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Escalar el Aconcagua con un trasplante de riñón, el sueño que parecía imposible

Hace tres décadas, Francisco García fue diagnosticado con riñón poliquístico. Tras años de espera, en 2024 recibió la donación de un nuevo órgano y esta semana logró escalar la montaña más alta de América, junto a Epopeya, proyecto fundado, entre otros, por el fallecido Juan Pablo Ruiz. Primera entrega de la serie “Atletas del renacer”.

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Fernando Camilo Garzón
17 de enero de 2025 - 01:33 p. m.
La Expedición Andina en el Monte Aconcagua.
La Expedición Andina en el Monte Aconcagua.
Foto: Epopeya
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Ayer, 24 horas después de haber visto la cima del Aconcagua, entró la llamada. Abajo, en la falda en la montaña, un día más tarde de la gesta que alcanzaron en el pico de la cumbre más alta de América —a 6.962 metros sobre el nivel del mar (m. s. n. m.)—, la “Expedición Andina, un reto por la vida” regresó al campamento base, 2.662 metros más abajo, a 4.300 m. s. n. m.

Francisco García, quien motivó la misión, quedó a solo 400 metros de llegar al destino que se había prometido. No pudo completar el último tramo, pues hubiese puesto en riesgo su vida. Para el regreso a la base se demoró más de un día y toda energía para el retorno resultaba crucial. Justo al llegar, tomó el celular y respondió la llamada. A la pregunta de qué se sentía haber cumplido el sueño que parecía imposible, dijo: “Tranquilidad. Pensé en muchas cosas, en mi familia, en las personas que me acompañaron. No pude lograr la cumbre, pero quedé cerca. Así es la montaña. Esto pasa cuando quieres subir a la cima. Un día puede ser una luxación de tobillo y otro el riesgo de perder la vida. Esta vez no lo conseguí, pero eso me gusta porque me queda la promesa de volverlo a intentar”.

Meses atrás, García recibió el trasplante de riñón que llevaba esperando desde hacía años, después de que su órgano —que fue diagnosticado con un trastorno poliquístico, hace unos 30 años— empezó a fallar y a disminuir su función renal por debajo del 20 %.

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El montañista, cuyo sueño siempre había sido mirar el mundo desde lo más alto del Aconcagua, se prometió cumplir su ilusión, aunque pareciera imposible, cuando aún estaba en la lista de espera por un órgano que no tenía la certeza de que llegara a tiempo. Colombia es uno de los países de Latinoamérica con la menor tasa de donación de órganos. Tanto así que solo hay seis donantes al año por cada millón de habitantes, cuando el país necesita al menos 25. Con una población de más de 50 millones de habitantes, la brecha es inmensa y muchas personas mueren en esa espera.

Las cifras se las aprendió de memoria Marcelo Arbeláez, uno de los fundadores de Epopeya, un grupo de entusiastas por las montañas que llevan 25 años conquistando las principales cimas del mundo. ‘Chelo’, como lo conocen en la cordada, recuerda la tarde en la que Francisco García le reveló, casi como el presagio de una muerte inminente, la enfermedad que padecía.

Era 2023. Estaban en Suesca, escalando como siempre, y en un momento él lo apartó del grupo. Arbeláez no sabía nada y lo sorprendió la propuesta de su amigo, que le dijo que quería adelantar un proyecto: escalar el monte Aconcagua. “¡Por supuesto!”, le respondió, aunque sorprendido por la repentina idea de la Expedición Andina. “¿Por qué ahora?”, preguntó para salir de dudas y entonces escuchó toda la historia. El sueño era llegar a la gran cima, aunque pareciera imposible, para concientizar a todo aquel que escuchara esta historia de la importancia de la donación de órganos en Colombia. “Hoy, al recordar ese momento, entiendo la importancia del mensaje que quería transmitir Francisco. Él está hoy acá, vivo y subiendo la montaña, que era su mayor anhelo, gracias a que una familia el año pasado aceptó que el órgano de un familiar que ya había fallecido, pero que estaba en perfectas condiciones, fuera donado”, explica Marcelo Arbeláez, leyenda viva del montañismo en Colombia.

Detrás de la Epopeya

Francisco García era un viejo conocido de Epopeya, cofradía de los amantes de la montaña que fue fundada, además de Arbeláez, por Édgar Martínez y Juan Pablo Ruiz, reconocido economista, ambientalista y gestor de paz, que fue columnista de este diario y falleció a finales de 2023, víctima de un cáncer.

Conozca esta historia: Adiós a Juan Pablo Ruiz, el ambientalista que alcanzó las cumbres más altas del mundo

García, recuerda ‘Chelo’, los acompañó varias veces en las expediciones que hicieron a las siete grandes cumbres (los picos más altos de todos los continentes), específicamente al monte Kilimanjaro, en Tanzania (África) y al monte Denali, en Alaska (América del Norte). Sin embargo, por su enfermedad en el riñón, de naturaleza congénita, sus dificultades renales le hicieron imposible seguirles el ritmo a aquellos trotamundos. Día a día, su condición empeoró y con los años llegó a estar en el umbral de la diálisis, el punto en el que le tocó entrar a la lista de espera para recibir un nuevo órgano y la circunstancia que lo motivó a contar su historia desde una de las cumbres más altas del planeta.

García estaba determinado, como lo constató hace más de un año al iniciar el proyecto, a subir a la cresta de la montaña. Una labor que habría sido titánica, porque incluso, con el nuevo riñón, la misión no era sencilla. Para empezar, el hecho de tener un nuevo órgano, una pieza ajena al cuerpo, requiere un exhaustivo control médico para confirmar que el organismo no lo rechace. El suministro de medicamentos y revisiones debe ser exhaustivo y a rajatabla. No se puede fallar ni por un minuto. Ni siquiera porque así lo exijan las complicaciones que pueden surgir escalando los abismos de la montaña.

El riñón, fundamental en el manejo de líquidos, la hidratación, las sales y otras cuestiones cruciales para la vida, debe adaptarse a condiciones extremas como la altura, temperaturas que pueden alcanzar los 60 °C bajo cero, vientos huracanados hasta de 200 km/h y niveles de oxígeno reducidos a un tercio o menos de lo disponible al nivel del mar. Esa condición provoca una saturación de oxígeno en la sangre peligrosamente baja (entre el 50 y 70%). La hidratación es clave para evitar un edema cerebral o pulmonar, y más todavía para una persona con trasplante. A todo eso hay que sumarle las posibilidades de contaminación de la comida que puede haber en aquellos montes. El riesgo de contraer una bacteria es altísimo en condiciones en las que mantener la asepsia de los alimentos es muy difícil.

“Es primordialmente una labor de equipo, pues todos debemos estar disponibles para asistirlo. Sin embargo, también es un asunto de disciplina. Y créame que si algo nos ha sorprendido es la férrea disciplina de Francisco, su control excesivo de todo lo que ingiere y su control de los esfuerzos, porque él sabe que debe ir a ritmo controlado. El cuerpo, en un momento dado, podría generar una reacción peligrosa cuando ya el esfuerzo es demasiado alto”, explica Arbeláez.

Al Aconcagua, hay que aclarar, no se fueron de la nada, ni de buenas a primeras. Antes del trasplante, pensando en la misión, ya habían ido al Nevado del Ruiz y hecho otros entrenamientos. Sin embargo, después de la donación, la expedición, acompañada de un equipo médico, fue a Perú, a dos montañas a 5.000 m. s. n. m., para ver el desempeño de Francisco en la altura. Ambas travesías fueron satisfactorias y entonces decidieron que el plan del Aconcagua eran posible, eso sí, adaptado a las condiciones. Es decir, una ruta extendida a 20 días, con la jornada 15 alcanzando la cumbre —que fue el miércoles— y que acabará este domingo.

“Cumplimos la misión: llevar este mensaje a todos los colombianos que conocieran esta historia. Hice hasta lo imposible por lograrlo y estoy tranquilo. Nuestro país está muy atrasado en temas de donación y queríamos lograr una historia de impacto, llegando a la cumbre del Aconcagua para generar conciencia sobre este tema. Con buena suerte, los que conozcan esta historia lo hablarán con sus amigos y sus familias. Es algo que merece ser conocido”, explicó Francisco García.

En honor a Juan Pablo Ruiz

Es la tercera vez que Marcelo Arbeláez sube esta montaña, pero la primera sin Juan Pablo Ruiz, su compañero de toda la vida. Sin embargo, siguiendo sus pasos, Simónpietro Ruiz, uno de sus hijos, acompañó la cordada y coronó su primera gran cima. Fue especial para ‘Chelo’, pero lejos de sentir nostalgia, al ver ya grande al niño que otrora les seguía los pasos, sintió tranquilidad.

Conozca la historia de Epopeya: Juan Pablo Ruiz: las cimas de los hombres que amaban las montañas

Juan Pablo le hizo prometer que no abandonaría lo que habían construido, que seguiría subiendo las cumbres que desde pequeños soñaron conquistar. Que los sueños imposibles, las escaladas con un propósito —como el de Francisco García—, iban a seguir motivando sus pasos. Y ver a su lado, subiendo hacia la cumbre, al hijo de su amigo —o, más bien, su hermano— lo llenó de paz porque sabía que está cumpliendo la promesa.

Fue el recuerdo de Juan Pablo Ruiz el que inspiró, de hecho, a la cordada, la Expedición Andina de Epopeya que por primera vez escaló la montaña sin uno de sus fundadores. Así lo dejó consignado Jose Francisco Arata, jefe de los campamentos de altura, en una de sus bitácoras, camino de la cima: “Coliderar esta expedición con ‘Chelo’, es un honor y al mismo tiempo una gran responsabilidad. Es la primera expedición sin la presencia física de nuestro líder eterno Juan Pablo. Sin embargo, está presente con nosotros con su espíritu y sus innumerables cuentos y anécdotas.

Para mí, el Aconcagua ha sido un motivo de recarga espiritual, ya que en la alta montaña es donde logro establecer un diálogo profundo con mi interior y con mi ángel Kim, quien en todo momento me acompaña aupándome y sintiéndose orgullosa de cada una de mis aventuras: hija linda, cada cumbre que alcanzo es para ti, para sentirnos siempre más cerca.

Termino con estas palabras de Walter Bonatti, quien me inspiró desde pequeño a buscar nuevos horizontes desde los picos más altos de los Alpes: ‘Las grandes montañas tienen el valor de los hombres que las escalan, de lo contrario no serían más que un montón de piedras’”.

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Arturo(62187)19 de enero de 2025 - 04:50 a. m.
Linda historia. Lo que no entiendo es la baja tasa de donación de órganos si en Colombia la ley dice que todos somos donantes a menos que dejemos constancia de que no donamos. Con tanta muerte por accidente de motocicleta, deberían haber muchos órganos.
Finley(56195)17 de enero de 2025 - 02:05 p. m.
Qué bonita historia, unos valientes con propósito, grandes eseñanzas para todos
Jorge(wx8vt)17 de enero de 2025 - 01:59 p. m.
Excelente y muy especialmente la campaña por la donación de órganos. Hace dos días murió una amiga, esperando un riñon para ser trasplantada.
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