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Tecnoadicción y ciberadicción son términos que en el ambiente clínico ya son relevantes. Si bien es cierto que se empleaban antes de que la emergencia sanitaria estallara en marzo del 2020, sin duda se han convertido en dos palabras que se fortalecen silenciosamente.
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Sigue a Cromos en WhatsAppEl doctor Leonardo Palacios Sánchez, profesor de Neurología de la Universidad del Rosario, es un experto en el tema y comienza por aclarar que, aunque los términos parecen sinónimos, en realidad no lo son. “Los tecnoadictos son individuos que se vuelven adictos a cualquier dispositivo tecnológico conectado o no a la red. Por ejemplo, una persona puede ser adicta a los videojuegos de consola, solo conectada a su televisión sin necesidad de una conexión a Internet.
La ciberadicción, por su parte, siempre implica el uso de Internet. Entonces se puede tener una persona adicta a los videojuegos que pasa frente a su pantalla 10 o 12 horas al día jugando sin requerir Internet. O puede haber un ciberadicto, que se conecta en línea con otros jugadores dentro o fuera de su país”.
Más allá de la diferenciación, lo claro es que, con el confinamiento y las cuarentenas, ambas adicciones, sobre todo la ciber, han encontrado un terreno propicio. A diferencia de otros excesos nocivos, estas pueden estar siendo avaladas ingenuamente por la familia, o incluso enaltecidas, debido a que no se tiene conocimiento de que puede estarse tratando de una adicción.
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“Pasamos de 8 a 9 horas diarias conectados por motivos laborales y también hay personas que pueden estar de 10 a 12 horas, entre estudio y diversión, conectados. ¿Cuándo es preocupante? Cuando una persona empieza a sacrificar la vida familiar por estar conectada. Por ejemplo, vamos a comer, y esa persona dice no lo hace porque está conectada jugando con sus amigos o en lo laboral. Quiere quedarse consumiendo algo frente a la pantalla. La gran diferencia con otras adicciones es que la ciberadicción no está sancionada por la sociedad”, apunta Palacios Sánchez, que advierte que se pondera muchas veces a ese miembro de la familia porque se cree que es muy juicioso o entregado a su trabajo.
¿Hasta dónde puede llegar un adicto que no se puede despegar de la pantalla, sea un televisor, un computador, tableta o celular? El doctor es directo: “Hasta la muerte misma. Por ejemplo, los adictos están conectados en su área de interés de 18 a 22 horas, dejan de comer, se descuidan y se enferman como cualquier adicto a alguna sustancia. De hecho, hay clínicas muy conocidas para tratar este exceso, se llaman clínicas para la desintoxicación digital”. El doctor Palacios Sánchez resalta que en el Policlínico Gemelli, de Roma, hay un piso destinado a tratar a los enfermos de las pantallas. Este abuso es considerado en países asiáticos un problema de salud pública, ya que los dependientes siguen aumentando.
Vacíos afectivos y otros daños
Como toda adicción, hay factores de riesgo que involucran lo afectivo. Es decir, vacíos del individuo que empiezan a ser saciados con el consumo de ese “algo” que le proporciona la pantalla. Este tipo de adicto puede serlo jugando en Internet, descargando videos o imágenes o revisando constantemente las redes o cualquier actividad en pantalla que le atraiga demasiado. En el panorama surgen otros términos, como el sexting, que resulta de la combinación de las palabras texto y sexo, y básicamente consiste en intercambiar mensajes con contenido sexual y que, en exceso, también conduce a una adicción. El doctor Palacios enfatiza además en que estos abusos, que han aumentado por la emergencia sanitaria, también involucran otros padecimientos. “Trastornos posturales, agotamiento, resequedad en los ojos, inflamación de la córnea, por mencionar algunos”.