El hermano que motiva a Jonathan Rivas desde el cielo

El vallecaucano de 21 años conquistó el bronce en el arranque de la categoría de los 96 kilogramos del Mundial de Levantamiento de Pesas. Un metal que le dedica a Emerson, quien lo dejó en 2011 por un dengue hemorrágico.

Thomas Blanco - @thomblalin
25 de septiembre de 2019 - 03:00 a. m.
Jonathan Rivas tiene 21 años. Ya es medallista mundial y ahora sueña con un podio olímpico en Tokio 2020. / AFP
Jonathan Rivas tiene 21 años. Ya es medallista mundial y ahora sueña con un podio olímpico en Tokio 2020. / AFP

Hay cosas que marcan: una de ellas es asistir a un funeral a los doce años. Y sobre todo, si es el de tu hermano, con el que compartiste la misma cama toda tu vida. Cabizbajo, entre lágrimas, con la mirada fija en el féretro, Jonathan Rivas le hizo una promesa de vida: una medalla olímpica. 

Aedes Aegypti, miserable mosquito de marcas blancas. El culpable del dengue hemorrágico que se llevó a Emerson en 2011. Esa burda sincronía de tiempo y espacio para coincidir con ese insecto. Una fina dicotomía entre la calma y la fatalidad: la vida. 

“Incluso tenía mejor contextura que yo. Mirando el talento que tenía, yo tengo una certeza si no se hubiera ido: habríamos tenido  un medallista olímpico en Río 2016”, dice Jonathan, quien ayer conquistó el bronce en el arranque de la categoría de los 96 kilogramos del Mundial de Levantamiento de Pesas de Pattaya (Tailandia).

Rebobina la película a la tarde en que conocían el municipio de Cartago con su hermano. Jonathan con nueve años y Emerson con once, ambos pasmados en el coliseo, escuchando el sonido de los discos de las barras penetrar el suelo. Y la pregunta rompehielos de Fernando Aponte: “Peladitos, ¿ustedes qué hacen por aquí a esta hora?”.

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Lo sedujo su procedencia: una finca de El Águila, uno de los municipios más boreales del Valle del Cauca. Venían del campo, sabía que los campesinos tenían  mejores condiciones físicas que quienes vienen de la ciudad. Los invitó a entrenar y se convirtió en un segundo padre. 

Tras la partida de Emerson, Jonathan se dedicó de lleno al alto rendimiento. Fernando lo enfocó: su próxima parada debía ser en Cali junto a Jaiber Manjarrés. “Es uno de los mejores entrenadores del mundo”. 

A los dieciséis años llegó a la fundación San José en el barrio La Luna de Cali. Un internado con régimen militar: el despertador en la habitación que compartía con diez niños más sonaba a las cinco de la mañana y las buenas noches eran a las nueve p.m. "Había pelados que no conocían a sus padres. Los que estaban ahí era porque les habían vulnerado los derechos; yo no había tenido esos problemas, pero compartía como si fuera uno de ellos. Eso me hizo valorar más la vida y me volvió más fuerte.”

Y lo primero que le dijo Jaiber le confirmó que iba en el carril correcto. Año 2014, spoiler de seis años: “Yo te traigo aquí para que seas medallista olímpico en Tokio 2020”.  Allí además coincidió con algunos integrantes de la selección del Valle sub 18 de béisbol y con José David Mosquera, hermano del medallista olímpico Luis Javier Mosquera, quien venía desde Jumbo con las mismas ilusiones de Jonathan. Juntos pegaban la caminada de diez minutos a las canchas de entrenamientos. Un año después ambos eran medallistas mundiales juveniles. 

Tras ese triunfo empezó a recibir un sueldo de Coldeportes. “Mi madre no estaba bien económicamente y ocho meses después de dejar el hogar por fin tuve con qué mandarle para el arriendo y los servicios”. 

Jonathan fue medallista de oro en los Juegos Centroamericanos de Barranquilla 2018 y en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Un camino impecable en los pesos pesados, una modalidad en la que el país nunca había tenido un metal dorado. 

Y en el Mundial demostró que puede pelear en los próximos Olímpicos, en los que se premia solamente el total que se levante sumando arranque y envión. Sus grandes rivales serán el chino Tao Tian, el catarí Ibrahín Elbakh y el georgio Anton Pliesnoi.

“Voy a luchar para ganarles. Los oros que he tenido en el ciclo olímpico son añadidura, mi mentalidad son los olímpicos. Si en este momento de mi carrera no se me da algo, es por una lesión, no por condiciones o nervios. Eso ya no me pasa, soy un atleta profesional”, dice con madurez el vallecaucano de 21 años. 

Está aprendiendo inglés con Rohelys Galvis, su novia. Es hincha del FC Barcelona y Atlético Nacional. También le gusta el tenis. “Lo que han hecho Cabal y Farah ha sido histórico”, dice con la ilusión de realizar también una hazaña memorable el año entrante, para dedicársela a ese espectador que lo acompaña siempre desde del cielo, su hermano.

Por Thomas Blanco - @thomblalin

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