La pesadilla que vive el ciclista Róbinson López tras ser suspendido por dopaje

El pedalista boyacense de 22 años, quien dio positivo en 2017, actualmente trabaja como cajero en unas canchas de fútbol 5 en Bogotá. Su sueño es volver al ciclismo profesional.

Jesús Miguel De La Hoz
19 de febrero de 2019 - 11:17 a. m.
Róbinson López fue campeón de la clasificación sub-23 en la Vuelta a Colombia 2017.  / Mauricio Alvarado
Róbinson López fue campeón de la clasificación sub-23 en la Vuelta a Colombia 2017. / Mauricio Alvarado

La vida y su mala costumbre de cambiar en cualquier momento: un día una persona puede tener reconocimiento, prestigio, fama, y al otro pasar a ser uno más de la multitud que se mueve incansable por una selva de cemento intentando buscar el sustento diario. Nadie está exento. Hace un año y medio le sucedió al ciclista Róbinson López, quien contaba con una proyección envidiable. En la Vuelta a Colombia 2017 ganó la clasificación sub-23 y después de su participación en la competencia nacional tenía todo arreglado para ir a correr con el equipo italiano Unieuro Trevigiani Continental.

Su cabeza estaba enfocada en la puesta a punto para comenzar la temporada de la mejor forma. Se encontraba con sus padres cuando en noviembre le llegó al celular una carta de la Unión Ciclista Internacional (UCI). Venía en inglés. Le informaban la peor noticia: resultado analítico adverso en Cera, un EPO (sustancia que aumenta la producción de glóbulos rojos en la sangre, en otras palabras, que mejora la respiración). Junto a él, siete ciclistas que compitieron en esa Vuelta a Colombia también fueron señalados. Escándalo en el pelotón nacional.

Apenas se enteró de su sanción Róbinson habló con Fernando López, director del equipo Boyacá Raza de Campeones, quien le preguntó si alguien de la escuadra los había inducido a tomar la sustancia. Él dijo que no. Su discurso sobre lo sucedido siempre ha sido el mismo: “Me engañaron. Una persona en la que confiaba y con la que salía a entrenar me ofreció unas vitaminas un mes antes de la Vuelta a Colombia. No sabía qué estaba tomando y lamentablemente pasó lo que pasó”.

De esa persona, quien era paisano suyo, que entrenaba con él, prefiere reservarse el nombre, y cada vez que le mencionan el tema del dopaje, un largo e incómodo silencio lo acompaña. Aún se avergüenza por lo sucedido. De ese personaje no se sabe nada. Se perdió del mapa. Unos dicen que lo vieron corriendo en México y en otras carreras en Centroamérica, pero es una información que se mueve más como un rumor.

Igual, optó por dejarlo en el olvido, afrontar su realidad con la frente en alto y una filosofía clara. “La vida a uno le da muchos golpes, así que hay que estar preparado para recibirlos. Uno no puede lamentarse siempre por lo sucedido sino continuar el camino, sin importar si está lleno de espinas. La idea es superar los obstáculos y salir adelante”, se repite.

Hay dos personas que lo han apoyado en este difícil episodio: los ciclistas Jeffry Romero y Heiner Parra. Este último fue quien le presentó a unas personas que le consiguieron trabajo en las canchas de fútbol sintéticas 5 Site. “Mis labores son sencillas. Soy cajero encargado. Tenemos ocho sedes en Bogotá, así que unas veces me toca ir a trabajar a Fontibón, Suba o La Alquería, entre otros barrios. Siempre tengo que estar pendiente de todo: el alquiler, que nos devuelvan en buen estado los accesorios y de los productos que vendemos dentro del sitio”.

Aunque la vida le dio un giro de 180 grados, su amor por el ciclismo sigue intacto. “Sigo entrenando”, dice sin ningún titubeo. “Mi horario laboral se divide en dos turnos: en la mañana o en la tarde. Cuando me toca el segundo, aprovecho las primeras horas del día para salir a montar. Generalmente lo hago por Mondoñedo, Mesitas o El Romeral. También cojo la bicicleta cuando me siento estresado o algo así. Eso me ayuda bastante para subir el ánimo”, resalta.

Muchas veces es inevitable no sentir nostalgia. Róbinson López se recuesta, mira hacia el techo de la casa en que vive con su hermano Édilson, en Bosa, y las imágenes ascendiendo una loma con el pelotón, atacando y ganando una etapa se toman su mente. Es cuando aparecen la depresión, la aflicción, la tristeza y la amargura. Sus días se nublan y para poder despejarlos necesita una buena dosis de bicicleta. Entonces recupera la ilusión y entiende que su carrera aún no se ha terminado, que no se puede rendir.

Le quedan dos años y siete meses de sanción. Y el tiempo pareciera pasar más lentamente. El castigo se le hace interminable. Pero tiene claro que quiere volver, demostrar que lo sucedido en esa Vuelta a Colombia solo fue producto de un error, de la inocencia de haber confiado en quien no debía. Sabe que no depende de él, por lo que no se pone una fecha estimada para regresar.

Es difícil que con ese antecedente que tiene le abran las puertas en algún equipo nacional. Mucho más complicado que suceda con una escuadra internacional, así que intentará mantenerse en buena forma física por si se presenta alguna oferta, una segunda oportunidad de volver a maravillar con su fortaleza en los ascensos, de hacer que los medios vuelvan a mirarlo y a compararlo con Nairo Quintana, como alguna vez lo hicieron.

Mientras su cuerpo pasa los días entre balones, petos y gramilla sintética, su mente vuela por las montañas del territorio nacional. Esas son las que aspira volver a conquistar para ganarse otra vez el respeto que perdió cuando la UCI dio a conocer a los ocho ciclistas que tuvieron resultados analíticos adversos en la Vuelta a Colombia 2017.

@J_Delahoz

jdelahoz@elespectador.com

Por Jesús Miguel De La Hoz

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