Bullying: ¿Qué hay en la mente de una víctima de matoneo?

El matoneo y otras formas de acoso escolar siguen vigentes, pero se pueden evitar si actuamos a tiempo. ¿Cuáles son los signos de alarma y experiencias de quienes sufren el bullying? Conoce lo que explican y sugieren las expertas en el tema.

Por Redacción Cromos

24 de mayo de 2022

Hay señales que pueden indicar que tu hijo es víctima de bullying.

Hay señales que pueden indicar que tu hijo es víctima de bullying.

Fotografía por: MarkPiovesan

Samuel* iba como de costumbre a su colegio, con su uniforme pulcro y sus cuadernos en orden, pero esta vez el entusiasmo no era el mismo, notó Gloria*, su abuela. Él se quedó en la entrada de la institución y se despidió con una sonrisa, lo que a ella le dio tranquilidad.

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En la tarde, el pequeño de 8 años le dijo conmovido: “No quiero volver más al colegio”. En principio la respuesta al porqué fue simple, “porque no”. Más tarde y tras la insistencia de su abuela, con actitud temerosa y aminorada comentó de forma concisa: “Es porque me dicen gordo y me pegan”. Al parecer no había sido una ni dos veces, “por ahí apenas pasa la cuenta”, dice doña Gloria.

El padre, la madre o cuidador a cargo podrían pensar que estas situaciones son conflictos naturales de la infancia, “cosas de niños”. Pero ¿Cómo saber si se trata o no de bullying?, ¿Cuál es el límite y los signos de alarma?

Para Claudia Botero, doctora en Psicología e investigadora javeriana, el bullying es un ataque físico, verbal o psicológico que ocurre de forma sistemática o reiterativa contra una o varias personas, generando alto impacto en las víctimas. No está ligado a la defensa personal ni a la supervivencia, «más bien, aparece cuando hay un deseo de superioridad y se ejecuta bajo un disfrute personal”.

No obstante, el concepto se ha empleado de forma indiscriminada para referirse a cosas que no necesariamente son matoneo, como lo asegura Carolina Morales, profesora e investigadora de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.

Por ejemplo, “imagine que a su hijo o hija le dicen en algún momento ‘eres tonto(a) porque no sabes pintar’, tenemos claro que puede llegar a ser un ataque que no está bien, pero hace parte de esos conflictos de la infancia que los niños deben aprender a manejar”, ejemplifica y reflexiona que no todas las conductas de los niños, niñas y adolescentes que tengan un tinte negativo se pueden calificar como bullying.

¿Qué pasa cuando una persona es víctima de bullying?

Lorena* guardó silencio por 6 años acerca de lo sucedido, pero su mamá le encontró unos cortes en las muñecas que inmediatamente llamaron la atención. Hoy, a sus 15 años recuerda con dolor ese momento en el que dos compañeras la presionaban para que les hiciera las tareas, “si no lo hacía me escondían las cosas, me pegaban o me amenazaban con la idea de que yo no iba a tener amigos”. Las cosas han cambiado, pero siguen estudiando juntas. “Ya no hablo con ellas, pero me miran feo y alejan a todos de mí”. En el último año Lorena se ha autolesionado tres veces de la misma manera.

“Me cuesta dormir, no me gusta salir de la casa ni participar en clase, siento que, si digo algo, se van a burlar”, cuenta Lorena y complementa: “Las veces que me he hecho eso (cortarse) es porque ya no aguanto más, es algo que no sé cómo explicar, exploto y lo hago”.

“Cuando un niño o niña es atacada, el cerebro lo interpreta como una amenaza en la que la vida corre peligro. Es ahí cuando se activan aquellas estructuras cerebrales que nos permiten sobrevivir y nos protegen (la amígdala, el hipotálamo), que van a mandar una serie de señales a nuestro cuerpo para ponernos en modo de defensa”, explica la profesora javeriana Adriana Martínez, psicóloga y magíster en rehabilitación neuropsicológica y estimulación cognitiva.

Cuando esto sucede, explica Martínez que el cuerpo de la víctima experimenta muchos cambios; libera grandes cantidades de adrenalina para poder enfrentarse a la situación de riesgo, y también cortisol, que es la hormona del estrés; el corazón late más rápido, los pulmones reciben más aire y de ahí la hiperventilación.

“Todo ese gasto de energía necesita ser compensado con la activación de otros sistemas, entonces el sistema digestivo se afecta y empieza a funcionar mal, así como el inmunológico; hay una constante tensión muscular porque el cuerpo está preparado para escapar y huir, también hay dificultades para dormir porque ese cortisol está diciendo ‘pilas, hay una amenaza, manténgase despierto’”, comenta Martínez.

Así que las afectaciones no solo son a nivel emocional, añade la neuropsicóloga. “Un niño pequeño puede que ni siquiera tenga desarrollada la capacidad para expresar emociones, sin embargo, todas estas manifestaciones físicas sí van a aparecer y hay que atenderlas”.

Las psicólogas coinciden en que la intimidación, matoneo o bullying es producto de numerosas situaciones y contextos en los que no solo hay que ayudar a la víctima y empoderarlo(a), sino que también es necesario poner los ojos en quien ejecuta la violencia o que tiene características potenciales para hacerlo (el bully); así como también a los observadores.

Autora del texto: María Ximena Montaño Rozo. Este artículo fue publicado gracias a Pesquisa Javeriana.

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