Defensa de las putas

Yolanda Ruiz
14 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.

No sé si lo lograremos en algún futuro remoto, pero creo que será un avance para la humanidad cuando dejemos de usar la palabra puta para insultar a una mujer, a cualquier mujer, incluso a las que venden servicios sexuales o a las que son víctimas de abuso y trata de personas. Hace tiempo escribía en este espacio sobre insultos que estaban reservados para las mujeres y decía que hasta para insultar a un hombre se usa la expresión hijo de puta, con lo cual se agrede a su madre y no al interpelado. Hoy reivindico a las putas y su derecho a ser respetadas como seres humanos. Reivindico a todas las mujeres que estamos cansadas de que nos insulten por nuestra apariencia, nuestros gustos sexuales o la manera como nos vestimos o nos maquillamos.

Reivindico a las mujeres que son discriminadas, insultadas y marginadas porque venden su cuerpo en una transacción en la que la contraparte no sufre ninguna estigmatización. El hombre que paga por sexo no es mal visto, no es condenado, no es insultado y no pocas veces es aplaudido cuando detalla sus aventuras sin que nadie le cuestione sus preferencias sexuales pagadas. En el universo de la prostitución hay también un debate de miradas entre quienes defienden la transacción entre adultos como una práctica que se debe regular y quienes consideran que la compraventa de sexo no es más que un delito de trata de personas. Más allá de eso, lo cierto es que se trata de mujeres, unas dicen haber optado libremente por el oficio, otras han sido reclutadas a la fuerza, muchas desde niñas. Mujeres que han sido agredidas de mil maneras y que merecen respeto, consideración, cuidado y protección de un mundo que las ha dejado en lo más bajo de la escala social. A las putas las miramos todos como si fueran personas de menor valor.

Por eso la palabra puta ofende, por eso se usa para insultar. Porque las consideramos mujeres por debajo de la línea de respeto. Eso es ilegal y es inmoral. Grave problema el que tenemos cuando sentimos que estamos por encima de otros seres humanos a los que consideramos inferiores y a los que podemos pisotear. La palabra puta está a flor de labios cuando una mujer tiene múltiples parejas sexuales, cuando la vemos vestida con colores llamativos, minifaldas, escotes o cualquier prenda que se salga de la línea de lo “socialmente aceptable”. “No se vista así que parece puta”, “no se maquille así que parece puta”, “no se ponga esos aretes que son de puta”. Ni mencionar lo que llegan a decir en las redes sociales ante la ausencia de argumentos, porque tildar de puta a una mujer es tan sencillo como decirle fea o loca para descalificarla en una discusión. La pobreza del debate ofende más que esas palabras, en realidad.

No pocas veces me han llamado puta y yo, que nunca he tenido sexo a cambio de dinero, no me siento interpelada, pero si son putas las mujeres que han tenido varias parejas sexuales en la vida pues encajo en la categoría: soy puta y que no se ofenda la galería. Soy puta si eso significa que defiendo la libertad de las mujeres para tener la vida sexual que prefieran, vestirse como les dé la gana, maquillarse como se les antoje y pintarse el pelo como les provoque.

Las putas son mujeres como yo, respetables como somos todos, tienen derechos como los tenemos todos y en su caso derechos que han sido vulnerados sin que el Estado salga a defenderlas como le corresponde porque al fin y al cabo son putas. Si las golpean, si las violan, si las matan, ¿a quién le importa?, son putas. Cuando entendamos que esas mujeres son iguales en su esencia humana a todos los que las miran con desprecio, habremos dado un paso gigante hacia la construcción de una mejor sociedad. Que no utilicen la palabreja para agredirme porque las putas merecen todo mi respeto.

 

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