¡Que orgullo verme como una puta!

Esta semana, Ignacio Greiffenstein, ex director del servicio de televisión de la Presidencia de la República, lanzó el siguiente trino “¿por qué habrá en Twitter tantas fanáticas petristas con pinta de putas?”.

Por Valeria Bonilla/activista y mujer transgénero
16 de febrero de 2019
¡Que orgullo verme como una puta!
Pixabay

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El periodista Ignacio Greiffenstein finalmente ofreció disculpas por el mensaje hacia las mujeres seguidoras del senador Gustavo Petro, pero dichas disculpas nunca fueron dirigidas hacia las putas.

Lo peor es que la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez, más conocida por representar a algunas las mujeres que a la mayoría, trinó lo siguiente: “ni a las mujeres petristas, ni a ninguna mujer se les debe tratar de esa manera”, lo que me lleva a preguntarme ¿a cuál manera se referiría la señora Ramírez? ¿Acaso vestirnos y vernos como putas es una ofensa?

¿Qué quiso decir Ignacio Greiffenstein con la expresión “pinta de putas”? Algunas mujeres, nos vestimos de una manera autónoma, reconociendo nuestros cuerpos como una herramienta política, algo sobre lo que únicamente nosotras podemos decidir, opinar y mostrar como se nos dé la gana (También le puede interesar En defensa de las putas).

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El último año he trabajado activamente en la zona de alto impacto de Bogotá, el barrio Santa Fe, en el que he tenido la fortuna de conocer a muchas putas y sacar adelante distintos proyectos con ellas. Digo fortuna porque es más lo que he podido aprender que lo que les he podido trasmitir. Aprendí sobre su resiliencia, sobre su resistencia, sobre su fuerza y sobre lo increíblemente poderosas que son. Aprendí sobre la dignidad de ejercer un trabajo que, a pesar de ser estigmatizado, ellas conservan sus valores humanos.

Para mí no existe una persona más digna que una mujer que ejerce la prostitución, una mujer que día a día se tiene que enfrentar a infinidad de situaciones de violencia, una mujer que no permite que el sistema le arrebate el pan de la boca, ni a ella ni a su familia, una ciudadana que merece todos los reconocimientos por el simple hecho de ser mujer en un mundo diseñado para los hombres.

El problema aquí no es el trabajo sexual, el problema es que no existen herramientas para dignificar este oficio, que por cierto es de los más antiguos de nuestra historia. El problema aquí es la segregación social, el estigma, la ignorancia de personas como Greiffenstein y la falta de garantías por parte del gobierno para que cualquier persona pueda ejercer su trabajo siendo validada y protegida.

Así que verme como una puta para mi es un motivo de orgullo y honor, pues todas son unas súper heroínas.

Por Valeria Bonilla/activista y mujer transgénero

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