de Nariño. Como cabeza del ‘Óliver Sinisterra’, nombrado así en homenaje a un mando de la antigua Columna Móvil Daniel Aldana (CMDA) en la que el mismo ‘Guacho’ permaneció por más de 10 años, Arizala coordinaba a más de 250 hombres que tras el proceso de paz con las Farc y su salida del escenario del conflicto como actor predominante, comenzaron a controlar antiguas rutas de transporte de drogas y formaron alianzas transnacionales. De hecho, según un informe publicado el 12 de noviembre de 2019 por el centro de investigación InSight Crime, las conexiones llegaron incluso al Cartel de Sinaloa y los negocios abarcaban operaciones que superaban los USD $25 millones semanales.

El desenlace en el caso de los periodistas fue fatal. Un mes después de su secuestro se confirmó que habían sido asesinados y Guacho se convirtió en prioridad militar para los gobiernos colombiano y ecuatoriano. Arizala fue un ejemplo del nuevo rol de los antiguos mandos medios de las Farc en las nuevas dinámicas de violencia. Si bien formó parte del proceso de paz durante su primera etapa de desmovilización, desarme y reintegración, viviendo en la zona veredal transitoria de normalización de El Playón, Tumaco, tomó la decisión de apartarse de la directriz general de la guerrilla que dejaba las armas y volvió a la guerra.

Guacho murió el 21 de diciembre de 2018, en operativos de las Fuerzas Militares, pero su disidencia ha seguido operando desde entonces especialmente en el departamento de Nariño. El Espectador presenta una radiografía del fenómeno que muestra la presencia de aliados de Guacho que tienen disputas territoriales en municipios como Tumaco, El Charco, Barbacoas con Grupos Delincuenciales Organizados (GDO) como “Los Negritos”, “La Empresa” y “El Nuevo Grupo”, así como con estructuras guerrilleras y paramilitares como el Eln y el Clan del Golfo.

Nuevos líderes, la misma violencia

La investigación de InSight Crime, sobre el surgimiento de grupos “ex Farc Mafia”, catalogó al Frente Óliver Sinisterra como “una simple estructura criminal”, que también podría ser llamada como ‘FARCRIM’, en referencia a la antigua denominación por parte del Gobierno Nacional a las bandas criminales (Bacrim). Desde la muerte de ‘Guacho’, estas estructuras han mantenido la idea de no sólo conservar redes con otros grupos narcotraficantes, sino también con la comunidad de las zonas en las que operan. Continuando con la misma filosofía de liderazgos que adoptó la guerrilla de las Farc en su momento, el FOS no cree en personalismos y por tanto Guacho fue reemplazado por Carlos Antonio Landázuri, alias ‘Comandante Gringo’, quien coordina los negocios de minería ilegal, extorsión y narcotráfico.

En su zona de influencia al sur y en las costas nariñenses, sus aliados más cercanos se siguen posicionando en el departamento de Putumayo mediante el Frente 48, encabezado por Luis Gustavo Cuéllar, alias ‘Manuel Político’. Estas alianzas giran en torno al narcotráfico, las extorsiones al sur de Colombia y en materia de disputas territoriales con otros grupos armados ilegales.

Sin embargo, recientemente esta alianza con el Frente 48 se volvió un arma de doble filo. Según le explicó a este diario Alejandro Restrepo, coordinador de la Línea de Investigación en Conflicto, Paz y Posconflicto de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), el Frente Primero de las disidencias, al mando de ‘Gentil Duarte’ está desde hace algunos meses en confrontaciones con el Frente 48 en Putumayo, lo cual ha ocasionado que el FOS tenga un dilema respecto a con quién es más conveniente una unión a largo plazo. La duda de esta disidencia radica en pensar a cuál ala le van a dar más importancia para su proyecto; si a la política, mayormente representada con ‘Gentil Duarte’ o a la militar, del Frente 48.

En referencia a las confrontaciones con otros grupos armados ilegales, el informe “Más sombras que luces”, de Pares, muestra que la llegada de grupos paramilitares, como el de “Mario Lata”, en zonas del Río Rosario, Río Mejicano y Bajo Mira y Frontera, Nariño, ha sido el detonante para que la violencia por el control territorial contra el FOS y las Guerrillas Unidas del Pacífico haya aumentado, aunque la tasa de homicidios en la región disminuyó de 125 a 71 casos entre 2018 y 2019.

Los datos recopilados en terreno por Paz y Reconciliación dan cuenta de que, incluyendo al FOS, en Tumaco operan 12 estructuras armadas.

¿La muerte de ‘Guacho’ le dio orden al Frente Óliver Sinisterra?

Históricamente, las Farc fueron una guerrilla en la que la jerarquización era fundamental. La estructura que manejaron hasta la firma del Acuerdo de Paz (Estado Mayor-Secretariado-Bloques-Frentes-Cuadrillas) fue clave para reorganizarse sin mayores contratiempos a la hora de sufrir problemas menores o bajas. Tras su reincorporación a la vida civil, grupos disidentes como el de ‘Guacho’ no lograron acoplarse a ese modelo, en la medida que el ascenso de mandos medios hacia un rol más protagónico no permitió una transición hacia ese nuevo orden de manera rápida, sino que por el contrario se respetaban ciertos liderazgos, pero de manera más tácita, más endeble.

“Carlos Antonio Landázuri le brindó mayor estructura al grupo Óliver Sinisterra. Ahora, más que nunca, han fortalecido sus mandos jerárquicos y por tal motivo son más fuertes militarmente hablando y por supuesto en cantidad. Se habla de cerca de 400 militantes, pero no tenemos las cifras exactas de sus filas por sus constantes movimientos y evidente clandestinidad, pero tanto ellos, como grupos enemigos como Las Guerrillas Unidas del Pacífico están revitalizados”, explica Restrepo.

De acuerdo con el investigador, este crecimiento también tendrá una alta incidencia a la hora de elegir alianzas, sobre todo si se tiene en cuenta que si bien el FOS está en el limbo para elegir su primordial aliado. ‘Gentil Duarte’ quiere el liderazgo de las disidencias en el país, pero “un grupo que ha consolidado tanto poder (el FOS) no se quiere subordinar a uno más político como el Frente Primero o el Frente 7 de las disidencias”.

La muerte de ‘Guacho’ también sirvió para la consolidación estructural de otras disidencias en Nariño. Durante 2019 y hasta la muerte en combate, a finales de noviembre pasado, de Gonzalo Prado Cruz alias ‘Sábalo’, el Frente Stiven González (o “los de Sábalo”) se catapultó como uno de los grupos armados ilegales más temidos en ese departamento, especialmente en Tumaco, por sus asesinatos selectivos y por el control territorial que ejercían de manera “ordenada”, a cargo de más de 100 hombres.

A la fecha, los denominados grupos “ex Farc mafia”, o simplemente disidencias, se ubican en 18 departamentos, a lo largo de 117 municipios del país. Dentro de las pocas alianzas temporales que hay entre bandos contrarios de estos grupos, está la del Frente Óliver Sinisterra y las Guerrillas Unidas del Pacífico, que se basa en un temporal cese bilateral del fuego en Nariño, dejando que cada quien cultive de manera ilícita sin la intervención del otro. Sin embargo, los expertos consideran que en el fondo lo que hay es una bomba de tiempo que explotará cuando los grupos quieran concentrar poder sobre las economías ilegales del sur del país.

Para las autoridades locales el fenómeno de las disidencias se ha fortalecido en Nariño durante el último año por cuenta de las alianzas entre estructuras criminales. Claudia Cabrera, alcaldesa de Policarpa -municipio ubicado en la zona de la cordillera y que limita con localidades como El Charco y Magüí Payán-, explica que este año el Frente Stiven González (antiguo Frente 29) “ha aumentado su presencia y accionar delictivo con la finalidad de controlar el negocio del narcotráfico. Esto lo logró con alianzas con el Eln para combatir a los gaitanistas y por este motivo y al sentirse traicionados fue que estos últimos mataron a ‘Sábalo’, comandante de disidencias en el departamento”.

Cabrera señala que la movilidad de estos grupos es mayor debido al “uso que le dan últimamente al río Patía (hidrovía), así como a otras trochas y caminos”. Este fenómeno es más reciente pues dichos caminos comenzaron a ser más transitados tras del asesinato de ‘Sábalo’ y unos 40 hombres más de su estructura.

A su turno Zabier Hernández, excomisionado de paz en Nariño y Pasto, sostiene que, debido la presencia de las disidencias y otros grupos armados ilegales, la comunidad no está creyendo en los Acuerdos de Paz. “Durante el último año, con algo de incidencia en 2018, hemos vivido las consecuencias del asesinato de ‘Guacho’ y ‘Don Y’ (hermano de alias ‘David’, líder del Clan del Golfo), lo cual despertó odio entre ambos bandos, desatando mayor violencia en las regiones”, detalla.

Hernández insiste en que el escenario es preocupante pues las autoridades locales tienen muy poca o casi nula injerencia, eso sin contar con que “organizaciones como la OEA y la Cruz Roja, ya no están acompañando procesos en los territorios ni emiten alertas tempranas porque los grupos armados ya no los respetan y sus vidas pueden estar en peligro”.

A través de su trabajo en temas de paz y derechos humanos, Hernández identificó en 2019 cambios sustanciales en las formas de “interactuar” de estos grupos para formar redes criminales con más facetas. Los enfrentamientos en los que ahora se envuelven las disidencias son más complejos porque “los temas de control territorial en el último año han variado. Hay cierta distancia frente a un proyecto político y ahora los grupos solo se enfocan en la cadena productiva del narcotráfico. También, se han consolidado estructuras “microlocales” donde pequeños grupos delincuenciales en cascos urbanos, como es el caso de ‘Los Negritos’ en Tumaco y sus alianzas con enemigos de las disidencias, han complejizado la identificación de los actores”, sostuvo.

De hecho, tratando de hacer una radiografía actual de la violencia en Nariño, Hernández identifica tres puntos de concentración: la zona Cordillera: disputas entre Eln, Autodefensas Gaitanistas, Frente Stiven González (disidencia de las Farc) y la Fuerza Pública; el triángulo de Barbacoas, Roberto Payán y Magüí Payán (parte de la subregión de Telembí): enfrentamientos entre el Eln y el Frente Óliver Sinisterra (FOS); y Tumaco y Pacífico sur: Clan del Golfo enfrentando al Eln, al FOS y a las Fuerzas de Tarea Poseidón (FF.MM.)

A pesar de no señalarlo dentro de las zonas grandes de disputa, advierte sobre la situación de violencia que atraviesa el Piedemonte costero de Nariño, en Guayama, Ricaurte y la parte suroriental de Tumaco.

Por Camilo Pardo Quintero / camilopardoq22

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