Por: Duberney Galvis Cardona
La lengua umbra fue hablada por los indígenas Ansermas, asentados en territorios abarcados desde Belén de Umbría, Anserma, Quinchía, Riosucio, hasta Marmato. Y aunque se creía extinta, en 1995 fue descubierta por el profesor Guillermo Rendón, en zona limítrofe entre Riosucio Caldas y Quinchía Risaralda, a los pies del icónico Cerro Batero. No solo encontró los petroglifos, sino a varias familias que aún hablaban la lengua, descendientes de quienes la mantuvieron en secreto por más de cuatro siglos. Pero en la actualidad solo la hablan alrededor de siete mayores, la lengua está en riesgo, con ello también la cultura y la versión histórica de los indígenas de esta parte del país que fueron vencidos durante la conquista.
En su libro Historia de Colombia y sus oligarquías, Antonio Caballero –que ya se fue aunque se nos quedó en los libros– inicia el capítulo dos, “En busca de El Dorado”, esclareciendo que en este país los vencidos de la conquista no pudieron contar su versión: “Aquí no hubo, como en México o en Perú, una “visión de los vencidos” de la Conquista. Ninguno de los varios pueblos prehispánicos de lo que hoy es Colombia conocía la escritura. Y tampoco quedaron descendientes educados que pudieran escribir en castellano su versión de los hechos, como sí lo hicieron en aquellos dos países cronistas mestizos […] Aquí sólo hay los petroglifos enigmáticos del país de los chibchas, en el altiplano andino: grandes piedras pintadas que el prejuicio religioso de los españoles recién llegados llamó “piedras del diablo” y que nadie se ocupó de interpretar cuando aún vivían los últimos jeques o mohanes que supieran leer los signos”.
En consecuencia, los ansermas hacen parte de quienes no pudieron escribir la historia. Fueron aniquilados por fuerzas coloniales al mando del mariscal Robledo años antes que Sebastián de Belalcázar lo hiciera decapitar por insubordinación. Las tropas se toparon con fuerzas nativas belicosas en la región de Guacuma, integrada por las tribus de los Tapascos del Higo-Batero; los Irras, lindantes al río Cauca, y los Guaqueramáes alrededor del río Opirama. Según registros históricos, la población fue reducida de cuarenta mil a mil indígenas.
Guacuma hoy es Quinchía, municipio al nororiente de Risaralda. Fue entre estas tierras y las de Bonafont, en Riosucio, Caldas, en la región del resguardo Escopetera-Pirza, que el compositor y etnolingüista Guillermo Rendón, quien en 1995 lideraba junto a su esposa, la música y antropóloga Anielka Gelemur, el proyecto “Caldas Rupestre”, descubrió la lengua Umbra. Fue sorpresivo, pues encontraron que un indígena de la zona sabía transcribir un breve vocabulario hallado por éstos y lo identificaba como lengua umbra. Posteriormente la investigación para confirmar la existencia de la lengua, que tomó más de una década, quedó plasmada en el libro que el profesor Rendón publicó en el 2011: La lengua Umbra. Descubrimiento – Endolingüistica – Arqueolingüistica. Aquí explica que, tras la fundación de Anserma a manos de Jorge Robledo en 1538, la lengua umbra había quedado en las sombras, “perdida sin dejar rastro, oculta bajo el miedo, oculta bajo el agua, en la magia de las rocas”. Luego logró establecer su carácter de lengua y la clasificó entre el grupo lingüístico de las familias del Chokó.
Desde aquel descubrimiento ya casi serán tres décadas. Esta lengua se conserva hasta épocas presentes a pesar de la colonización, lo que, acudiendo al realismo de la comedia humana de Balzac equivaldría a: entrada la civilización, la ley empieza por despojaros de vuestro lenguaje.
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Posteriormente en el libro, Historia de Guacuma, Alejandro Ugarte Rico, en coautoría con Merardo Largo Trejos, líder umbra y fuente indispensable sobre el tema, y Fernando Uribe Trejos, publicado por el Ministerio del Interior en el año 2013, ubican hacia 1540 los últimos registros históricos de las tribus que la habitaban. Y confirman la existencia de la lengua entre los Ansermas. Además, Merardo plantea que en parte “esta lengua se perdió porque el español no era capaz de escribirla”.
Pese al estudio lingüístico y demás publicaciones, la lengua aún no está contabilizada entre las sesenta y cinco reconocidas por la ONIC. Entre los obstáculos está que los esfuerzos liderados por Merardo, se truncaron cuando hacia el año dos mil, siendo concejal de Quinchía, debió salir del municipio por la violencia amenazante que tocó a su puerta.
Mediante entrevista virtual para este trabajo periodístico, atendida por Merardo desde Canadá, país en el que actualmente estudia antropología, explica varios puntos y califica como “importantísima” la investigación de Guillermo Rendón, a discreción de algunas pocas palabras mal transcritas. Empieza por precisar que “Umbra significa hombre que habla dos lenguas, y unga: hablar la lengua. Somos descendientes del cacique Ocuskka (no Ocuzca como han escrito en español) el cacique dorado que combatió contra los españoles quienes no pocas atrocidades ejecutarían después en cabeza de Belalcázar, para encontrar la tumba con sus tesoros.” Estos territorios tenían como epicentro a Anserma.
Relata que los jeques, grandes sabios, sabían lo que estaba ocurriendo con los indios más al sur, en territorios que hoy pueden ser zonas de Perú y Ecuador. Y cuando supieron de las proximidades de Belalcázar por el Valle de Umbra, hoy Belén de Umbría, decidieron esconderse, no sin antes difundir el mito de que ellos subieron al cerro Batero y desaparecieron, similar a como ocurrió con la diosa Michua. “Pero en realidad fueron en secreto a la Güaira, tierras que tiempo después un colono tomó y rebautizó como la Güarera y hoy es la vereda los Medios.”
Después los españoles, guiados por indios sometidos a la costumbre colonial de usar a unos contra otros, colonizaron Anserma y Quinchía. Muchos umbras fueron trasladados a la vega de Supía, lugar que dominaban otras culturas indígenas.
Mientras en las zonas montañosas la lengua fue exterminada en épocas del Cacique Taramakunga. “Él se negó a dejarla y la promovió entre los indios. Entonces, entre acusaciones de los sacerdotes de tener posesiones demoniacas, fue tratado como tal y se infundió el terror para que nadie volviera a hablar umbra”. Entre tanto los jeques lograron conservarla en secreto.
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Siguiendo la pista a estos hechos históricos narrados por Merardo, fue posible conocer que el final de los jeques y sus tradiciones llegó con la apertura de la carretera en el segundo periodo del siglo pasado entre el corregimiento de Irra y Quinchía. “Los jóvenes se subían al bus hacia Manizales y no regresaban. Esa historia no la cuenta ningún libro, no la sabemos sino indios que la conocemos en detalle.”
En consecuencia, los ancianos umbra debieron salir a intercambiar y vender productos. Y cuando iban a la casa de los padres de Merardo, describían los grabados de las vasijas e interpretaban el significado. Siendo él niño, con los atributos mágicos de la infancia, se preguntaba ¿por qué tenían este conocimiento? Y la relación de ese lenguaje con el de su abuela cuando arreaba los marranos y exclamaba en español un repelo: ‘-¡carajo¡’, seguido de una sarta de palabras desconocidas.
Cuenta que un día preguntó a su padre por el idioma que ella hablaba, parecido al de los indígenas de ‘allá arriba’, ¿es un lenguaje antiguo?
-”No, no, no, me respondió papá. Eso mi mamá qué va a hablar esos lenguajes indígenas, mi mamá probablemente lo que habla es inglés.”
Con esa idea siguió creciendo mientras en medio de juegos aprendía la lengua Chamí de los niños de otras comunidades indígenas llegadas a la vereda. Lenguaje que luego compararía con el de la ‘mamita’ sin encontrar coincidencia; aceptó entonces que ella hablaba inglés.
Las relaciones sociales de la época llevarían al niño a los territorios de los ancianos. Conoció el lugar, tenían viviendas muy diferentes. Recuerda que al llegar, el jadeo en el pecho aceleraba las preguntas, a lo que los ancianos siempre respondían con las mismas palabras en lengua umbra “Maude ñon umbea”, y cuyo significado sabría después: “los de noventa enseñamos a los de diez”. Desde entonces su vida transcurrió más con ellos que en el hogar, lo que le costó no pocas reprimendas de los padres. La mamá deseaba que él estudiara para tener una vida mejor a la que llevaba. Entonces fue enviado al internado del hogar juvenil campesino de Riosucio, Caldas.
Y muy pronto, la vida no le fue inferior a los retos. Merardo supo que el docente que orientaba la práctica de pecuarias era un gringo de nombre Jimmy, que tartamudeaba el español. Él, seguro que la lengua aprendida era el inglés de su ‘mamita’, se ofreció a los compañeros para hablar inglés con el ‘gringo’. A velocidad infantil corrió el aviso ante el profesor, había entre ellos un niño que hablaba inglés. Una vez encontrados frente a frente, Jimmy saludó al estudiante en inglés, y antes que intimidarse, este le respondió en umbra… “Ni me entendió, ni yo le entendí tampoco”. La vergüenza lo cubrió más rápido que el anuncio previo como niño bilingüe.
Sin embargo, la sed de conocimiento superó con rapidez el bochornoso episodio. Pronto regresó al territorio de los ancianos. Allí profundizó no solo en el lenguaje, también en la historia umbra, convirtiéndose así en su principal protector y a la vez en testigo viviente de la vulnerabilidad de la misma.
Seguidamente, como se explicó, terminó exiliado en Canadá. Partió, no sin orientar a su hermano Yoany Largo Trejos, que palabreaba la lengua desde niño, que la estudiara y la enseñara para conservarla. Al inicio su ida acrecentó el riesgo de desaparición de la lengua. En este orden el profesor Omar Martínez, director de la casa de la cultura de Quinchía, señala que “la conservación y preservación del umbra implica complejidades como la difusión por parte de las comunidades y la existencia de otras que la influencian y mayoritariamente hablan Embera-katío y Embera-chamí, sin que su estudio sea priorizado.”
Este planteamiento aborda un asunto medular para la protección de esta lengua, lo concerniente a que estudiarlas es de importante valor para el análisis del desarrollo de lenguas habladas en el país, incluido el castellano, cuyo enriquecimiento tiene orígenes en las lenguas nativas. En este sentido describe el libro del profesor Guillermo: “El hecho es que la lengua Umbra presenta una tal abundancia de fonemas rozantes en el gesto, una tal profusión de expresiones tan directamente ligadas a los actos, que nos traslada a un arquetipo de los más antiguos que sea posible hallar, o tan siquiera imaginar.”
Y como es sabido, la estructura gramatical de una lengua y el caudal básico de voces, son producto de la suma y desarrollo de varias épocas. La lengua española imperó como resultado de los desarrollos productivos y culturales tras la colonización, pero nutrida por las lenguas primitivas.
Pero los Umbra se resisten a desaparecer. Yoany Largo recibió la posta familiar y hoy está al frente de la escuela Umbra. A primera vista se le ve tímido, pero roto el hielo, le gusta reírse. La suya es de aquellas risas propias de los espíritus que labran el campo, entre la picardía e ingenuidad. Cuando se le indaga por estos temas, eleva el espíritu y habla con vigor a quien lo entrevista. Como profesor, no deja de recordar que el bisabuelo, la abuela, el padre y el hermano, sabían la lengua.
En septiembre de este año, durante ceremonia de la comunidad umbra en la casa Guakuma, los gobernadores y la Abuela Antocal, hicieron hincapié en la importancia de rescatar las tradiciones y enseñar a los más jóvenes. Bajo esta guía opera la escuela con cerca de ciento cincuenta alumnos; en medio de obstáculos, sin apoyo institucional. “Nos tocó solos, por eso creamos nuestro cabildo Guaqueramaés, para enseñar la lengua y las tradiciones. Pero hay muchas dificultades por no estar reconocidos como resguardo, no tenemos tierra, ni escuela fija para enseñar, o para las tradiciones culturales, tampoco para cuidar los petroglifos.” Y es que hace cuatro años los umbra radicaron solicitud en el Ministerio del Interior para constituir resguardo, pero mudo sigue el despacho.
Sobre el caso, Martha Alzate, directora de La Cebra Que Habla, portal de periodismo cultural e histórico de Pereira, y quien ha investigado el tema, expone: “fue a través del lenguaje que el ser humano se liberó de lo que se denomina el anillo del instinto, y como el mundo es infinito, requería de una acotación cultural y éste fue la base para lograrlo. Cada lengua es una reconstrucción diferente del mundo, podrá haber traducciones, interfaces y similitudes, pero la forma de reconstruir, de tomar el ‘ser ahí’ en términos de Heidegger, el infinito, y acotarlo, es diferente para cada caso. No se trata solo de un artefacto único para la comunicación humana, sino una configuración del mundo que vale la pena proteger.”
Resalta, además de las características fonéticas de la lengua umbra, el hecho que ésta “hace parte de un pasado negado a partir de la colonización y vale la pena sacarlo a la luz como parte de nuestra deleznable identidad”.
Atendiendo el conjunto de elementos hasta aquí expuesto, se peticionó a las autoridades administrativas locales. Las respuestas parecieran empujan hacia el infortunio, a sepultar la lengua. Las de Gobernación, contienen las respectivas metas del Plan de Desarrollo y explican que para acceder a recursos “para salvaguardar la lengua, se hace necesario la formulación de proyectos que cumplan con las condiciones de cada convocatoria.” Aunque también abren la puerta, sobre propuesta previa de la comunidad, a reconocer salarialmente la actividad de los profesores umbra. Más limitada es la Alcaldía de Quinchía, los remite al concepto de “comunidades indígenas legalmente reconocidas”, contenido en la ley 1381 del 2011, sin escalar ni un peldaño en lo estipulado por la Corte Constitucional en cuanto a que son sujetos de especial protección.
Al respecto, el abogado especializado en derecho ambiental y docente de la universidad Javeriana de Cali, Carlos Andrés Echeverry, actualmente vinculado con los umbra; ha venido explicando en sus disertaciones alrededor de las comunidades indígenas del Cauca, que el elemento cultural tiene una estrecha relación con el factor de identidad nacional y como tal deben protegerse y rescatarse estas prácticas culturales, sean lingüísticas, sociales o jurídicas, entre otras.
Frente al interrogante de ¿por qué se le dificulta al Estado la atención plena en la materia?, sostiene: “sí hay un reparto normativo de funciones o atribuciones a diversas autoridades en materia cultural y en lo relativo a la protección del patrimonio cultural material e inmaterial. Pero surgen obstáculos con la falta de ‘materialización’, de, por ejemplo, un principio que debería guiar la actividad de las autoridades públicas: el de coordinación o colaboración.” Y conecta con un punto que podría explicar las respuestas institucionales a los umbra, “por ejemplo, ante las atribuciones del municipio y el departamento, en materia de otras funciones y servicios, la protección del patrimonio no sólo queda relegada en cuanto atención, sino en escasos recursos para intervenir en su protección y difusión, condicionándola a la búsqueda de recursos con entidades del orden nacional.”
De modo que las incomprensibilidades descritas hasta aquí para atender las necesidades de los umbra, acrecientan más los riesgos de su desaparición. No se está considerando la historia. Ellos han enfrentado la violencia colonial, incluida la culturización tras el sometimiento a las comunidades indígenas, desde el periodo de la esclavitud hasta el tránsito como sirvientes, tramitado por varias órdenes religiosas hacedoras de la monarquía; la apropiación de tierras a manos de los colonos; las fragmentaciones y desplazamientos; el cambio en las relaciones de producción, las ciencias y las artes en los siglos posteriores; las confrontaciones entre comunidades, heredadas de la colonización; las violencias del siglo pasado, y posteriormente los albores de una constitución con brechas en la aplicabilidad en cuanto a componentes culturales.
Pese a lo anterior, continúan, porque como está escrito en las crónicas de la historia y presente en los relatos indígenas, la existencia de estos pueblos, desde el periodo de Guacuma hasta el de Quinchía, se caracterizó por la resistencia. Además de la colonia, han resistido a los violentos armados del siglo pasado, fueran estos guerrilleros o paramilitares, allí ganó el sí durante el plebiscito por la paz; se sobrepusieron a la violencia gubernamental como la “operación libertad” en el año 2002, considerada uno de los más grandes falsos positivos colectivos de la historia patria; y han batallado contra políticas gubernamentales que no pocas veces han chocado contra movilizaciones sociales provenientes de la “barranca campesina” de Quinchía y los escarpados terrenos riosuceños. Traído a colación esto, para evitar reducir el tema a la mención exclusiva del lenguaje como asunto estrictamente semántico, considerándolo también parte de la realidad inmediata del pensamiento.
En este sentido la cosmovisión de los umbra condiciona el uso de la lengua. Yoany por ejemplo resalta la relación de los umbra con el agua, con prevalencia de gestos y sonidos en ceremonias con Dokureima, el dios de las aguas. “Por eso los mayores enseñemos a los más jóvenes, porque la lengua está unida a nuestras costumbres”. Y siendo consecuente, la mejor aprendiz es una joven integrante de la comunidad. Se trata de Zilmy Gómez, que pareciera prefiere cantar más que hablar, y así lo hizo en el canto del “sapo y la dama” (Video), que en umbra, ofreció como despedida para esta ocasional cercanía con las cámaras.
Al terminar de escribir esta breve versión viviente de algunos vencidos, Yoany fue visto en la entrevista que concedió desde la vereda Moreta, en uno de aquellos días envueltos por el aroma a panela proveniente de los trapiches. Estaba subido sobre una enrome piedra que tiene un petroglifo tallado, y que para los umbra significa la iniciación. Desde allí, de espaldas al cerro Batero, tal vez sin dimensionar que sus virtudes lingüísticas hacen parte del patrimonio cultural inmaterial de la nación, avizoraba algunos paisajes que fueron territorio de sus ancestros, hoy divididos en sinuosos minifundios campesinos que allí pululan. Salió de la pausa para hacer un llamado, “que el país y el Estado los ayude a preservar la lengua”. Y dio gracias a los amigos que lo escuchen: Nãwarimba nerumba.