“¿Cómo ya estamos en diciembre?”. Esta frase se repite cada año entre amigos, colegas y familiares. Pareciera que, al crecer, los días y años se esfuman a una velocidad sorprendente. ¿Es solo una sensación? La respuesta es más compleja de lo que parece.
Nuestra percepción del tiempo cambia drásticamente a medida que envejecemos, no solo por nuestra edad, sino por la manera en que nuestro cerebro procesa las experiencias. ¿Qué hace que el tiempo parezca avanzar más rápido? Aquí exploraremos cómo la rutina, la novedad y nuestros estados mentales juegan un papel crucial en este fenómeno.
La ciencia detrás de la percepción del tiempo
Cuando éramos niños, un año podía sentirse interminable, lleno de descubrimientos y primeras veces. Ahora, como adultos, parece que enero se convierte en diciembre en un abrir y cerrar de ojos. Este cambio tiene raíces profundas en cómo nuestra mente percibe el tiempo.
Sigue a Cromos en WhatsAppNuestro cerebro utiliza múltiples regiones para medir la duración de los eventos: el cerebelo, los ganglios basales, la corteza prefrontal y el hipocampo trabajan en conjunto. Sin embargo, con la edad, nuestras vidas tienden a volverse más monótonas y menos estimulantes. La rutina diaria reduce la cantidad de experiencias memorables que registramos, lo que da la impresión de que el tiempo vuela.
Además, la proporcionalidad temporal influye enormemente. Para un niño de 5 años, un año representa el 20% de su vida; para un adulto de 50, es solo el 2%. Este factor matemático distorsiona cómo experimentamos el paso de los años.
Por otro lado, nuestros estados emocionales también influyen. Altos niveles de dopamina, típicos de momentos de excitación, hacen que el tiempo parezca pasar más rápido, mientras que niveles bajos, asociados a la depresión, lo ralentizan. La ansiedad y el estrés, por otro lado, pueden fragmentar nuestra percepción del tiempo, haciéndonos sentir que estamos atrapados entre un presente eterno y un futuro incierto.
Cómo ralentizar la percepción del tiempo
La buena noticia es que no estamos condenados a sentir que el tiempo se escapa de nuestras manos. Pequeños cambios en nuestra rutina pueden hacer una gran diferencia:
- Busca la novedad: viajar, aprender algo nuevo o cambiar pequeñas cosas en tu día a día activa tu cerebro y expande tu percepción del tiempo.
- Practica mindfulness: estar presente en el momento ayuda a anclarte en el “ahora” y a disminuir la sensación de prisa.
- Establece rituales significativos: reuniones familiares, caminatas o actividades que te conecten con tus emociones dejan recuerdos duraderos.
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El tiempo no se acelera ni se detiene; somos nosotros quienes moldeamos cómo lo experimentamos. Al entender los factores que influyen en nuestra percepción, podemos tomar medidas para disfrutar cada día de forma más consciente.
La próxima vez que sientas que el año pasó en un suspiro, recuerda que está en tus manos ralentizarlo. Crear recuerdos, buscar lo nuevo y vivir el presente pueden transformar cómo vives el tiempo, porque, al final, no es cuánto tenemos, sino cómo lo sentimos.