Team Sky: en la cuerda floja

La desvalorizada respetabilidad del equipo británico y la mala imagen que proyecta comienzan a ser incómodas para sus dueños y el ciclismo mundial en general. Su fortaleza y superioridad deportiva están opacadas por el escándalo de su estrella, Chris Froome.

Juan Carlos Rincón / Corresponsal de El Espectador en Londres
12 de febrero de 2018 - 02:00 a. m.
El futuro del equipo Sky depende de los resultados de la investigación por dopaje al británico Chris Froome. / AFP
El futuro del equipo Sky depende de los resultados de la investigación por dopaje al británico Chris Froome. / AFP
Foto: AFP - PASCAL GUYOT

Los triunfos más célebres del equipo ciclístico Sky desde 2011 van de la mano de escándalos repetidos, investigaciones oficiales por abuso de las exenciones terapéuticas y denuncias de casos de dopaje, valores fisiológicos extraños en varios de sus corredores, deficiencias convenientes en los registros médicos, efectos nocivos para el ciclismo británico, antagonismo de su dirección y hasta actitudes racistas de alguno de sus pedalistas.

Entre el 7 de octubre de 2016, cuando se confirmó la investigación de la Agencia Antidopaje del Reino Unido (UKAD) contra el equipo Sky, por las acusaciones de malos manejos y el misterioso paquete médico para Bradley Wiggins en 2011 en la Dauphiné Liberé, y el 15 de noviembre pasado, cuando el proceso terminó sin culpables, Sky acaparó negativamente la atención ciclística.

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A juicio de la directora de la UKAD, Nicole Sapstead, las revelaciones fueron “traumáticas” e “inaceptables” y mostraban una crisis del ciclismo británico, que llegó hasta audiencias en el Comité de Cultura, Medios y Deporte del Parlamento, en diciembre de 2016.

El director de Sky, Sir Dave Brailsford, capoteó el temporal confirmando el paquete para Wiggins, pero señalando que el médico del ciclismo británico y simultáneamente de la escuadra, Richard Freeman, le dijo que era Fluimucil. Sin embargo, Freeman se excusó de declarar ante el comité, aduciendo estar enfermo, y Sky no dio pruebas porque no había registros médicos de Wiggins debido a que, según dijo, estaban en el computador personal del médico Freeman, que “convenientemente” desapareció robado en 2014.

Las explicaciones de Sky fueron consideradas “muy decepcionantes” por el comité parlamentario. Freeman confirmaría luego los hechos en una declaración escrita en marzo de 2017, disculpándose además por no haber seguido los protocolos médicos. Luego, el 19 de octubre, renunció a su puesto y un mes después el escándalo concluyó por falta de pruebas, excepto la comprobación del desorden organizativo de Sky y las deficiencias en sus registros médicos.

Si lo que había en el paquete era Triamcinolona, prohibida en la competencia sin una exención terapéutica, o el descongestionante legal Fluimucil, será siempre el gran misterio. La Agencia Antidopaje británica reconoce en su declaración final que es probable que nunca se sepa.

Sin embargo, en enero de este año, Sapstead acusó a la Federación Británica de Ciclismo de haber “obstaculizado y potencialmente comprometido” la investigación del famoso paquete médico por no haber informado a tiempo del caso, carecer de registros y no tener una clara definición de su personal, que en períodos considerables trabajaba para el equipo Sky y British Cycling simultáneamente.

Cría fama

En 2018, el equipo Sky ha iniciado la temporada igual que el año anterior: cuestionado y en la picota. Pero esta vez la dimensión del escándalo compromete su dogma, existencia e imagen mundial.

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Un año después de la confesión de Armstrong comenzó el éxito de Froome con el equipo Sky. La consigna del equipo desde su aparición en 2010 en el pelotón internacional era practicar un ciclismo limpio. Y gracias a su organización y presupuesto multimillonario ha ganado cinco veces el Tour de Francia (2012 con Wiggins y 2013, 15, 16 y 17 con Froome) y la Vuelta a España con Froome el año pasado.

A fines de 2012, y con el escándalo de dopaje de Lance Armstrong como trasfondo, el director del Tour de Francia, Christian Prudhomme, invitó a todos los equipos World Tour a integrarse al Movimiento por un Ciclismo Creíble (MPCC), para recuperar la confianza en el deporte. Pero Sky nunca se vinculó, aduciendo que sus normas de tolerancia cero eran más estrictas.

La asociación surgió en julio de 2007, luego de los dopajes que afectaron el Tour de ese año con la expulsión de los líderes Alexander Vinokourov y Michael Rasmussen y la posterior descalificación del tercer clasificado, Levi Leipheimer. La doctrina del MPCC es una severa política antidopaje, incluyendo control estricto de los corredores según las normas UCI, transparencia de datos y suspensión provisional de todo ciclista que dé positivo.

Comenzó con 10 escuadras profesionales de Francia, Holanda, EE. UU. y Alemania y hoy figuran siete de los 18 equipos UCI World Tour, aunque ninguno de los económicamente poderosos: Sky, Movistar, Trek, Bahrain-Merida, Quick Step y BMC, entre otros. Y tampoco Astana, que fue excluido en 2015, y Katusha-Alpecin, que se retiró en 2016. Aunque no es obligatorio hacer parte del MPCC (figuran equipos World Tour, profesional continentales —como Manzana Postobón— y continentales; 37 en total y nueve federaciones), siempre es una señal clara del compromiso deportivo y ético. En la temporada 2017 ningún ciclista perteneciente a un equipo del Movimiento fue suspendido por dopaje ni dio positivo; una verdadera tolerancia cero.

Sky maneja su dogma de tolerancia fiel a su independencia. Expulsó en 2012 a su director técnico, Robert Julich, luego de conocerse que en su época de ciclista se había dopado, y ha suspendido por anomalías biológicas a varios de sus ciclistas, como Jonathan Tiernan-Locke (2013) y Sergio Luis Henao (2014 y 2016). A su vez, Gianni Moscon fue suspendido en mayo pasado y por seis semanas, culpable de insultos racistas en el Tour de Romandía contra el ciclista francés de raza negra Kevin Reza.

Millonario con futuro incierto

Gracias a un presupuesto anual estimado en US$50 millones, Sky es el equipo más poderoso entre los 18 del World Tour y dobla en recursos a sus rivales.

Sky es mayoritariamente propiedad del primer operador de televisión satelital paneuropeo y líder del sistema de cable, Sky plc, perteneciente al magnate australiano de las comunicaciones Rupert Murdoch a través del holding 21st Century Fox, en el que controla el 39,14 % de las acciones. Los ingresos anuales del consorcio llegan a US$17.000 millones y en 2016 tuvo ganancias netas de US$950 millones.

En ese sentido, el presupuesto de Sky representa el 5 % de las ganancias netas del gigante televisivo y el equipo ciclístico es la imagen publicitaria de la empresa internacional de teledifusión que le aporta el 70 % de sus fondos. El resto de las contribuciones sale de los socios exclusivos del equipo: bicicletas Pinarello, la ropa deportiva Castelli, los cascos Kask, los vehículos Ford, la compañía de productos de nutrición deportiva SiS (Science in Sport) y la marca británica de suplementos de salud y bienestar Holland and Barrett. También contribuyen los proveedores de potenciómetros Shimano y Stages y los sillines Fi’zi:k, en tanto que recibe ingresos por su presencia en las pruebas del circuito UCI World Tour.

En el caso del Giro de Italia se ha dicho que por la participación de Froome le corresponden US$2 millones, aportados por el gobierno de Israel, país del que partirá la Corsa Rosa el próximo 4 de mayo. El salario de Froome se calcula entre 4 y 5 millones de dólares anuales, es decir, el 10 % de su presupuesto, en tanto que el equipo gasta US$2 millones en relaciones públicas.

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La amenaza existencial para el equipo ciclístico —el proyecto favorito del hijo menor de Murdoch— es seria, porque los escándalos no son la mejor imagen para los nuevos dueños estadounidenses. James Murdoch, ciclista aficionado y fanático del deporte, fue quien persuadió al consejo directivo del grupo Sky para que invirtiera en la escuadra, a la que ha acompañado en varios de sus triunfos.

Pero ahora su padre está reorientando el conglomerado de medios y el futuro del equipo Sky no es claro. No se concibe su supervivencia sin el multimillonario presupuesto que aporta la empresa de televisión y menos si Chris Froome es encontrado culpable y sancionado.

¿Sky sin Froome?

Cuando a finales de 2012 Sir Dave Brailsford decidió consolidar el proyecto ciclístico de Sky alrededor de Chris Froome, marcó claramente el rumbo del victorioso equipo británico. Toda la estructura al servicio de la naciente estrella.

Froome es la imagen mundial de Sky y Sky es la casa del británico, aunque viva en el paraíso fiscal de Mónaco, para evitar impuestos, y no sea totalmente aceptado por los fanáticos del país. El ciclista y el equipo son totalmente interdependientes, se necesitan mutuamente.

Chris Froome es el líder único e indiscutido del equipo, construido para el triunfo final de un británico, con lo cual son sacrificados muchos de los mejores pedalistas del circuito en calidad de gregarios. El segundo en el orden jerárquico de la escuadra es el galés Geraint Thomas, un ciclista de pista reconvertido en rodador, pero sin la dimensión para triunfar en una gran vuelta. Uno de los problemas de Sky es que no tiene un verdadero relevo británico para Froome.

Y la paradoja del tetracampeón del Tour de Francia es que no ha conquistado al público británico ni a la prensa, a tal punto que nunca recibió el premio de personalidad deportiva del año, el cual sí se le otorgó en 2012 a Bradley Wiggo Wiggins cuando ganó por primera y única vez la prueba.

Al igual que Froome, Wiggins tampoco nació en Gran Bretaña. Fue en Gante (Bélgica), pero llegó al reino a los dos años, creció como británico, fue un gran pistero (y los británicos aman la pista), cuatro veces campeón olímpico y seis veces campeón mundial, es bromista y gracioso, buen intérprete de la guitarra, participa en comerciales de televisión y campañas promocionales y de beneficencia, vive en el país y es caballero de la Orden del Imperio Británico.

Mientras tanto, Froome nació en Kenia (Nairobi), nunca hizo pista, creció en Sudáfrica, empezó a correr con licencia británica apenas hace 10 años y vive alejado del país. Pero para Sir Dave Brailsford es su ficha única, aunque siempre diga que cualquiera de sus compañeros puede ganar.

En caso de una negativa a la participación de Froome por parte de los organizadores ciclísticos, el rechazo de los ciclistas del pelotón o las protestas de los aficionados, la presión sobre Sky seguirá creciendo y puede ser insostenible. Y si al final se le encuentra culpable y es suspendido, el resultado será una estocada mortífera para el equipo.

Es concebible que la sanción mínima sea de nueve meses y que no se le permita competir en el Giro de Italia y el Tour de Francia, con lo cual, a los 33 años, su carrera deportiva se frenaría en seco. En la Vuelta a España probablemente tampoco sería bienvenido, pero es mejor no especular antes del resultado de un caso que tiene innumerables intereses económicos y connotaciones deportivas y morales, aunque estas poco le importan a Sky.

La opción de suspenderse voluntariamente era tal vez la más sabia y honesta antes del anuncio de su participación en la Ruta del Sol. Si es inocente, quedaría como una víctima, y si es culpable, habría cumplido parte de la sanción sin afectar negativamente la imagen del ciclismo y exacerbar el creciente rechazo por la terquedad e intransigencia del equipo.

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El equipo está en su derecho legal de defender la continuidad de Froome, a quien cree inocente. Se confirma nuevamente la máxima de que los británicos siempre se hacen querer tanto que nadie está de acuerdo con ellos. Sky ha preferido un conflicto, como ocurrió en el caso de dopaje con Clembuterol de Alberto Contador, al que le fueron canceladas las victorias del Tour 2010 y del Giro 2011 tras confirmarse el positivo.

El riesgo es que Chris Froome triunfe en el Giro y el Tour y luego, si resulta positivo, se le desconozca el triunfo en las tres grandes vueltas. ¡Insólito!

Por Juan Carlos Rincón / Corresponsal de El Espectador en Londres

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