Johan Salas:“No imagino mi vida sin fútbol”

Tiene 13 años y acaba de pasar a bachillerato. Su enorme sonrisa llena de personalidad ha conmovido a los colombianos. Ganó el premio como ejemplo de vida.

Daniela Callejas Delgado -@_danicallejasd
15 de diciembre de 2019 - 02:37 a. m.
Johan Salas en compañía de su abuela Florentina, su gran apoyo en el deporte y en la vida. / Nelson Sierra Gutiérrez
Johan Salas en compañía de su abuela Florentina, su gran apoyo en el deporte y en la vida. / Nelson Sierra Gutiérrez

Con un abrazo lleno de energía, Johan empieza a decir, casi sin respirar, que está en el mejor momento de su vida. A su corta edad tiene la personalidad arrolladora de una persona mayor, es seguro y mira fijamente a los ojos en cualquier conversación. Sus días giran en torno al fútbol y a la familia, específicamente a su abuela, Florentina Salas, su mayor apoyo en el deporte y en la vida.

Johan es conversador. Habla como quien ha visto pasar la vida por delante, pero en su léxico lo que más se escucha es la palabra gracias: “Vivo agradecido con esta oportunidad que Dios me ha dado para salir adelante y ser alguien”. A sus 13 años ya siente que está cumpliendo sus sueños.

Se dio a conocer gracias a un video que se hizo viral luego de marcar un gol con su equipo, Puerto Triunfo, en la Copa Teleantioquia. “La iba a centrar, pero metí el gol de mi vida”, cuenta. Lo conmovedor no fue solo esa gran anotación que lo catapultó, sino la dedicatoria que le hizo a su abuela en medio de llanto y regocijo.

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“Empecé jugando en la cuadra, antes no había cancha, jugábamos en un potrero. Soy lateral derecho y mi referente es el jugador de la selección de Colombia Yerry Mina. Quiero llegar a jugar como él. Siempre pienso en positivo, sé que voy a ser capaz de lograr lo que quiero”, afirma con la seguridad que lo distingue.

Johan es de Puerto Triunfo, un municipio ubicado en el departamento de Antioquia, desde donde se desplazó 14 horas en bus para llegar hasta Bogotá a la ceremonia del Deportista del Año junto con su abuela y su entrenador, Arnold Quiñones. Tuvo que hacerlo porque la vía hacia Medellín, desde donde tenían vuelo reservado, estaba cerrada por un derrumbe.

Es consciente de que muchos niños quisieran, a su edad, contar con el reconocimiento que tiene y está seguro de que no puede dejar de entrenar para alcanzar, con disciplina, sus metas. Johan tiene lo que muchos jugadores profesionales, que crecieron en sus mismas condiciones, perdieron después de haber logrado la fama: humildad y carisma, pues es un niño de alma gigante.

Sin pena, cuenta que muchas veces no tuvo dinero para ir a entrenar y que las condiciones de las canchas de su barrio no son las mejores. Dice que si no puede llegar a ser futbolista profesional se dedicaría al arbitraje, pero no ve su vida lejos del fútbol.

“Hay algo que tiene Johan que lo hace aún más grande: su humildad”, comenta en repetidas ocasiones su entrenador, a quien Johan ve como un papá y describe como un gran ser humano. Quiñones es la segunda persona a la que más le agradece, pues es quien lo ha guiado desde los siete años y lo apoya de manera incansable. Vio en este joven mucho más que talento.

“A medida que uno va trabajando con ellos va consolidando una relación muy especial. Somos casi 25 en el equipo, pero entrenamos en condiciones muy complicadas. Cuando tenemos salidas hay niños que no tienen los recursos, como el caso de Johan, entonces él colabora pitando partidos y así recoge dinero para las competencias”, explica Quiñones.

Salas está seguro de que algún día les va a pagar a su entrenador y a su abuela todo lo que han hecho por él. La convicción con la que dice las cosas es la que no hace dudar a su familia del potencial que tiene: más que su talento, son sus cualidades lo que lo hacen diferente. Las ganas de superación que tiene son una ilusión para su abuela, con quien celebra el triunfo de su reconocimiento.

Florentina tiene 53 años y con sacrificio le ha enseñado firmeza para que nunca se rinda. “Siempre está dispuesto, colabora en la casa, es muy estudioso, recibe los consejos que uno le da, es un niño que está pendiente de todo, parece un adulto. Ha estado muy solo, pero desde pequeño aprendió a arreglárselas. Salía temprano a trabajar y él alistaba sus cosas y se preparaba su comida desde muy corta edad”, dice con orgullo.

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Johan no se rinde, no se achanta, es entrador a la hora de charlar y en sus ojos se ve ese brillo con el que quiere devorarse el mundo. Afirma que siempre hace las cosas con amor y que Dios pone todo en su camino.

Recién graduado de primaria recibió uno de los reconocimientos más importantes del deporte nacional, el galardón que lo trajo a la capital. Con lágrimas y conmoviendo al auditorio, Johan se siente tan grande como el resto de los deportistas. Sin duda lo que lo llevará lejos no es solo el talento ni las condiciones en las que ha salido adelante, como muchos jugadores profesionales, sino el carisma, la humildad y las ganas de marcar la diferencia. Johan Salas, un ejemplo de vida para todos.

Por Daniela Callejas Delgado -@_danicallejasd

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