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La división mayor del fútbol colombiano, tal cual

Justo en la peor crisis económica y deportiva de su historia, los dirigentes de los clubes de primera y segunda categorías desataron una guerra por dinero y poder que hace años se venía gestando. La millonaria indemnización retrasa la salida de Jorge Enrique Vélez.

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19 de julio de 2020 - 08:05 p. m.
En los próximos días se dará la salida de Vélez y los clubes deberán nombrar a un nuevo presidente de Dimayor.
En los próximos días se dará la salida de Vélez y los clubes deberán nombrar a un nuevo presidente de Dimayor.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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Hace casi dos décadas, cuando los directivos del fútbol colombiano no vislumbraban lo que sería el negocio de los derechos de televisión y creían que iban a vivir siempre de las taquillas, aprobaron un modelo equitativo de distribución de los ingresos para que los clubes recibieran porcentajes similares, sin importar si generaban rating o no.

Esa es hoy la razón de la división entre los 36 equipos de las categorías A y B. Jorge Enrique Vélez, cuya millonaria indenmización ha retrasado su renuncia, es simplemente “El florero de Llorente”, la gota que rebosó la copa y que desató la guerra silenciosa que se veía gestando hace varios años con el inconformismo que existe respecto al reparto de las utilidades del negocio de la televisión.

Equivocados están quienes creen que, con la salida del dirigente antioqueño Jorge Enrique Vélez, de gestión indefendible, se solucionarán los problemas del fútbol. Lo que se necesita realmente es una reestructuración, que no llegará mientras los dos bandos, ya muy definidos, no se sienten a dialogar y cedan en algunas de sus pretensiones.

La más reciente crisis en la Dimayor comenzó en la tarde del miércoles, cuando el Deportivo Cali pidió en un comunicado la renuncia del actual presidente de la Dimayor y se unió al grupo de 15 clubes abiertamente opositores a la presidencia del organismo, liderados desde hace tiempo por los clubes Santa Fe, Equidad, Patriotas, Águilas y Cortuluá.

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El jueves parecía inminente la caída de Vélez, pero el grupo que no lo respalda sacó una carta tapada. Filtró la noticia de que le propondrá a la Federación Colombiana de Fútbol la realización de una nueva liga, con 20 equipos y una estructura diferente. El objetivo, ponerle presión de cara a la asamblea del próximo viernes 24 de julio, que promete ser más que una reunión para definir calendario o el sistema del torneo que deberá comenzar la última semana de agosto o la primera de septiembre.

“Fue una charla entre un grupo de equipos. Se dialogó sobre esa propuesta que se viene manejando hace tiempo y que tiene como objetivo cambiar el fútbol y su dirigencia. Eso les molesta a los de vieja data que quieren que todo se siga manejando igual. Hay una cantidad de clubes parásitos, que comen de los otros, no tienen generación propia de ingresos y por eso quieren seguir con esas prácticas”, explicó en una entrevista Gustavo Serpa, representante del grupo dueño de Millonarios.

La propuesta, que hace rato vienen manejando los clubes del llamado G8 (Nacional, América, Medellín, Millonarios, Júnior, Once Caldas, Tolima y Cali) no se podría implementar de inmediato, pues existen muchas trabas legales, pero generó la reacción inmediata de los demás clubes.

Carlos Mario Zuluaga, presidente de Equidad, aseguró: “Quiero pensar que una propuesta tan salida de lógica es producto del estrés de la cuarentena. El fútbol colombiano merece mejores ideas. Qué bello el garaje donde entrenan equipos como Tuluá, Orsomarso y Equidad. Quiero ver el garaje donde entrena Millonarios. Qué salida tan en falso la de Serpa”.

Eso, básicamente, significa que con cualquier presidente (han sonado para sucederlo Gustavo Lenis e Iván Novella), la confrontación seguirá y más que por poder, es por dinero. Los clubes “taquilleros”, esos que suben el rating en televisión, “mueven el torniquete” y tienen altos gastos de funcionamiento, quieren privilegios que no tienen ahora, mientras los nuevos o “equipos de garaje” para algunos, con presupuestos bajos y el mismo poder de decisión de los grandes, pretenden que la repartición de utilidades siga igual.

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Apenas cuatro clubes (Júnior, Chicó, Barranquilla y Bucaramanga) aparentemente son imparciales y promueven la unidad, pero han tenido poco éxito en esa misión.

A la crisis institucional se sumó la financiera, que golpeó incluso a los patrocinadores, que anunciaron cese de pagos por la falta de competencias. BetPlay y Win Sports, empresas que financian en alto porcentaje los torneos de la Dimayor, solicitaron revisar contratos y cesaron sus pagos alegando que cumplieron con sus aportes hasta finales de mayo, pese a la falta de competencias y retribución publicitaria.

Tampoco funcionó finalmente el lucrativo plan B, el de los ingresos por los derechos internacionales de televisión, un acuerdo firmado en 2019 con Latin American Equity Sports, del fondo estadounidense Prudent Corporate Finance, que prometía ingresos por US$300 millones en 10 años, pero no significó ni un solo peso.

¿Hay ambiente para volver?

Mientras declaraciones y denuncias de lado y lado se multiplican en las redes sociales y los medios de comunicación, los equipos vuelven paulatinamente a los entrenamientos, ahora no solamente con la amenaza del COVID-19, pues se han registrado 65 casos positivos en los planteles tras la primera semana de pruebas, sino también con la incertidumbre que genera la polémica entre sus directivos.

Con discrepancias tan grandes y posiciones muy diferentes, no parece sencillo que en una reunión virtual puedan acordar el calendario y sistema de juego para el regreso. Las fuerzas de ambos bandos estás muy parejas y seguramente en los próximos días cada uno recurrirá a estrategias para llegar más fortalecido mientras la imagen del fútbol, esa que supuestamente representan, está cada vez peor.

Pero ellos son los dueños de los clubes, y así periodistas e hinchas imploren un cambio, este no ocurrirá. Con la conformación accionaria de los clubes colombianos es imposible que llegue gente nueva. En Europa, e incluso el sur del continente, las instituciones tienen decenas de miles de socios y la unión de los minoritarios puede generar alternativas. Aquí no. El poder está centralizado en pocas personas y esos accionistas tendrán que seguirse conformando con chicanear con el carné de “accionistas” e ir a las asambleas a lamentarse, porque no tienen ni voz ni voto.

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Esa es la diferencia entre el manejo de los clubes y el de la Dimayor. En los equipos mandan dos o tres personas y los demás obedecen. En la Dimayor pesan casi lo mismo las opiniones y, sobre todo, los votos de Nacional, Millonarios y América, que los de Tigres, Real Santander y Orsomarso.

Lo cierto es que los dirigentes del fútbol profesional están contra la pared. Su primer reto será encontrar a la persona que genere unidad y lidere el proceso de regreso a las competencias. Y entonces tendrán que implementar una estrategia para la recuperación económica, pues al menos 20 clubes están quebrados y sin recursos para cumplir con las obligaciones laborales, a pesar de que muchos suspendieron, cancelaron o modificaron temporalmente los contratos de sus empleados con el pretexto de la pandemia.

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