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El silencio de 'Todos tus muertos'

Se estrena el 15 de julio la segunda película del director de 'Perro come perro'. Esta vez su apuesta es por una violencia menos cruda y explícita que se adentra en la condición humana y las contrariedades del conflicto.

Luis Mayolo/revista 'Shock'
10 de julio de 2011 - 08:59 p. m.

Todo comienza cuando Salvador, un campesino del Valle del Cauca, descubre una mañana que en sus cultivos de maíz yace una montaña de muertos. Macabro encuentro en torno al que se desarrolla la historia de Todos tus muertos, la nueva película del director caleño Carlos Moreno, quien regresa tres años después de su ópera prima Perro come perro, con la que revolvió el estómago de la crítica y el público colombiano con una buena dosis de cruda violencia. Esta vez deja a un lado las sierras eléctricas, las pistolas y la magia negra para adentrarse en el terreno de la moral, la ironía y la indolencia del ser humano en un contexto espinoso: Colombia.

Una apuesta que ya le dio el premio a Mejor Fotografía en Sundance 2010 y la presencia en varios festivales europeos, como el de Rotterdam y San Sebastián. Ahora el siguiente reto está en convencer al público colombiano, al que tendrá que demostrar que no es sólo una película de festivales y que puede trascender en la taquilla, aunque no tenga el ritmo de Hollywood y clichés humorísticos. Hablamos con el director de la película.

Luego de ver ‘Perro come perro’ todos esperábamos que su siguiente película conservara la línea y fuera mucho más agresiva. Pero al ver ‘Todos tus muertos’ se siente que hay un paso a otro terreno…

Son dos momentos y situaciones diferentes. En Perro come perro queríamos hacer una película de género, porque admirábamos mucho las cintas de bandidos de Tarantino y de Ritchie, y la aventura era  hacerlo en Cali. En Todos tus muertos, no sé si es una evolución o no, pretendíamos hacer un experimento de todo tipo, en cuanto a producción, actuación y técnica de guión. A pesar de sus diferencias, estos dos proyectos están atravesados por la misma ironía, gracias a nuestro interés en hablar de la condición humana, lo absurdo de la violencia y los contradictorios que somos.

¿Qué busca contar en ‘Todos tus muertos’?

Mucha gente ha leído que nuestra intención era mostrar un retrato de la realidad, pero pensamos que vamos mucho más allá. Sabíamos que contar una historia que tratase sobre la violencia, las desapariciones y las víctimas del conflicto sería muy complicado en todo sentido. Por eso hicimos una película que partiera de una premisa muy simple y que no costara mucho dinero, porque queríamos recuperar la inversión. También porque consideramos que el cine, además de entretenimiento, debe ser un espacio para la reflexión. No vamos a cambiar la sociedad o transformar una ideología, pero sí hace una reflexión sobre lo que está ocurriendo.

¿Hay una intención política?

Sí, pero no partidista. Política por estar inconforme con nuestra indolencia. Quienes participamos en esta producción coincidimos en que las víctimas de este conflicto social en Colombia son sólo cifras en las que desaparecen las personas. Es una posición política en favor de una sociedad justa, que valore la vida humana.

¿De dónde surge la idea de ‘Todos tus muertos’?

El origen de la historia parte de un hecho que nos pareció increíble. Un amigo periodista, corresponsal de Semana, nos habló de un problema que tenían dos alcaldes que entraron en una disputa por quién se hacía cargo de unos muertos que aparecieron en sus tierras, justo en época de elecciones. Eso nos hizo pensar que era un tema para una película.

Parece que es sano para el cine colombiano que se cuenten historias ‘universales’ y no sólo las que retratan la identidad nacional. ¿Su cine en qué dirección va?

Todos tus muertos puede ocurrir en cualquier lugar del mundo en donde exista un conflicto. Un ejemplo de ello es el cómo construimos la escena de la masacre. La idea de ubicar los  muertos de esa manera, en forma de montaña, parte de enciclopedias en donde quedaron registradas las prácticas asesinas de los campos de concentración nazis. Creo que justamente por eso logramos vender la película a distribuidoras extranjeras.

Hay una crítica a la nueva ola de directores colombianos de tener una obsesión por hacer cintas violentas, de narcotráfico, etc, ¿considera que es justa esta apreciación?

Estoy casi seguro de que esa premisa no es cierta. En el cine colombiano tiene que haber de todo para exorcizar muchos fantasmas de la sociedad, nuestra salud mental así lo requiere. Hay cierta posición hipócrita sobre todo desde el gobierno anterior, en la que se tacha a todo el que hable de estas historias casi como un enemigo de la patria. Además mucha gente tiende a ofenderse porque cree que los realizadores estamos mostrando una imagen negativa del país, siendo que nuestra clase política lo ha hecho con bastante éxito desde hace 70 años. Tampoco ese es nuestro alcance, sólo queremos contar historias.

¿Lo que más llama la atención de su cinematografía es cómo utiliza los símbolos y los asocia con lo que está pasando en sus historias? Tiene un gran gusto por los animales por ejemplo...

Es una herramienta narrativa para generar pausas, cambios de ritmo. Pero también hay otro uso metafórico. Por ejemplo el de los animales lo hacemos como un paralelo nuestro. Un perro callejero te conmueve más que una persona que vive en la calle. A ese nivel funcionan las cosas, un discurso mucho más duro y directo que te ayuda a comunicar una idea más fácilmente. Luis Buñuel, a quien admiro mucho, utilizaba todo el tiempo estas metáforas. En la película hay muchas llaves por abrir, los animales son una de ellas. La perspicacia lo hará leer. Es algo que por momentos puede resultar muy académico, pero que resulta muy divertido de hacer y efectivo para contar una historia.

Aunque en la película el silencio es protagonista, llama la atención la presencia en la banda sonora de Odio a Botero y Edson Velandia…

A diferencia de Perro come perro queríamos hacer una película que no tuviera mucha música y que ésta no fuera incidental. Dos canciones para dos momentos: el cierre y el comienzo, y otro tema para una escena muy dolorosa. Siempre pensamos en Odio a Botero, los llamamos y les contamos lo que queríamos y ellos hicieron su propuesta, tal como sucedió con Superlitio en Perro come perro. Lo de Velandia surge de un CD de música infantil llamado Sócrates que le había regalado a mi hija. Un día lo estaba escuchando y sonó esa canción y dije “Esa es la de la película”. Y la música del comienzo la hizo Jorge Fernando Garrido, una propuesta de vientos, con elementos de marcha fúnebre.

¿Es su aspiración seguir el camino del cine de autor?

No considero que haga cine de autor, no tengo esas pretensiones. No quiero que en un futuro se vea mi trabajo así, porque considero que en esta clasificación hay directores que están por encima del bien y del mal y yo no estoy en ese nivel. A mí lo que me interesa es contar historias, porque es lo que nos hace sublimes como humanos. Ahora por ejemplo vendrá mi próxima película, que es El Cartel de los Sapos, que es de origen televisivo, y luego vendrán otras como thrillers, cintas de terror, no sé, es divertido jugar con eso.

Por Luis Mayolo/revista 'Shock'

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