La estrategia de Nairo para llegar en óptimas condiciones al Tour de Francia

A diferencia de años anteriores, en los que llegó a la competencia francesa con uno o más títulos, en esta temporada el ciclista boyacense ha sido más mesurado en las carreras, pues el objetivo de la camiseta amarilla así lo pide.

Camilo Amaya
13 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
Nairo Quintana, ciclista del Movistar Team. / EFE
Nairo Quintana, ciclista del Movistar Team. / EFE

La experiencia hace que Eusebio Unzué mejore con cada nueva temporada en el World Tour. Por ejemplo: el mánager general del equipo Movistar entendió que no es bueno que su ciclista referente pelee muchas carreras antes del Tour de Francia. Sí que las dispute. Y aunque parecen dos frases similares, en el fondo no lo son. Porque una cosa es rodar con el lote, estar en uno que otro ataque, mantenerse en los primeros puestos de una clasificación general, todo saludable para los kilómetros que necesitan las piernas antes de una exigencia de tres semanas, y otra es tener la obligación de pelear, de ir a tope, sea por los compromisos con los patrocinadores o por el simple hecho de mantener un estatus. Y aunque Nairo Quintana sea un hombre afín con la fatiga, a veces se olvida que también es un ser humano y que el deber de ganar lo hace más pesado.

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Desde que brilló en el Tour de 2013 (se quedó con la camiseta de mejor escalador, la de los jóvenes y fue segundo en el podio por detrás de Chris Froome), Quintana ganó una prueba, por lo menos, en cada año que tuvo como objetivo la competencia por etapas más importante del mundo. En 2015 fue la Tirreno Adriático, en 2016 el Tour de Romandía y la Ruta del Sur, y en 2017 la Vuelta a la Comunidad Valenciana y de nuevo la Tirreno Adriático. Sin embargo, cuando llegó el momento de medirse con el líder del Sky, este lo superó en todos los terrenos, aguantando las arremetidas del colombiano, incluso contraatacando muchas veces (segundo en 2015, tercero en 2016 y 12 en 2017).

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Si de mirar datos y volverlos deducciones se trata, se puede decir que la competencia vista como preparación máxima no fue el camino para mejorar lo hecho. Por eso, en este 2018, Unzué se la jugó por el español Mikel Landa para que fuera el capo en carreras más pequeñas, incluso con Nairo trabajándole, y así quitarle la responsabilidad al ciclista de 28 años de tener que estar ahí siempre. En lo corrido de este año, Quintana ha disputado cuatro carreras: en la Colombia Oro y Paz fue segundo, al igual que en la Vuelta a Cataluña, mientras que en el País Vasco se metió en la quinta casilla. Ya en la clásica A Través de Flandes culminó en el puesto 60. Son un total de 3.080,5 kilómetros en 20 días, es decir, una carga de 154 por jornada, un promedio saludable, exigente, pero sobre todo prudente.

 

Y aunque se pueda ver el pavé como una redención máxima del ciclismo exigente, Unzué piensa todo lo contrario, pues lo interpreta como un riesgo innecesario para el pedalista mismo, para su integridad, para los demás. Para el mánager, el espectáculo se puede generar de otras formas, con más montaña, incluso con más llegadas en plano, pero nunca con la imposición de un ambiente áspero, exigente, temerario como lo son pequeños trazados empedrados, con huecos que pueden sacar volando a un ciclista.

Por obligación, Nairo entrena allí, porque entiende que si no sale bien librado de ese desafío, pelear por la general contra rivales más experimentados será imposible. A un ritmo más lento, pero al fin de cuentas su ritmo, el boyacense seguirá rodando con cautela a la espera de que llegue el 7 de julio y la primera etapa de 189 km. Con coraje y con convicción, Quintana seguirá trabajando, sin importarle que los críticos mal acostumbrados le pidan triunfos prematuros. Él todavía tiene dos meses y 23 días para ponerse a punto, para ahorrar energías y llegar entero a una carrera en la que quiere ser el mejor, ya no solo por convicción, sino por necesidad.

Por Camilo Amaya

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