El Xtreme Bike, el equipo más humilde de la Vuelta de la Juventud

La escuadra nariñense superó todo tipo de adversidades antes y durante la carrera. Al final, el puesto 23 en la general de Ricardo Rivera, le supo a gloria.

Andrés Montes Alba / @amontes023 / Enviado Vuelta de la Juventud
23 de mayo de 2018 - 01:27 a. m.
Este equipo lleva el nombre de una tienda que vende artículos deportivos en Ipiales, Nariño.  / Cortesía
Este equipo lleva el nombre de una tienda que vende artículos deportivos en Ipiales, Nariño. / Cortesía

En el equipo Xtreme Bike lo importante es el día a día. No dañar la bicicleta  porque no hay repuestos y se debe perder el menor tiempo posible para no quedar por fuera de la competencia. No tiene masajistas, ni mecánicos. Es la escuadra con menos recursos de la Vuelta de la Juventud, pero sus ciclistas tienen el mismo sueño que los demás en el pelotón: llegar a correr en Europa. Para ellos el objetivo no es asumir el liderato, sino superar las adversidades.

Hay otros equipos que cuentan con dos vehículos acompañantes, algunos llevan cuatro. Cada uno con mecánico, médico y auxiliares. El Xtreme no. Rentó un carro en Ipiales y sus dirigentes convencieron al dueño de una camioneta para que los acompañara durante toda la vuelta, por $100.000 diarios. Las otras escuadras llevan carpas para protegerse del sol y la lluvia antes y después de las etapas, mientras que a los pedalistas del Xtreme les toca descansar a la sombra de un árbol. (Lea aquí: Luis Jimenez, campeón de la Vuelta de la Juventud 2018)

Nadie en el equipo de Ipiales tiene experiencia. El masajista, es peluquero y ciclista. El mecánico es un pedalista profesional que está sin trabajo. Y el técnico nunca había dirigido. Todos los corredores son del departamento de Nariño. Aun así, el grupo se armó para asistir a la Vuelta de la Juventud.

“Se nos partió la uña (la que sostiene el tensor de los cambios con el resto de la bicicleta) y no vamos a poder usar la cicla que trajimos para la crono. La otra que tenemos nos la prestó un equipo de Medellín”, dice Rubén Morales, de 32 años de edad, un nariñense fornido, calvo, de tatuajes en las piernas, quien conduce el último vehículo de la caravana, el número 28. Estar tan atrás cuesta.

No se ve carrera y cuando uno de los suyos lo necesita hay que adelantar una larga fila de carros que hace que pierda tiempo. Morales se ha salvado de chocar  en un par de oportunidades, pero no pudo evadir las multas. Su mejor hombre, el del dorsal 173, Dylber Cabrera, estaba en el grupo de adelante. Le quiso dar líquido en un punto no permitido y se ganó una sanción de $100 mil. “Ha sido el agua más cara que he pagado, pero Dylber tenía opciones”. En esa etapa quedó de 26, con el grupo del líder. Antes de que decidiera aventurar en el ciclismo, en el 2015, Morales vendía artículos deportivos, uniformes y bicicletas en un local especializado en el deporte de las bielas, allá en su natal Ipiales. (Vea aquí: Las mejores imágenes que dejó la versión 51 de la Vuelta de la Juventud)

El de más recorrido es Javier Díaz, el mecánico del equipo, quien llegó a correr en Francia, él es quien más sabe. Se le ve en los pasillos y en el lobby de los hoteles arreglando cadenas, cambiando corazas y engrasando las máquinas para el día siguiente, pero cuando se corrió la contrarreloj individual, era quien gritaba desde el automóvil cómo y en qué parte Dylber debía acelerar la pedaleada. También le dijo a Rubén que le pusiera el auto detrás para ayudar a cortarle el viento, muestra clara de su inexperiencia.

Para la edición de este año en la Vuelta de la Juventud la Liga de Nariño le dio a Rubén $300 mil por cada ciclista, pero en los cálculos del entrenador se gastaron cerca de $13 millones en la competencia. Al equipo también le llegan recursos de las alcaldías de Aldana, Pupiales, Gualmatán, Contadero e Ipiales, que tienen al menos un ciclista en la formación.

Ante la escasez existe la recursividad. Darío Romo, de Pasto, estudió un curso de técnico en fisioterapia en el SENA. Su bicicleta se averió y quedó eliminado por fuera de límite de tiempo de llegada, entonces se convirtió en el masajista de sus compañeros.(Lea también: Luis Jiménez, el carpintero que se coronó campeón de la Vuelta de la Juventud)

Jhon Erazo lava carros en la Carretera Panamericana en el corregimiento de San Juan, cerca de Ipiales, mientras que Jhon Pastas es de La Laguna, una vereda del municipio de Aldana. En un entrenamiento él quiso terminar el ascenso, le faltaba un repecho y le había dado la pálida. Paró y compró un pan y un jugo, con un dinero que le había dado su madre. Siguió y cuando llegó a la cima se sintió campeón.

El resto de corredores del Xtreme, como muchos ciclistas, provienen del zonas rurales y se dedican a ordeñar vacas, sembrar y demás labores del campo. Para ellos, estar en el equipo significa una oportunidad de buscar un destino diferente en sus vidas y las de los suyos.

Duermen mal, de a dos por cama, en cuartos que no son para más de tres personas. En las neutralizaciones se meten ocho en el asiento trasero de un vehículo, porque en la otra camioneta van las maletas y las bicicletas. En la comida Javier Díaz les prepara las balas, que no son otra cosa que pan Bimbo con mermelada. Se las comen con Coca Cola y son las favoritas de Jhon Pastas, a quien le recuerdan al pan con jugo que lo resucitó la vez que le dio la pálida subiendo. (Le puede interesar: Volver el sufrimiento costumbre, las aspiraciones de un ciclista Sub-23)

Para Rubén Morales el objetivo era quedar con alguno de sus corredores entre los 30 primeros de la clasificación general. Y luego de la última etapa, con llegada en el Alto Romeral, cerca de Sibaté, Ricardo Rivera quedó en el puesto 23. Dylber Cabrera finalizó en la casilla 39. Para un equipo en el que escasean hasta las caramañolas, pues en el carro cargan apenas 10, lograr las metas tiene otro tono. Para ellos esos son los triunfos, así no hayan ganado nada, lo que les da razones para seguir creyendo.

Durante la crono individual un ciclista de un equipo de Boyacá, en una bicicleta especial para ese tipo de prueba, sobrepasó a Dylber. La tristeza en los rostros de quienes iban dentro del carro del equipo Xtreme era evidente, pero venía una subida y allí las piernas del nariñense respondieron y le dio alcance. Que Dylber en su bicicleta convencional, sin un casco adecuado, y con todas las limitaciones haya podido dar la pelea, hizo que del carro saliera un grito eufórico, rabioso, que estaba reprimido: “Somos Nariño, ustedes que creen”. Esa fue una muestra de carácter, ese que se necesita para superar las adversidades y hacerle frente al destino, que al parecer, tiene a todos esos muchachos condenados a convivir con la derrota.

Por Andrés Montes Alba / @amontes023 / Enviado Vuelta de la Juventud

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