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En Colombia la gente conoció el nombre de Rafael Antonio Niño luego de ganar la Vuelta a la Juventus en 1970. En esa edición, con 21 años, el boyacense venció a Pedro y a Juan de Dios Morales luego de siete etapas de una prueba que comenzó en Cali y que terminó en Bogotá el 31 de enero de ese año. Niño, siempre cauteloso en la carretera, esperó a que apareciera la montaña para atacar. Lo hizo en la jornada entre Calarga e Ibagué y desde ese momento asumió el liderato hasta el final.
Ese potencial llamó la atención del equipo Relojes Pierce, que le propuso al novato hacer parte de una nómina en la que estaban, entre otros, Pablo Hernández y Álvaro Pachón. Sin embargo, la vinculación de Niño fue corta, pues en unos Juegos Nacionales el boyacense fue utilizado para tapar el hueco cuando uno de los ciclistas estelares no podía competir. Rafael hizo pista, aunque no le gustab mucho, y no logró la preparación adecuada para el Clásico RCN, carrera en la que no se metió en el top 10 y, por ende, fue despedido (25 en la general).
Para su fortuna, la Gobernación de Cundinamarca le abrió las puertas, de nuevo, y le permitió disputar la Vuelta a Colombia con su escuadra, pues Rafael Antonio se formó como ciclista en Bogotá y fue en Bogotá donde tuvo sus primeras oportunidades. El 27 de abril de ese año, ocho días después de las elecciones presidenciales en las que Misael Pastrana, del Frente Nacional, le ganó a Gustavo Rojas Pinilla, empezó un evento que estaba programado para unas semanas después y que, de manera inesperada, se adelantó, quizá, para que las gentes no maquinaran más lo que la ANAPO consideró como un fraude electoral (quitaron la luz cuando uno era el mandatario y cuando regresó ya era otro).
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La primera etapa fue entre Bogotá y Girardot con un recorrido de 130 km que dejó como ganador al español Jesús Roda Ortíz. Niño, que iba de camiseta amarilla como el mejor novato, como si fuera un presagio de lo que sucedería más adelante, siempre estuvo en la parte delantera del lote y no se dejó amedrentar por los más veteranos que con uno que otro codazo buscaban mandarlo atrás.
El 6 de mayo, y tras el día de descanso en Medellín, Rafael Antonio asumió por primera vez el liderato de la general luego del trayecto que terminó en Anserma (120km) y que dejó como ganador a Luis Hernán Díaz. Sin embargo, dos días después Gustavo Rincón, con su triunfo en Honda, le quitó la punta y le sacó una ventaja considerable tras la contrarreloj individual de 34 km entre Honda y La Dorada (1:02).
En la última jornada, de 173 km entre el municipio caldense y Bogotá, Niño se lanzó al ataque con Miguel Samacá y en el ascenso de Villeta a La Tribuna no sólo descontó los 62 segundos, sino que sacó unos cuantos más para descender sin problemas en la sabana con la la diferencia necesaria para lograr su primer título en la carrera más prestigiosa del país. La meta, ubicada en un estadio El Campín colmado (luego había un partido entre Millonarios y Unión Magdalena) vio a Samacá entrar primero por la pista atlética (9:06,44), en la que se dificulta el pedaleo por la gravilla, y en segundo lugar a Niño, que se convirtió en el primer novato en quedarse con el trofeo.
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Lo emocionante de la jornada, más allá de los ataques, de los relevos, del desgaste de Martín Emilio Cochise Rodríguez y del imponente paso de Niño, fue la manera en la que las gentes siguieron por la radio lo que iba pasando en la carretera, el dramatismo y la imaginación jugando un papel fundamental para recrear lo que no se podía ver. Ese 10 de mayo de 1970, luego de que Niño legitimizara su victoria a punta de pedalazos, Cochise, que para entonces era la gran figura del pedalismo nacional, lo alzó en hombros para festejar lo que acababa de suceder. El Espectador tituló la fotografía como la del relevo generacional, la entrega del testigo del ídolo consagrado a la figura naciente.
La magnificencia de lo que había logrado Niño en una época en la que el ciclismo era, quizá, más pulsional, generó que la orquesta del momento en nuestro país, Los Graduados, dedicaran la carátula de su nuevo disco a ese repentino final. El Niño de Cucaita, como era conocido, ganaría cinco Vueltas a Colombia más (1973, 1975, 1978, 1979 y 1980) y la misma cantidad de Clásicos RCN (1971, 1975, 1977, 1978 Y 1979) convirtiéndose así en el pedalista más exitoso de esa década.