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Música sacra en Macondo: el Festival que cerró su gira en la tierra de Gabo

El Festival Internacional de Música Sacra cerró su gira en la tierra de Gabriel García Márquez. Aracataca se llenó de música ancestral y de más realismo mágico.

Por Mónica Ballesteros
07 de febrero de 2025
El Festival Internacional de Música Sacra cerró su gira en la tierra de Gabriel García Márquez. Aracataca se llenó de música ancestral y de más realismo mágico.
Fotografía por: Cortesía Festival Internacional de Música Sacra

Bajo el cielo dorado del Caribe colombiano, entre el murmullo del río y la memoria de Macondo, la música sacra encontró su última morada.

Aracataca, la cuna de Gabriel García Márquez, fue el escenario del cierre de la tercera gira Colombia es Música Sacra, un recorrido que llevó sonidos espirituales a los rincones más profundos del país.

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En la iglesia de San José, donde las paredes guardan siglos de historias y rezos, la agrupación YAPÚ ofreció un concierto que trascendió el tiempo y el espacio, una despedida marcada por la magia de los instrumentos prehispánicos y la fuerza de un legado cultural inquebrantable.

El Festival de Música Sacra cerró su gira en la tierra de Gabo, llevando melodías espirituales a un escenario mágico.

El Festival de Música Sacra cerró su gira en la tierra de Gabo, llevando melodías espirituales a un escenario mágico.

Fotografía por: Cortesía Festival Internacional de Música Sacra

Un viaje sonoro por los territorios de paz

Desde su inicio en noviembre de 2024, la gira recorrió nueve territorios de paz, llevando consigo melodías sagradas, meditativas y espirituales. Desde los sonidos ancestrales de los indígenas Tairona hasta las plegarias melódicas de Buenaventura, cada parada fue un encuentro con la identidad profunda del país.

“Ha sido maravilloso poder recorrer estos lugares, territorios de paz que han sido tan afectados por el conflicto, pero que hoy por hoy podemos visitar, podemos conocer y enamorarnos de este gran país que tenemos”, expresó Mariana Piotrowska, directora del Festival Internacional de Música Sacra de Bogotá.

El Caribe colombiano, con su riqueza musical y su historia, era el destino perfecto para cerrar este ciclo. “Terminar nuestra gira Colombia es Música Sacra en Aracataca más allá de solo ir al Caribe colombiano es también volver a nuestras tradiciones”, añadió Piotrowska.

Y qué mejor manera de hacerlo que con la música prehispánica, una conexión directa con el alma de los pueblos originarios y su visión sagrada del mundo.

El desafío de llevar música a la Colombia profunda

El camino hasta este cierre no fue fácil. La logística para llegar a lugares apartados, las barreras culturales y la falta de conectividad fueron algunos de los retos que enfrentó la organización. Sin embargo, cada esfuerzo valió la pena.

“El festival se ha enfrentado a muchos desafíos y retos, no sólo porque hay muchas brechas y barreras culturales que hay que ir sobrepasando, pero también por la conectividad, por ejemplo, para llegar a ciertos lugares”, afirmó Piotrowska.

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La gira no solo logró su objetivo de descentralizar la cultura, sino que también dejó una semilla en cada comunidad visitada. “El recibimiento del público a lo largo de la gira ha sido increíblemente positivo, mostrando una apertura y un interés genuino por la música sacra”, agregó la directora del festival.

La voz de la tierra en las ocarinas

Cuando el primer sonido de las ocarinas resonó en la iglesia de San José, el tiempo pareció detenerse. Estos instrumentos cerámicos, que alguna vez acompañaron ceremonias de agradecimiento y protección en las culturas Tayrona y Zenú, volvieron a vibrar en manos del Ensamble YAPÚ, liderado por Luis Fernando Franco.

Con una fusión de electroacústica y tradición, la agrupación logró recrear un viaje sonoro que transportó a los asistentes a una era donde la música era un puente entre los hombres y sus dioses.

Por otro lado, cualquier viaje por Aracataca es un regreso a Macondo. Las calles polvorientas, el murmullo de la vegetación y el vaivén del río evocan los escenarios que dieron vida a Cien años de soledad. Pero más allá de la literatura, este pueblo es un testigo de la historia indígena y afrodescendiente del Caribe.

El festival, al elegir este lugar como cierre de su gira, no solo rindió homenaje a la espiritualidad indígena, sino que también estableció un diálogo entre la música y la literatura. Como si los espíritus de Macondo hubieran despertado por una noche para escuchar el eco de sus raíces.

Cuando la última nota de las ocarinas se desvaneció en la iglesia de San José, los aplausos sellaron no solo el final de un concierto, sino de un viaje que unió territorios, historias y emociones. Pero la música sacra no se detiene aquí.

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La invitación de Piotrowska es clara: el festival en Bogotá continuará entre septiembre y octubre, y una nueva gira Colombia es Música Sacra llevará estas melodías a más rincones del país.

Mientras tanto, en Aracataca, la música sigue flotando en el aire, como un susurro de los tiempos antiguos. Porque en un país donde el arte y la cultura resisten, la música sacra se ha convertido en un hilo invisible que une el pasado con el presente, lo terrenal con lo divino. Y en cada nota, en cada acorde, en cada eco de las ocarinas, se reafirma un mensaje: la música nos une.

Por Mónica Ballesteros

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