“Zorro” Hernández: de ciclista campeón a pastor

La leyenda del ciclismo colombiano tocó fondo con las drogas, las faldas y el desorden. Tras perderlo todo, decidió quitarse la vida, pero horas antes del suceso hubo un mensaje que le salvó la vida. Su historia.

Thomas Blanco - @thomblalin
12 de septiembre de 2019 - 03:18 a. m.
El Zorro ganó la etapa 20 de La Vuelta a España 1987.  / Archivo
El Zorro ganó la etapa 20 de La Vuelta a España 1987. / Archivo

El Zorro Hernández no iba a pasar de ese fin de semana de 1996. Había tomado la determinación de quitarse la vida. Su fórmula: apretar el acelerador de su Mercedes 190 en la carretera Bogotá-Tunja. Atravesarse de frente a una flota. Poom: “Listo, murió el Zorro”. Y no quedarían vestigios de un suicidio, más bien de un accidente cotidiano.

Hizo acto de contricción. La fama, el dinero, las faldas, el aguardiente y la cocaína: un coctel letal que destruyó su vida. Y que le quitó a su familia. “En mí había un deseo muy vivo de muerte. Era un tipo famoso que lo perdió todo. Un día me llamaron el nuevo Pambelé. No estuve en la calle del Cartucho, pero mi Cartucho estaba en mi corazón”.

Su primer contacto con las drogas fue a los 15 años: la marihuana. A los 17 descubrió su potencial en el ciclismo y dejó de fumar. Y apenas cumplió la mayoría de edad ya representaba a Colombia en el Mundial de México.

“Pero de vez en cuando me metía mi calilladita, claro, la sabía pilotear. Después conocí la cocaína. Un día un amigo nos la regaló en plena carrera y me gustó. Sabía que la marihuana dañaba los pulmones para el ciclismo, así que la dejé y me metí al perico, sin saber que abría puertas que después no podría cerrar. Por pura moda. Y creía que la podía pilotear... ¡pff!”.

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Sus últimos dos días de vida iban a terminar con el mismo guion de todos los demás: bebiendo y otras veces esnifando en la tienda de don Gustavo. Y ahí apareció caminando Armando Moreno, un tipo vago y desordenado con quien trabajó años atrás. Seguía intacto, solo que esta vez llevaba una Biblia entre manos. Habló de los pecados, del infierno. “Estos fanáticos si no lo dejan a uno tranquilo, ladrones”, pensó.

La tarde siguiente la escena se calcó. Solo que esta vez Armando soltó unas palabras que tocaron las fibras del Zorro. “Dios tiene un propósito con su vida y Él no quiere que haga lo que piensa hacer”. Silencio lapidario: Ómar no le había contado a nadie sus planes.

Los pospuso y le dijo a Armando que lo llevara a donde su pastor. Ya había pasado por psicólogos, curas y brujos; ese era su último cartucho. Le pusieron una sola condición: que abriera su corazón. “Yo borracho, drogadicto y mujeriego había perdido hasta el hogar, menos las formas: bien vestido, chicanero, buen carro. Aparentando, pero por dentro destrozado. Lo que me impactó era que a mí en verdad me pesaban los pecados. Y no podía creer que me los pudieran perdonar”. Lloró por tres horas, esa fue su catarsis. Y entendió que Dios no se cansa de perdonar, sino que somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón.

Ese 1° de mayo de 1996 sí murió alguien: el Zorro. Y nació de nuevo Ómar. “Y de repente se me quitó el deseo de las drogas, el alcohol, el adulterio, las peleas, todo se fue. Y empecé a recuperar a mi familia”.

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Y su llamado lo atendió unos meses después. Junto a Gonzalo Ortiz creo y dirigió el equipo Ciclistas de Jesucristo. “El ciclismo era un vehículo excepcional para predicar el evangelio. El mensaje era claro: ‘Cristo vive, Cristo salva’, eso mismo era lo que decían las camisetas del uniforme”.

Durante cuatro años ese fue su servicio. Repartían Biblias, ayudaban a los más necesitados y Ómar daba su testimonio de vida en cada uno de los pueblos por los que llegaban las carreras.

Hoy, a sus 57 años, quien fue líder de la Vuelta a España 1989 por nueve días, es pastor cristiano de una iglesia en Fontibón. Y recuerda todas sus hazañas en la bicicleta en la época del boom del ciclismo colombiano: la década de los 80.

Como aquella confabulación entre los dos equipos colombianos en la Vuelta a España de 1987, el Café de Colombia, dirigido por Rafael Antonio Niño, y el Postobón, manejado por Raúl Mesa. Un pacto de patriotismo que quedó en evidencia cuando los carros de ambas escuadras tenían radios para comunicarse entre las sombras. ¿El resultado? Lucho Herrera fue campeón de la carrera, el Postobón ganó la clasificación por equipos y hubo cuatro triunfos de etapa de los escarabajos, una de ellas (20) del Zorro.

También rebobina sus cuatro participaciones en el Tour de Francia, sobre todo la de 1988 con el equipo Reynolds, el más importante de la época, cuando fue un gregario clave para que Pedro Delgado se quedara con el título. Tampoco olvida esa Vuelta a España agridulce de 1989. “La Vuelta de Fabio”. La misma en la que el Zorro tuvo la camiseta de líder por nueve jornadas. En la penúltima etapa, a 10 kilómetros del final, Fabio Parra era el campeón virtual, pues su rival por el título, Pedro Delgado, se quedó rezagado, solo y sin gregarios. Y ahí el español apeló a la descarada ayuda del ruso Iván Ivanov, de otro equipo, el Alfa Lum, quien lo llevó a rueda y le aseguró el título.

“No sé hoy, pero entre equipos nos ayudábamos. Lo hicimos en el título de Lucho y varias veces entre colombianos. A Ivanov le dijeron que ayudara a Pedro, no sé si le ofrecieron US$5.000, un sobre, no sé, pero imaginemos que el Reynolds le haya dado US$5.000. El técnico del Kelme pudo haberle dicho: le doy US$10.000 y no ayude. A Ivanov no le interesaba Perico ni Parra, quería dólares. En ese tiempo la URSS estaba terminando, todavía eran socialistas. Y ellos por los dólares, hermano, hacían lo que fuera (risas). Esa Vuelta la perdimos por la dirección técnica”.

No ha perdido el sentido del humor, tampoco la memoria. Pero nunca en su vida se había sentido tan pleno. “Les digo a quienes sufren de depresión que sí hay esperanza. ‘El que cree en mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua de vida’, dice la Biblia. El agua lava, limpia y quita la sed. Eso es lo que hace Cristo”, cierra a quien mejor le sienta el apelativo de viejo zorro.

Thomas Blanco Lineros - @thomblalin

Por Thomas Blanco - @thomblalin

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