Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En julio de 2019, dos tairas fueron liberadas en la zona de influencia del Proyecto Hidroeléctrico Ituango (PHI). Estos mamíferos omnívoros, de cabeza marrón y cola larga, llegaron en junio del 2018 al Centro de Atención y Valoración de fauna silvestre (CAV) del proyecto después de ser rescatados de una tenencia ilegal. En diciembre de 2018 también llegaron seis carriquíes pechiblancos rescatados de tenencia ilegal. Las aves tenían varias plumas fracturadas, pero se recuperaron en su paso por el CAV y fueron liberadas en julio del 2019. Una suerte similar corrieron seis monos titíes, que estuvieron entre agosto del 2018 y julio del 2019 en el CAV, adonde llegaron con lesiones en el rostro y problemas dentales. Fueron liberados como una tropa conformada, lo que ayudaría a su supervivencia en libertad.
Como estas especies, representativas de la fauna silvestre de la cuenca del río Cauca en las subregiones norte y occidente de Antioquia, han pasado por el CAV más de 1.450 individuos hasta 2021. La mayoría, más de 1.400, ya están en libertad en su hábitat natural, reubicados en áreas de conservación del PHI, según EPM.
El CAV fue creado como parte de las obligaciones del Plan de Manejo Ambiental del PHI, del cual hacen parte también la compensación forestal y la mitigación de impactos sobre la cobertura vegetal. La coordinadora del CAV es la médica veterinaria Tatiana Restrepo Agudelo, de la Universidad CES, institución con la cual EPM firmó un contrato para operar en este Centro.
Restrepo explica que en la zona de influencia del PHI la diversidad de fauna que atiende el CAV contempla aves como la guacamaya verde, reptiles como la serpiente mapaná y mamíferos representativos como los pumas y jaguares. “Al inicio del Centro se pensaba que el impacto ambiental en la fauna silvestre iba a ser mucho mayor. A pesar de que tuvimos una contingencia compleja, se hizo rescate de especies que estaban en buenas condiciones y fueron reubicadas inmediatamente”, cuenta.
Ese centro, ubicado en el corregimiento El Valle, del municipio de Toledo —uno de los doce del área de influencia de Hidroituango— “es importante para mitigar el impacto ambiental del desarrollo de la infraestructura hidroeléctrica en la fauna silvestre. Además de ser un requisito de la licencia ambiental, aporta a evitar ese impacto”, dice la veterinaria. Pero este no es el único trabajo que se hace en la zona para proteger la biodiversidad.
Ruta para la protección
Ya está en marcha un convenio entre EPM y el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt. José Manuel Ochoa Quintero, coordinador del programa de evaluación y monitoreo de la diversidad de ese Instituto, cuenta que vienen trabajando con los bosques secos tropicales, “probablemente el ecosistema más amenazado a nivel nacional”, que está a lo largo del cañón del río Cauca en Antioquia. Desde 2014 el Instituto comenzó a levantar información sobre los remanentes de bosque seco tropical en el área de influencia, lo que le dio una línea base para entender qué estaba pasando y cuál es “la relación de los habitantes de la región con la biodiversidad que tienen a su alrededor”.
A raíz de la contingencia, el Humboldt comenzó a trabajar de nuevo con EPM en tres aspectos, explica Ochoa. Primero, en entender qué estaba pasando y cómo recuperar los ecosistemas en aspectos asociados con la conectividad; además, cuáles son “las ganancias y las pérdidas de biodiversidad en toda la cuenca”. Esto, a partir de una unidad básica de análisis: las especies, para lo cual son útiles los inventarios de EPM, incluyendo aquellos de los animales que han llegado y salido del CAV.
El segundo frente busca aportar al ordenamiento territorial de los municipios del área de influencia del proyecto, como actores críticos para la protección de la biodiversidad. Y, en tercer lugar, “hasta qué punto el balance de la afectación y la ganancia por las estrategias que ha ejecutado EPM han logrado la no pérdida neta de la biodiversidad”. Todo esto, según el investigador del Humboldt, se hace para tener suficiente información que permita la toma de decisiones no solo de EPM, sino de todos los actores claves en el territorio.
En este convenio es importante el componente educativo. “Una de las tareas que tenemos es recopilar toda la información y subirla al Sistema de Información de Biodiversidad, que es una plataforma abierta donde se puede buscar información de los registros de las especies. Eso le da transparencia y permite que quede libre para el público en general”, dice Ochoa.
Desde el CAV también se enfatiza en la educación. Así lo explica Alexandra Serna Hoyos, educadora de este centro de fauna silvestre. “Nosotros lo que hacemos es llegar a las comunidades con información específica, clara y amplia sobre los animales que hay en el territorio y las funciones que cumplen”, cuenta. Ella considera que el trabajo comunitario “es vital, porque cuando conoces lo que te rodea tienes más apropiación, el conocimiento aumenta y la conservación es más amplia”. Un ejemplo de esto es el trabajo que vienen haciendo para que los pobladores del área de influencia no vean a las serpientes que abundan en la zona como una amenaza, sino como especies claves para el equilibrio del ecosistema.
Este involucramiento de las comunidades también se ha dado desde la estrategia de contratación social del PHI. Lina Espinosa, auxiliar veterinaria del CAV, es de la vereda El Peñol, del municipio San Andrés de Cuerquia. “Yo soy del campo y cuando llegué acá había escuchado hablar del perro de monte; me lo imaginaba como cualquier canino, pero es diferente. Son muchas cosas que he aprendido de los animales, porque uno al ser del campo no es que se las conozca todas”, cuenta ella. También resalta que la llegada de EPM le ha dado una estabilidad laboral y económica que antes le era más difícil de conseguir.
Por su parte, Kelly Johana Areiza, operaria del CAV, es de la vereda Alto de Chirí, de Briceño. Ella también cuenta que en los tres años y medio que lleva trabajando allí ha logrado estudiar y aprender sobre los animales y plantas del área en la que vive y sobre el manejo clínico de la fauna. “Me he beneficiado aportándole personalmente un granito de arena al medio ambiente y con mi familia he logrado sacar muchos proyectos adelante”, cuenta.
Ella ha vivido el cambio que implica conocer la fauna silvestre, pues en su vereda tenían dificultades con las serpientes, que llevaba a que incluso las mataran. Ahora sabe cómo acercarse a los habitantes con información precisa y cómo manipular adecuadamente a estos animales, lo que ha cambiado poco a poco la relación entre los pobladores del área de influencia y la biodiversidad que los rodea.
Además de liberar a los individuos de las especies que se recuperan, el personal del CAV instala cámaras para hacerles seguimiento. Estas han permitido observar hasta grandes mamíferos como jaguares, pumas y yaguarundíes, depredadores que, como explica Alexandra Serna, dan cuenta del equilibrio ecosistémico en algunas áreas del proyecto. Este trabajo y todas las demás iniciativas en marcha le apuntan al futuro, como resalta el investigador Ochoa, del Instituto Humboldt: “No solamente un análisis de lo que se ha hecho y lo que tenemos ahora, sino hacia futuro a dónde deberíamos llegar, no solo desde el punto de vista de la empresa, sino de todos los actores involucrados en el territorio”.