Su cuenta @danielhabif registra 7.6 millones de seguidores, un número importante en la plataforma. Sus seguidores en todo el mundo afirman a través de mensajes públicos, que el mexicano ha cambiado sus vidas con los mensajes que comparte.
Daniel Habif fue diagnosticado con la enfermedad de Lyme, una infección bacteriana que se contrae por la picadura de una garrapata infectada. Su pronóstico, con suerte, era quedar en silla de ruedas, pero su fortaleza mental y espiritual lo recuperaron casi en un cien por ciento. Pero esta, es apenas una de las tantas pruebas a la que la vida lo ha enfrentado. El coach de la felicidad ha caminado por las espinas de las rosas.
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Nació en Sinaloa, al norte de la república mexicana. Ya entonces era un estado donde imperaba la violencia. También las familias trabajadoras como la suya. Por el oficio de su padre, marino, terminó viviendo en Ciudad de México en donde inició su camino en las artes. Fue allí donde enfrentó uno de sus miedos más grandes: hablar en público. “Era un chico callado, con episodios de tartamudeo y encontré un universo maravilloso en donde podía expresarme”.
Sigue a Cromos en WhatsAppLa prueba fue superada por completo. Daniel se enamoró de los escenarios a tal punto que terminó protagonizando en televisión. Luego pasaría a la conducción y finalmente encontraría su lugar por un buen tiempo en la producción de contenidos. El niño tímido de Sinaloa tuvo hasta banda de rock y punk.
A sus 22 años fundó una de las compañías más importantes de producción de espectáculos en México. “Hicimos más de seiscientos conciertos”, recuerda, como también que fue una de sus primeras grandes pérdidas económicas. “Cuando la perdí, monté una discoteca enfocada en el entretenimiento, pero siempre he pagado el precio de ser atrevido y poco precavido. Me gusta el riesgo y por eso me he metido unos tremendos “chingadazos” que me han dejado vacunado”.
Daniel Habif: de la gloria a la quiebra
Las cosas siguieron complicándose. “Estaba pasando por un momento muy difícil, de enfermedades, tristezas y quebrantos económicos. Mi padre había fallecido y mi mamá estaba muy mal anímicamente. Estas tormentas, que a todos nos suceden en algún momento, y en las que decidimos si ese dolor es estéril o se convierte en algo que nos lleva a un lugar inimaginable”. En medio de ese caos Daniel grabó un video en el que argumentaba por que el fracaso no existe. Se hizo viral y fue su primer encuentro con ese ecosistema digital en el que ahora se mueve como pez en el agua.
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“Encontré el espacio para decir lo que pensaba y fue la gente, la que poco a poco fue certificando mi trabajo” y también Daniel encontrando, finalmente, lo que quería hacer por el resto de su vida. “Llevaba 5 años luchando. Había pasado por todos los médicos y sus análisis. Primero decían que era fibromialgia, luego que altas probabilidades de una esclerosis múltiple”, y a pesar de que tenía una capacidad de resiliencia bastante fortalecida, el dolor físico era insoportable. “Me dio muy duro porque la bacteria se fue a mi cerebro y empecé a tener lagunas mentales, regresó el tartamudeo y el mejor diagnóstico era que terminaría en una silla de ruedas”.
Su esposa, una de sus fieles escuderas junto a su mamá, lo ayudaba a levantar de la cama e ir al baño era una odisea que duraba 40 minutos. “Llega el momento en que te sientes desahuciado porque no había ningún avance. Tuve los peores pensamientos, hasta pensar en quitarme la vida. Yo estuve en las puertas del infierno muchas veces, pero fue una llamada la que lo cambió todo”, señala Daniel.
Entre más das, más recibes
Su mejor amiga había perdido a su padre y buscaba que Daniel lograra animarla un poco con sus palabras, pero él ni siquiera podía coger el teléfono. Cuando vio una cantidad exagerada de llamadas, logró contestar y pese al dolor que le nublaba la mente y el habla, sus palabras se convirtieron en bálsamo para su amiga. Lo que él no sabía, era el gran regalo que se estaba dando a sí mismo.
“Cuando estaba hablando con ella desapareció el dolor físico. Era como una fórmula mágica, que había hallado. La compasión que sentí por ella, me sanó. Y ahí no volví a parar. Hice un video, y luego otro y otro más. “Tengo la plena convicción de que puedes detener tu dolor al ayudar a otros”.
Luego del paso por los antibióticos, optó por tratamientos más naturales, reposo, buena actitud, compartir mensajes y por primera vez, los resultados empezaron a ser positivos: desapareció la infección ósea, se acabaron las nefastas proyecciones y aunque aún lucha con secuelas de la enfermedad de Lyme, cada vez está mejor. De eso habla en su más reciente libro, Las trampas del miedo.
Esa palabra está en todas las conversaciones y el abordaje que hago desde la psicología y la dimensión espiritual, que ha sido una herramienta importantísima en mi vida es este libro. No es clínico, ni sustituye ninguna terapia, pero aborda a este monstruo de mil cabezas con herramientas muy efectivas y te exhorta a tener prácticas que te permiten, por lo menos identificar y surfear por esos miedos que todos tenemos”.
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