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El coronavirus trastornó todo y por ende el mundo del deporte busca medidas para retomar la actividad cuando haya una normalidad que todavía no se vislumbra en el futuro cercano. En el caso del ciclismo, específicamente, el calendario World Tour se corrió tanto que ahora, en algunas competencias, no será necesario pensar en el calor o el bochorno que proporcionaba el verano y al que estaban acostumbrado los corredores, sino en el frío del otoño europeo y de la inclemencia con la que puede arremeter a quien se atreva a montar bicicleta.
Porque la UCI no quiere rendirse y las grandes carreras tampoco. Y no tener un calendario en 2020 parece una idea inaceptable para quienes manejan los hilos de este deporte. Debido a que el Tour de Francia, la prueba más importante de todas, quedó con nueva fecha (entre agosto y septiembre) todo se movió, incluso las otras dos grandes de la temporada.
¿La más perjudicada? La Vuelta a España, que en un año normal era la encargada de despedir el verano y darle la bienvenida al otoño. Sin embargo, ahora, cuando se sabe que la carrera ibérica deberá realizarse tras el Giro de Italia (octubre), la situación se complica y no solo por el desgaste con el que pueda llegar el pelotón tras dos competencias de tres semanas en un par de meses, sino por el clima siempre tan determinante en el ciclismo.
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Para tener una idea, en el recorrido de 2020 hay ocho subidas de gran importancia que en el verano, en promedio, tenían ciertas temperaturas y que ahora, en otoño tendrán otra. Por ejemplo: en Arrate, entre agosto y septiembre, suele hacer 18 grados, mientras que en noviembre baja a nueve.
En el Alto de San Miguel hay 20° y se espera que para final de año haga 5°. En la Laguna negra la diferencia sería de 13° (de 20 a 7), mientras que en el Tourmalet, por donde pasará la prueba en esta edición, puede bajar hasta los 3° cuando después de mitad de año ronda los 14°. En el caso especial de Angliru y La Covatilla, el clima es más inhóspito y más cruel, al punto de encontrar temperaturas por debajo de los 0 grados.
“No sé si sea prudente ir porque en las montañas de Europa, en esos meses del año, hace mucho frío y todo se complica”, dijo el colombiano Rigoberto Urán tras conocer la noticia del nuevo calendario que se manejará en 2020. La Vuelta sale de su hábitat natural y los problemas no solo serían para los participantes, pues a nivel logístico habría dificultades. Es el caso de las salas de prensa que en verano se ubican en los colegios de las poblaciones (no han empezado las clases) y que ahora deberán tener nuevas locaciones.
A pesar de lo anterior, los equipos del World Tour están dispuestos a asumir la nueva situación y a encaminar su preparación de cara a lo que será un trimestre complicado. “Tenemos que correr ese tipo de riesgos para volver a competir. Hay que ser conscientes de los esfuerzos sobrehumanos a los que nos deberemos afrontar”, dijo Eusebio Unzué, mánager del Movistar.
Hay otros que piensan que es cuestión de adaptarse como se ha hecho con el calor sofocante en muchas partes del mundo. “En Andalucía hemos aguantado 40° creo que podremos trabajar para las bajas temperaturas que no esperan. Lo triste es que habrá menos gente en las carreteras y eso le quita mucho carisma a la prueba”, dijo Xabier Muriel, director deportivo del Caja Rural.
Lo cierto es que en este punto, en el que el rodillo ya aburre a más de uno, como las pruebas virtuales, salir a rodar por carreteras y retomar el frenesí de la competencia ilusiona a todo un lote que sin importar las condiciones que les espere están dispuestos a asumirlas con tal de pedalear.