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Haciendo País

Brujas: dos mujeres que lo dan todo por el Putumayo

Columnista invitado
08 de noviembre de 2019 - 11:26 p. m.

Por: César Augusto Muñoz M.*

 

Anye Melisa Tellez

“¿Esa palma es el asaí? Nosotros la conocíamos en la guerrilla como palma triste. Al "Mono" no le gustaba que uno las cortara”, afirma Anye Tellez, integrante de Ecomun y la Comisión Nacional de Género de Farc, cuando a la orilla de la carretera entre Villagarzón y Puerto Guzmán vemos unas cuantas, cerca de un morichal. Ella señala y sigue su historia “con esas otras que son palmas de moriche hacíamos las camas y también sirven para hacer quioscos”.

Vamos de camino a la nueva área de reagrupamiento de Farc en el departamento del Putumayo, una vieja finca de propiedad de la alcaldía de Puerto Guzmán. En ella confluyen 110 hombres y mujeres que integran la Cooperativa Multiactiva Comunitaria del Común (COOMUCON). A pesar de las amenazas, la persecución y los hostigamientos de los que han sido víctimas, se mantienen en este lugar a punta de trabajo colectivo y viviendo en caletas como en el pasado reciente. Aún no han logrado que les cumplan el derecho a la vivienda digna. Cultivan sus alimentos en pequeñas huertas y avanzan en su reincorporación esperanzados en el inicio de un proyecto colectivo de piscicultura, aprobado por la Agencia para la Reincorporación y Normalización (ARN), con los 8 millones de cada persona asociada.

De acuerdo con la cooperativa Ecomun, matriz de todos los procesos colectivos de economía solidaria de Farc, este es uno de los 19 proyectos desembolsados de 35 aprobados y más de 300 que han sido formulados por las cooperativas.

En este recorrido viendo pequeños nichos de biodiversidad amazónica que sobreviven a orilla de la carretera en medio de la explotación petrolera, Anye nos da clases de botánica. Mientras el carro avanza, ella va señalando árboles y plantas y nos va diciendo para que sirven: “Esa ortiga se utiliza para regular las toxinas y prevenir las alergias, este es un yarumo un antibiótico natural, ese cordoncillo sirve para las úlceras y desinfectar heridas, con esa caléndula se hace infusiones y también es un cicatrizante”. Todo lo que sabe en materia de plantas lo aprendió de su abuela, su padre y Camilo Torrijos, un guerrillero de las Farc.

En su casa en Bogotá añora el campo y por eso hizo un jardín con sábilas, aromáticas, ruda, romero, flores, cartuchos, orquídeas; un cimarrón que se trajo de su tierra en el Meta, una matica de dólar que sacó de la finca en Puerto Guzmán donde sus compañeros labran la tierra y un banco de semillas de patillas, naranjas y duraznos para cuando vuelva al campo a sembrarlos.

Ella es una enciclopedia de conocimientos tradicionales y plantas medicinales. Fue paramédica en medio de la guerra, hacía cirugías de primer nivel y salvaba vidas. Ahora ha sido titulada por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) como técnica laboral en salud.

Algo no cuadra en esta sociedad. La educación hecha mercancía impide que el título esté acorde al conocimiento real. En medio de estas desigualdades y la desesperanza que genera el incumplimiento por parte del Estado, la esperanza que tiene la reincorporación económica y social de Farc está en el conocimiento propio de mujeres y hombres que como Anye trabajan colectivamente para construir junto con las comunidades alternativas de economías que reproduzcan vida.

Crédito:Nubia Acosta Villegas integrante de ADISPA.
Crédito:Nubia Acosta Villegas integrante de ADISPA.

Jani Silva

Como en un aquelarre, Jani y Anye se saludan con sororidad y empiezan una larga conversación sobre el Putumayo. Jani es la presidenta de la Asociación de Desarrollo Integral Sostenible Perla Amazónica (ADISPA), responsable de impulsar la Zona de Reserva Campesina (ZRC) ubicada en el corregimiento Perla Amazónica, en la margen del río Putumayo. Ella desde hace más de un año vive desplazada en el casco urbano de Puerto Asís. Las amenazas y los hostigamientos en su finca y en el centro humanitario de la ZRC la obligaron a salir. En este departamento, como en buena parte del país, las amenazas contra las lideresas sociales no son un juego.

Según el Plan de Acción para la Transformación Regional (PATR), en el medio y bajo Putumayo el principal renglón de la economía es la explotación de hidrocarburos, pero también es el principal causante de conflictos sociales y ambientales en un territorio donde la pobreza en toda su expresión o multidimensional, como le llaman estadísticamente, sube al 46,4% en los nueve municipios PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial). El 50% de campesinos no poseen títulos y a menos de 2,5 km a la redonda de los bloques petroleros que se extienden por toda la región no existe la posibilidad de titular ni tener ningún tipo de infraestructura social.

Es claro que la riqueza del petróleo no se queda en el departamento. Sumado a ello, confluyen con las economías de extracción; los proyectos de infraestructura vial a gran escala, los intereses externos por la biodiversidad de la región amazónica, la presencia armada de todo tipo de grupos legales e ilegales que intervienen en la cultura y la vida cotidiana, las mafias entorno al negocio del narcotráfico, los cultivos de coca y el tráfico de armas por la triple frontera.

En medio de este contexto, el feminicidio y el uso del cuerpo de las mujeres como mecanismo de disciplina y horror, ha sido utilizado en el departamento para generar miedo, silencio e impunidad. Por esta razón, el movimiento social de mujeres le ha exigido al Estado la creación de mecanismos de protección que tengan en cuenta los aspectos diferenciales de los riesgos de las mujeres. En este marco, actúa la Mesa de Garantías en Seguridad del Putumayo.

Jani tiene un esquema de seguridad convencional que es insuficiente para asumir los riesgos a los que está expuesta. Las comunidades que confluyen en la ZRC lideradas por ella han documentado y denunciado los daños ambientales ocasionados en el territorio por la explotación petrolera desde el año 2007. Han impedido el acaparamiento de tierras por parte de privados. Están construyendo economía campesina basada en la soberanía alimentaria y la autonomía económica de las mujeres a través de un fondo rotatorio de especies menores, principalmente gallinas ponedoras y pollos criollos de engorde, y están impidiendo el reclutamiento, haciendo actividades culturales con los y las jóvenes de las veredas. Parece contradictorio, pero toda esta labor de construir comunidad pone a Jani y ADISPA en alto riesgo.

Ella nos cuenta que en los días de vacaciones estudiantiles hicieron la semana de la juventud con actividades de avistamiento de aves, talleres de fotografía, georreferenciación, danzas, manualidades, estampado de camisetas, artesanías y tejidos en hilo. Estas largas jornadas a la orilla del río, entre la brisa y los aguaceros amazónicos la han dejado enferma, el médico le ha diagnosticado neumonía.

Los que la conocemos sabemos que además de las actividades al aire libre, las razones de su enfermedad son alertas de su cuerpo somatizando dolores colectivos. Este año han sido asesinadas nueve personas de la organización. Recientemente, hombres armados amedrentaron a su familia y ella tiene que estar confinada en una casa urbana anhelando estar en su finca. Por eso, en el solar de su casa mantiene sus gallinas, unos conejos y algunas abejas. Así se siente más cerca del campo y sus animales que tanta falta le hacen.

Termina nuestra visita, pero antes Robinson, un compañero zooctenista y apicultor, le regala a Jani un frasquito de propóleo que el mismo produce con sus abejas para que se cuide la neumonía. Anye se despide con admiración de Jani y en ese momento recuerdo la frase de la italiana Silvia Federici hablando sobre la caza de brujas en el siglo XXI: “Esas mujeres no sólo están en la primera línea de defensa de sus comunidades frente a las economías extractivistas y la devastación medioambiental ―como Berta Cáceres― sino que son la última barricada ante el derrumbe de la comunidad”.

*Forum Syd Colombia

@FSydColombia

 

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