Alberto Gamero: La realización de una añoranza
El director técnico nacido en Santa Marta en 1964 llega a dirigir Millonarios para la temporada 2020. Pasaron 28 años para que volviera al club capitalino en el que jugó entre 1988 y 1991.
Andrés Osorio Guillott
En el entorno de Millonarios suele ocurrir que los nombres de jugadores y directores técnicos que van a llegar como refuerzos suenen a lo largo de los años y muchos de ellos no lleguen. Alberto Gamero, técnico samario de 55 años, protagonizaba los rumores del club embajador desde hacía tres años.
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En el entorno de Millonarios suele ocurrir que los nombres de jugadores y directores técnicos que van a llegar como refuerzos suenen a lo largo de los años y muchos de ellos no lleguen. Alberto Gamero, técnico samario de 55 años, protagonizaba los rumores del club embajador desde hacía tres años.
¿De qué se nutre la nostalgia?, se preguntaba Mario Benedetti. El poeta uruguayo respondía en sus versos que se nutría de la piel del amante. La nostalgia del hincha, en este caso el hincha de Millonarios, se ha nutrido del pasado dorado que aún no suelta, porque su presente no ha sido el añorado. El hincha anhela que en el club estén los referentes, los que además de inteligencia y trabajo tengan sentido de pertenencia a la institución, de manera que honren las memorias de viejas glorias con la conquista de nuevas victorias.
La nostalgia estaba vestida de azul, con una camiseta que tenía un patrocinio color blanco que decía Colombiana y que nos trasladaba al Millonarios de 1988, ese que ganó la estrella 13 con jugadores como Carlos la Gambeta Estrada, Óscar el Pájaro Juárez, Arnoldo Iguarán y Mario Vanemerack, entre otros.
Ahora, luego de 28 años en los que Gamero pasó de ser jugador de Envigado, Medellín, Unión Magdalena y Unicosta, y en los que fue técnico de Boyacá Chicó, Águilas de Rionegro, Deportes Tolima y Atlético Júnior, el samario vuelve al equipo en el que ganó su único título como jugador, en una época en la que el fútbol no exigía que los laterales fueran carrileros y piezas claves en el ataque, en una época en la que se mantenían conservadores en la línea defensiva, en la que eran marcadores recios, con piernas fuertes para evitar el desborde contrario y ser pilares de una muralla.
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Gamero recuerda sus inicios en la selección de Magdalena y en el Unión. Desde 1980, año en el que empezó a jugar, mantuvo como identidad la disciplina y la pasión, ambos como caballos de fuerza para lograr resultados óptimos y complementar el talento con el esfuerzo. En su tierra jugó con el Pibe Valderrama y se entrenó con Jorge Luis Pinto, su primer director técnico y uno de sus referentes en cuanto al trabajo y la rigurosidad. Llegar a reemplazarlo en el banquillo es una especie de anacronismo y una curiosidad que sugiere que en Millonarios quieren darle mayor identidad al club al ofrecerle un retorno a quienes en el pasado estuvieron presentes para reivindicar una historia que ha caído en neblinas.
Tito, como lo llaman sus seres queridos, llega a Bogotá por varios anhelos personales y profesionales. “Le pedí a don Gabriel (Camargo) esta posibilidad de ir a Millonarios. Fui campeón con Millonarios, soy hincha de Millonarios y quiero estar en Bogotá”, afirmó en la despedida que tuvo de Deportes Tolima, club que dirigió entre 2014 y 2019 —a excepción del primer semestre de 2017, en el que comandó con poca fortuna a Atlético Júnior— y al que no le cerró las puertas, pues durante estos años el club pijao le dio la posibilidad de ganar una Copa Colombia en 2014 y una Liga Águila en 2018.
Gamero llega a la capital para darle un nuevo campeonato a la escuadra albiazul, para alzar el trofeo que levantó en 1988. Llega a Bogotá para compartir con su familia, para ejercer con hidalguía su rol de padre y abuelo.
El samario firmó contrato por un año con el club embajador. Su exigencia, también la de los hinchas y la del fútbol que en un pasado se realizó, es que los dirigentes del club traigan refuerzos que puedan suplir los vacíos en la identidad del equipo, que puedan solventar las falencias en la defensa, dinamizar el juego creativo en el mediocampo y mejorar la efectividad de la parte delantera. Son problemas estructurales y con ellos se hace imposible que los resultados prosperen y los títulos lleguen.
La experticia, la disciplina y el sentido de pertenencia que tiene Gamero ayudarán a que todas las piezas engranen y Millonarios pueda recuperar eso que llamamos buen fútbol y, consigo, el espectáculo y el júbilo de un equipo que añoraba tener en sus filas a viejas glorias que les dieran a las promesas y a los talentos del presente un recuerdo de lo que fue Millonarios y de lo que puede volver a ser si se recupera la memoria y se asienta la voluntad de hacer crecer al equipo desde el rendimiento deportivo y no solo desde las estrategias de mercadeo.