En este diario publicado en Cromos plasma sus tristezas y alegrías. / Fotos: César K-rrillo.
Yo dormía en el canal y mis asistentes se encargaban de traerme la ropa. Hubo días en que pensé que no iba a soportar el ritmo, momentos en que me sentía realmente prisionero, que tenía la necesidad de salir dos días, viajar, resolver mis problemas personales, y no podía. Betty me estaba enloqueciendo. Durante un tiempo me quitó la tranquilidad, la vida. Ahora es distinto. Es como una hija que se fue de viaje y, de vez en cuando, escribe para darme buenas noticias.
Pienso que una parte del Globo de Oro que se ganó Ugly Betty es mía. Una parte pequeña. Porque es mi personaje y trabajé en él. No es que quiera quedarme con el premio, ellos hicieron un gran trabajo. Es más, creo que la gente es la que me lo adjudica, mucho más de lo que lo hago yo. No tuve nada que ver con la producción en los Estados Unidos ni con ninguna otra, pero soy el creador de los personajes, de la idea, del título. Por eso en todas partes tiene que estar mi crédito. Los derechos son del canal, por eso no tengo regalías, pero donde en alguna de las producciones internacionales olviden darme el crédito, ¡ahí sí que me vuelvo millonario! Estoy esperando que a alguien se le ocurra volarle el crédito a Gaitán para demandarlo. ¡No! ¡Mentiras! Lo más grato para mí es haber podido dar una visión distinta de Colombia. No una visión amañada, una visión real, pero cargada de lo que casi nunca se ve: el humor, la música, la cordialidad, eso que nos hace ser colombianos. Lo que más me alegra de Betty, más que los premios o las versiones internacionales, es ayudar a que los colombianos puedan sentirse orgullosos de sí mismos. (Te puede interesar: “Si fuera presidente, lo primero que haría sería botarme por una ventana”: Fernando Gaitán)
Es algo similar a lo que me pasó con Café. A mí me ha tocado vivir en el exterior y sentir lo que es eso cuando eres colombiano. Cuando la novela comenzó a verse en muchas partes los más agradecidos fueron esos colombianos, que me llamaban a contar que los habían parado en el aeropuerto no para requisarlos o mirarlos con desconfianza sino para preguntarles en qué terminaba Betty.
Sigue a Cromos en WhatsAppY pensar que la historia nació como nacen muchas, de la cotidianidad. Un alto ejecutivo del Canal RCN tenía una secretaria más bien fea y el tipo era muy refinado. La mujer le trabajaba como loca pero él ni la veía. Un día la echó, y al otro día estaba dando alaridos porque se le estaba acabando la vida. Ese fue el clic. Ahí había algo especial. Después de eso lo que hice fue preguntarme qué podía haber pasado antes de ese momento, qué podía pasar después, cómo podrían reunirse de nuevo y ver si servía para una serie, una película o una telenovela.
Cargué mucho tiempo con Betty en la cabeza. Esa primera imagen fue como en el 95. Terminé Guajira y la sinopsis la escribí entre el 96 y el 97. Se la presenté a Samuel Duque, que era el presidente del Canal, pero la rechazó porque en ese momento estaba al aire una serie que también trataba de una fea, La mujer en el espejo. Estuvo bien, no se justifi caba grabar una telenovela con un tema similar. Yo la guardé porque sabía que tenía una buena historia. No todas las historias sirven para todo y no es fácil encontrar historias para una telenovela. Construir una historia para una telenovela es de lo más complicado. Una historia que te dé 20, 25 giros. Eso no es fácil. He escrito muchas cosas. Tengo literatura guardada, pero sospecho que es muy mala literatura, y algunas obras de teatro e incluso hice algunos guiones de cine, y me los han pedido, pero no me gusta como quedaron, creo que la técnica no está depurada, pero ahí siguen, hasta que los pula, porque las historias hay que dejarlas en el género que son. Además: Fernando Gaitán y el arte de inmortalizar lo cotidiano
“Este no es un oficio para estar casado y con la separación perdí hasta mi casa. quizás por eso monté un bar”.
Me puse a hacer Carolina Barrantes y después hice la sinopsis de Hasta que la plata nos separe. Pero Gabriel Reyes, el nuevo presidente de RCN, me preguntó qué tenía guardado para una posible coproducción. Le mostré varias cosas, incluyendo la sinopsis de Betty. Reyes me dijo que eso no era para coproducción, que eso era para que lo produjéramos nosotros y que esa tenía que ser mi próxima telenovela. Hasta ese momento no era nada del otro mundo. Uno quiere todas las historias, desde que se toma el trabajo de parirlas. Todas son distintas y esta era una historia que me gustaba mucho, una historia que siempre me gustó, pero nada más, a pesar de que la novela arrancó con muy buen rating.
Lo que pasa es que una cosa es que una novela tenga rating y otra que sea importante para la gente. No es una crítica, pero novelas como Pasión de gavilanes han sido muy exitosas, pero no crean ninguna reacción en la gente. Realmente nos dimos cuenta de la importancia de Betty, del fenómeno en que se había convertido después del capítulo en que intentan sobornarla y ella lo considera. Pasó de todo. Eso generó un malestar impresionante: columnas de opinión en los periódicos, opiniones de los políticos, llamadas de protesta. Claro que nunca se pensó en que aceptara. Era un recurso para que el personaje de Armando descubriera que ella era digna de confianza.
Me sorprendió que en Colombia, con tantos ejemplos reales de corrupción, la gente se escandalizara con una fea virtual a la que le habían ofrecido 80 mil dólares. Nos dimos cuenta de que Betty era un personaje nacional, entendimos que al país le duele más que le pase algo a sus personajes más cercanos que a un político.
Betty se convirtió en uno de esos personajes. Los mismos periodistas dijeron que las columnas habían salido de los periódicos y se habían ido para la televisión, porque descubrieron que la televisión tenía una gran posibilidad de transmitir valores. Eso es una gran responsabilidad, y yo lo tomo muy en serio. Uno tiene que saber que no está escribiendo para suecos o para daneses sino para un país mucho más complicado, donde la gente no lee y la televisión se convierte en el mayor transmisor de modelos de comportamiento. Por eso todos mis personajes trabajan o estudian, se rebuscan la vida eludiendo todas esas otras posibilidades que hay en la calle.
La novela comenzó a venderse al exterior y entonces me alcanzó la producción. Yo empiezo como con 40 ó 50 capítulos de ventaja, pero siempre me cuelgo porque le doy mucha importancia a los libretos. No soy capaz de entregar un libreto que no sienta que está bien hecho, entonces siempre me cuelgo. Cuando terminé Café estaba muy colgado. Lo mismo me pasó en Betty y cuando uno se cuelga se convierte en productor de la novela, porque los planes de rodaje y todo dependen de uno. Uno quiere que las cosas salgan como se las imaginó y hay que buscar un director que se acople a la historia. Esa es quizás una de las cosas que cambiaría del proceso de Betty. Me hubiera gustado meterme antes en la producción. No es que piense que los demás no han hecho bien las cosas. Lo que pasa es que es mejor estar metido en la producción.
En ese tiempo estaba casado y quería independizar mi casa de mi sitio de trabajo. Estuve 16 años yendo todos los días al Canal y con Betty dormía en RCN para tratar de adelantar. De alguna manera eso afectó mi matrimonio. No Betty en particular, sino el exceso de trabajo. Este no es un oficio para estar casado y con la separación perdí hasta mi casa. Quizás por eso monté un bar, que fue mi refugio, el único sitio donde de verdad me relajaba de toda la tensión. Después de la separación no quería estar solo en un apartamento de soltero, quería hablar con la gente y el bar se convirtió en la sala comedor de mi casa.
“Ahora es distinto. Betty es como una hija que se fue de viaje y de vez en cuando escribe para darme buenas noticias”.
Una vez superé todos mis confl ictos me di cuenta de que también me encantaba ese espíritu competitivo y la creatividad que requiere un lugar como ese. Es como la televisión, hay que ser creativo y competitivo y yo soy así. Si no eres competitivo en televisión, te acaban. Mis historias las saco adelante incluso a costa de mi propia salud y la salud de los actores y los técnicos y la tranquilidad de los ejecutivos. Eso pasó con Betty. Me absorbió por completo. No tenía vida privada. Era difícil, sobre todo, tratar de escribir una comedia en medio de una separación. A diferencia de otros géneros, la telenovela no admite nada: no admite ni mamá muerta, ni separación, ni enfermedad. Cuando está al aire no la puedes parar.
Por eso les digo a todos los que me conocen que Los que conviven conmigo, mis hijas, mis amigos, lo saben, por eso aún me hablan, y en esa época me ayudaron a resolver cosas para que pudiera concentrarme en la novela. Trataba de descansar mínimo un día, pero a veces hasta los domingos me tocaba ir al Canal, y así fue durante casi dos años. Comenzamos a producirla a principios del 99 y terminamos en mayo del 2001, porque además se alargó, no sólo porque en Colombia y en el exterior la gente quería más, sino porque la historia daba mucho todavía.
Después de Betty descansé. Me di cuenta de que escribir es como el boxeo. Te subes al cuadrilátero con ganas, los primeros asaltos los enfrentas con ánimo, pero cuando la cosa se pone pesada y empiezas a dar y a recibir, comienzas a perder el sentido, no sabes en qué asalto vas ni si estás ganando o perdiendo, ni siquiera cuando se acaba la pelea tienes muy claro qué pasó. Ya en el hospital te das cuenta de que tienes dos costillas rotas pero ganaste.
Me recuperé, me quedé un tiempo asesorando al Canal y viajé, viajé mucho. Cuba, España, Estados Unidos. Argentina, Chile, Venezuela, Panamá, la mayoría dando conferencias o asistiendo a festivales. Me han ofrecido hacer cosas por fuera e incluso he intentado algunas, lo que pasa es que yo necesitaría irme a vivir mucho tiempo por fuera y para hacer lo que hago prefi ero quedarme en Colombia. Requeriría mucho tiempo porque no soy capaz de hacer algo tan industrial como muchas de las cosas que hacen, por ejemplo, en Estados Unidos. Si voy a hacer una telenovela en Miami es porque voy a hacer un trabajo a fondo sobre la cultura, sobre la sociedad en Miami. No me siento honesto escribiendo cosas si no hay carne, si no hay fondo.
Pasé cuatro años y medio temiendo el daño que Betty le iba a hacer a mi próxima historia. Cuando comenzamos a trabajar en Hasta que la plata nos separe tuvimos que hacer muchas reuniones, con los actores y con el director, para convencernos todos de que no teníamos que hacer una novela más exitosa que esa. Ahora puedo decir con tranquilidad que Betty ya se fue.
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