Todos pierden con el COVID-19

Fomentar la división puede ganar votos locales, pero dificulta las soluciones para la crisis, pues estas tienen que llegar a través de la cooperación global. En una pelea de felinos hambrientos, como la que se está dando, ningún actor gana. Análisis de Rafael Piñeros.

Rafael Piñeros Ayala*
21 de abril de 2020 - 10:00 p. m.
Un trabajador de la salud posa para una fotografía mientras desinfecta el Hospital General de Tacuba en la Ciudad de México el 21 de abril de 2020. / AFP
Un trabajador de la salud posa para una fotografía mientras desinfecta el Hospital General de Tacuba en la Ciudad de México el 21 de abril de 2020. / AFP

Con una situación como la generada en la provincia de Wuhan a finales del año pasado, emergen análisis en distintas direcciones. Un enfoque reiterativo es señalar quiénes ganan o quiénes pierden. La situación generada por el COVID-19 pareciera trascender esa dicotomía, pues esta pandemia nos ha cambiado nuestros hábitos diarios, nuestras maneras de relacionarnos unos a otros y ojalá nos llevé a actuar diferente y mejor. 

Por eso, lo que acá se señala, es que como en una pelea de felinos hambrientos, ningún actor gana, sino que todos saldremos con un par de cicatrices encima añorando tiempos que no volverán y que el sistema que emerja tendrá que ser construido de manera diferente.

Comencemos por el origen. Esta crisis ha llevado a algunos a afirmar que China gana nuevamente el pulso a Estados Unidos en materia de soft power, qué ha mostrado más empatía frente al mundo con amplias donaciones en contraposición a los americanos engreídos y envidiosos que sólo piensan en sí mismos. Pero China también perdió, será un reto controlar la segunda ola de la pandemia que ya llega, retornar a los niveles de productividad siquiera del año pasado será un desafío y volver a crecer con fuerza, teniendo en cuenta que el desempeño económico del primer trimestre del 2020 fue negativo por primera vez desde 1976. En otras palabras, queda en entredicho la capacidad del mercado para “reiniciar con la fuerza necesaria”. Igualmente, China demoró, como sucedió en 2003 con la crisis de SARS, en dar rápido aviso a la Organización Mundial de Salud para que tomará medias de prevención a nivel mundial. Es decir, se convierte en una duda reiterativa la confianza sobre la información que provienen de China y la magnitud y alcance de lo que allí sucede. Le puede interesar: ¿Qué está pasando con el coronavirus a nivel mundial?

Si la Unión Europea pudo sortear a través de la unidad la salida británica, nuevamente es la economía la que pone a prueba la solidaridad comunitaria, entre un grupo de países del norte (Alemania, Austria, Holanda, entre otros) que se escandalizan cuando sus vecinos mediterráneos (España, Portugal, Gracia e Italia), solicitan ayuda sin condicionalidad que ponga en riesgo el gasto público para promover el crecimiento económico. Como en 2010 después de la crisis financiera y la hecatombe griega, las fracturas entre el norte rico y austero y el sur acosado por el endeudamiento impiden consensos mínimos sobre la socialización de deuda, lo que pone en duda las credenciales de la Unión como un proyecto solidario. Si no que lo digan los italianos, que han clamado durante los últimos dos meses no sólo recursos económicos, sino suplementos médicos que no llegan pronto a donde se requieren.

Si miramos la situación en Estados Unidos, aunque impacienta la masiva y creciente cifra de solicitudes de ayuda por desempleo, la flexibilidad y dinamismo del mercado laboral en crisis pasadas, genera cierta confianza en que ese país superará más rápido que otros el vendaval económico. Al menos después de 2008 así fue. El problema oculto es otro, enquistado hace muchos años, y es que el número de muertos es masivo en lugares donde residen mayorías afroamericanas y latinas. La retórica belicosa y confrontacional del presidente Trump no podrá contener los de miles fallecidos en ciudades como Nueva York, Chicago o Los Ángeles. Las diatribas contra las autoridades estatales por parte del presidente recuerdan a un niñato que no sólo no reconoce sus errores, sino que dificulta la tarea de otros que sí quieren ayudar. Vea también: Misuri demanda a China por su respuesta a la pandemia de coronavirus

Finalmente, la situación en América latina ha sido como suele presentarse, con un matiz de múltiples colores como el arco iris. Por un lado, heterogénea, con presidentes negacioncitas de una realidad que los carcome por dentro al tiempo que con líderes sensatos que tratan de cuadras las fichas de un ajedrez político a nivel interno que demanda recursos a unos sistemas fiscales y monetarios que no tienen más flexibilidad, que no crecen como se esperaba y que ven caer el precio de los commodities en los mercados internacionales de manera angustiosa. Por otro, los sistemas políticos tratan de palear la crisis más significativa de los últimos 100 años, tratando de evitar males endémicos como la corrupción, la exclusión económica y social y la falta de oportunidades, terminen socavando la poca confianza que aún tienen los sistemas políticos. En otras pablaras, luchamos para no desaparecer como sociedad.

Si observamos detenidamente algunos de los sucesos más graves que la humanidad ha tenido que sortear en el último siglo, entenderemos que la cooperación internacional, la solidaridad genuina y el liderazgo individual, son esenciales para superar los obstáculos que sobre el camino hemos encontrado. Fomentar la división gana votos locales, no facilita encontrar soluciones globales. Por ello, como lo mencioné al inicio, en esta crisis todos perdemos, aunque sea un poco y nos quedarán muchas tareas pendientes, que el confinamiento en casa no podrá solucionar.

*Rafael Piñeros Ayala es coordinador de Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.

@RafaPinerosA

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Por Rafael Piñeros Ayala*

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