Diana María Arce, una madre para todos
Nada reemplaza el amor y el cuidado de una madre, pero Diana María Arce se acerca. Todas las mañanas, desde las seis de la mañana, esta caleña recibe en la puerta de la fundación que dirige a 250 niños que pasarán hasta 16 horas con ella. El mejor termómetro para medir la calidez de Diana María es la confianza con la que los niños se quedan bajo su cuidado. Todavía somnolientos, pasan de los brazos de sus madres a los de ella. Diana María tiene para cada mamá una palabra reconfortante y para cada niño, una caricia. Ella sabe cómo le gusta a cada bebe su tetero y la comida favorita de los grandecitos.
La Fundación recibe menores desde los tres meses hasta los siete años. A más de una mamá se le aguan los ojos al despedirse de su hijo. Es doloroso separarse de él tantas horas. Es difícil para ellas no saber qué comió durante el día, si durmió la siesta, si lloró a la hora del baño. Claro que es difícil, pero les queda la tranquilidad de saber que el niño está en muy buenas manos. En las manos de una mujer que supo construir con amor un lugar donde solo se respira eso: amor. El hogar Cimientos Frutos de Amor, que fundó Diana María hace cuatro años, es impecable en todos los sentidos. Como decían las abuelas, «se puede comer del piso», es decir que la limpieza es óptima. Pero también es un lugar donde la prioridad es el bienestar de los niños y el respeto por sus derechos básicos: alimentación, educación, protección, higiene y amor.
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La historia de Diana María es triste, pero con un desenlace feliz. Es la hija de una mujer drogadicta y un padre ausente. Ella y sus dos hermanos se criaron solos. Su mamá se entregó a la droga y no había quién cuidara de sus hijos. Los dos varones siguieron el lamentable ejemplo de su madre y murieron víctimas de la drogadicción. Pocos días después de que Diana María fuera elegida como finalista para Titanes Caracol, murió su mamá por la misma causa. Su primer novio, padre de su primer hijo, le dejó sin saberlo una lección inolvidable y definitiva. «Cuando nos dejó a mí y a mi hijo, me dijo que era porque yo iba a ser igual que mi mamá: drogadicta y mala madre –cuenta–, pero ese mismo día supe que yo era la que iba a terminar con ese ciclo y que, de paso, iba a luchar por que otros niños, hijos de adictos, no crecieran con el mismo prejuicio». Pero aún faltaba otra lección por aprender: la de ser madre soltera. Diana María pasó los primeros tres años de maternidad buscando quién cuidara a su hijo para poder ir a trabajar. Tenía que ser un lugar donde lo aceptaran por muchas horas, donde no hubiera violencia, maltrato, droga. Un día dijo «basta».
Ni el cansancio, ni la preocupación por falta de dinero, hacen mella en el cariño con el que Diana María se despide de cada menor y de su madre.
Basta de pedir favores, basta de preocuparse todo el día, basta de humillaciones. En ese momento, reunió a un grupo de madres del barrio donde vive, en el empobrecido distrito Aguablanca, en Cali, y las convenció de unirse a ella para crear una fundación. Fue así como nació Cimientos Frutos de Amor, una fundación donde cuidan niños desde las seis de la mañana hasta las ocho de la noche. Aquí les garantizan tres comidas diarias, les dan clases de preescolar, duermen la siesta, los bañan, los consienten, los quieren. Les dan el amor y el respeto que Diana María y sus hermanos no recibieron cuando pequeños.
Mantener este hogar de tres pisos en Cali es, sin embargo, muy difícil. Muchas de las mujeres que acuden a la funcación con sus hijos son madres solteras o drogadictas; y lo que pueden pagar es mínimo. Diana María tenía que pedir contantemente ayuda y donaciones. Un día se enteró de que si llevaba material reciclado al banco de alimentos en Cali, se lo cambiaban por comida de próxima expiración. Desde entonces pasa las mañanas con los niños y, en las tardes, mientras los cuidan las mujeres que le colaboran, ella sale a recoger material reciclable por todo Cali. Gracias a esa solución, las mamás que dejan sus hijos en la fundación, no pagan nada.
Al caer el sol, empiezan a llegar las mamás a recoger a sus niños. Diana vuelve a recibirlas con la misma sonrisa amorosa con la que las saludó en la mañana. Ni el cansancio, ni la preocupación por falta de dinero, hacen mella en el cariño con el que Diana María se despide de cada menor y de su madre. Eso sí, al entregarlos después de haberles dado tres comidas, de haberlos bañado y hasta empijamado, a sus madres les hace una sola petición: que les dediquen a los niños un rato antes de acostarlos; que les den el tiempo y el amor materno que ella y sus hermanos no conocieron.
«Es un homenaje a mi madre. Hoy precisamente hace dos meses la enterré; y antes de ella morir me dijo que no me preocupara, que me iba a ganar Titanes.» Diana María Arce