Coronavirus: cuando las guerras no van a cuarentena

En medio de la emergencia por el COVID-19, las Naciones Unidas han hecho un llamado para que se detengan varios de los conflictos activos en el mundo. Sin embargo, el parón mundial que ha provocado la pandemia ha sido aprovechado por grupos armados para continuar con la violencia y el caos. El noreste de África, Oriente Medio, México y Colombia son algunos de los casos más graves.

Jesús Mesa
02 de abril de 2020 - 11:00 a. m.
Coronavirus: cuando las guerras no van a cuarentena

La emergencia por el nuevo coronavirus puso al mundo entero a hablar de una sola cosa. Nunca antes el mundo se sintió tan huérfano. La pandemia logró que las preocupaciones de miles de millones de personas pasaran a un segundo plano para enfrentar a este “enemigo de la humanidad”, como lo ha denominado Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud.

En plena globalización y revolución tecnológica, las fronteras nunca fueron más relevantes que ahora. Los países las cierran, decretan cuarentenas y se encierran en sí mismos. La solución parece depender de cada país, pero al tiempo, paradójicamente, la respuesta tiene que ser global. El COVID-19 puso todo de cabeza.

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Pero al tiempo que los países y las ciudades se aislan, hay situaciones que se resisten a entrar en cuarentena. Ni siquiera la pandemia global, que ha contagiado a más de 780.000 personas, ha persuadido a algunos actores de los conflictos actuales a ceder en sus operaciones militares. No por nada el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, invitó a un “alto al fuego global” mientras se combate la pandemia.

Pero mientras el mundo mira con preocupación las cifras de contagios y espera con impaciencia la aparición de una vacuna milagrosa —que, dicho sea de paso, tardará varios meses—, hay conflictos armados en curso. Como sucedió en el siglo XX, cuando ni siquiera la amenaza de la gripe española detuvo el curso de la Primera Guerra Mundial, hay conflictos que anteceden al COVID-19 y se resisten a parar.

De acuerdo con las Naciones Unidas, en el momento se están desarrollando al menos 25 conflictos armados en el mundo. Algunos son de larga data, como la cuestión palestino-israelí o la situación de orden público en Colombia. Otros, como la guerra en Siria o los conflictos en el noreste de África, son más recientes.

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De hecho, el parón mundial provocado por el coronavirus no ha persuadido al movimiento yihadista Boko Haram, que ha matado a 36.000 personas y desplazado a casi dos millones de personas desde el inicio de su guerra, en 2015. La organización terrorista ha aprovechado la emergencia del coronavirus para redoblar sus ataques en el noreste del continente, más exactamente en Camerún, Níger, Chad y Nigeria. Y hace poco rompió todos sus récords.

En plena emergencia mundial por la pandemia, el 24 de marzo, al tiempo que el presidente de Chad, Idriss Deby Itno, ordenaba a los ciudadanos resguardarse en sus casas para evitar el contagio del COVID-19, la organización terrorista perpetró su ataque más sangriento hasta la fecha. Fueron siete horas de horror en las que fallecieron 92 soldados, aunque algunos oficiales que pidieron mantener el anonimato afirman que hubo más víctimas.

Pero Boko Haram no es el único movimiento insurgente activo en esta zona de África. El mismo día que ocurría el ataque de Chad, en el noreste de Nigeria fue atacado un convoy militar que dejó setenta soldados fallecidos. El ataque fue revindicado por el grupo yihadista Estado Islámico de África del Oeste (Iswap, según sus siglas en inglés).

La situación no es diferente en Libia. A pesar del cese al fuego momentáneo acordado a instancias de la ONU por el avance de la pandemia del coronavirus, los bandos opuestos en el conflicto civil libio rompieron el acuerdo y libraron la batalla más sangrienta del año, en una carretera costera del centro del país, que dejó casi un centenar de milicianos muertos.

Los enfrentamientos estallaron poco después del amanecer, cuando aviones de combate bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter, tutor del gobierno no reconocido en el este y hombre fuerte de Libia, atacaron un convoy militar afín al Ejecutivo, sostenido por la ONU en Trípoli (GNA), cuando al parecer abandonaba la ciudad-estado de Misrata rumbo al frente de batalla.

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América Latina no es laexcepción. Casos como los de México y Colombia muestran que el crimen organizado no entiende lo de 'quedarse en casa'.  Porque si bien las calles han quedado más silenciosas por el COVID-19, no se han vuelto más seguras y la violencia sigue superando cifras récords.

En México, pese al coronavirus, en la última semana, cuando arrancó el periodo oficial de distanciamiento social para combatir la pandemia, se reportaron 646 asesinatos y un aumento de los saqueos. 

En la semana del 23 al 29 de febrero, justo cuando se registró el primer caso de coronavirus en el país, se contabilizaron 543 asesinatos. Unos 77 homicidios por día. Un mes después, del 23 al 29 de marzo, el número se elevó a 646 casos. El pasado sábado 28 de marzo se superaron incluso los 100 homicidios.

Mientras que en Colombia, si bien la guerrilla del Eln anunció que seguiría las recomendaciones de la ONU y suspenderá sus acciones militares hasta el 30 de abril, varias organizaciones sociales han denunciado que la violencia en el país no se ha detenido en medio de la pandemia.

A pesar de la emergencia por el COVID-19, los hostigamientos y combates no pararon en el Cauca en marzo. Las amenazas contra los líderes sociales tampoco se detuvieron en Chocó, Nariño y Putumayo, y se habla de asesinatos selectivos en el Valle del Cauca. Así mismo, también organizaciones como la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat) alertaron sobre presuntas nuevas ejecuciones extrajudiciales en esta zona a manos del Ejército.

 

Las que sí “pararon”

Si bien la expansión global del contagio por el coronavirus no ha provocado el cese o el final de algún conflicto en el mundo, sí ha alterado el curso de algunos que parecían interminables, como son el caso de Siria y Yemen. También se ha suspendido la recurrente violencia en puntos de fricción como la franja de Gaza.

En Siria, por ejemplo, se ha evidenciado un desescalamiento del conflicto en medio de la pandemia. La declaración de las Fuerzas Democráticas Sirias, coalición opositora kurdo-árabe que controla el noreste, a favor de un cese de hostilidades ha llevado al enviado de ONU para Siria, Geir Pedersen, a plantear un alto al fuego nacional que prevenga la propagación del coronavirus.

“Los sirios son muy vulnerables al COVID-19. Los centros sanitarios han sido destruidos o su capacidad ha quedado degradada, sin equipos ni personal”, advirtió el martes Pedersen, quien también reclamó una pronta liberación a gran escala de detenidos y secuestrados.

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A casi nueve años del inicio de la guerra, que ha debilitado gravemente el sistema sanitario sirio, solo el 64 % de los hospitales y el 52 % de los centros primarios de salud funcionan, mientras que el 70 % de los trabajadores del sector han salido del país, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

Por su parte, en Yemen, guerra a la que la ONU considera “la mayor crisis humanitaria del mundo”, tanto los rebeldes hutis, apoyados por Irán, como el gobierno internacionalmente reconocido, respaldado por Arabia Saudí, expresaron su apoyo a poner fin a los combates en medio de la emergencia por el coronavirus.

El ejemplo de este conflicto ha sido celebrado por las Naciones Unidas, que espera que esto “dé ejemplo en todo el mundo para silenciar las armas y unir a la gente ante la amenaza global del COVID-19”. La pregunta que queda es si, después de superada la emergencia de la pandemia, las guerras seguirán su curso normal. La experiencia histórica indica que probablemente así será.

Por Jesús Mesa

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