
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Estar inmersa en el mundo del fútbol era el sueño de Lindsay Camila, una ilusión que persiguió desde pequeña con el apoyo de su madre, quien le dio el regalo más grande: “La dejó ser ella misma”. Desde los 13 años inició su camino como futbolista en las calles de Campinas, cerca de São Paulo. Sus primos y vecinos eran los cómplices para alcanzar su meta.
Lea también: Gisela Robledo, la goleadora del futuro
Camila sabía que si quería ser futbolista profesional debía irse a Europa. En 2003 llegó a Portugal. Luego de pasar por España y de vestir los colores del Olympique de Lyon, una fractura en un tobillo la alejó de su carrera como lateral y central. Hoy es la primera entrenadora campeona de la Copa Libertadores Femenina, con un proceso corto y sorprendente. Tres meses le bastaron para encaminar a su equipo, Ferroviária, a la gloria.
Luego de la lesión, qué sucedió en su vida...
En Lyon, cuando tuve que parar de jugar, el entrenador me propuso empezar como entrenadora de la plantilla femenina sub 13, luego sub 14. Así fui buscando otro camino distinto al de jugadora. Pude entrenar sub 15 de hombres y después me fui al equipo nacional sub 17. Todo fue un poco rápido. He tenido mucha suerte.
Lea también: Marcela Gómez y el proceso del América femenino
¿Fue complicado llegar hasta donde está?
Definitivamente el recorrido no ha sido nada fácil, aunque siempre me levanto pensando en que lo que estoy haciendo lo hago porque lo amo y eso me da fuerza. Cuando llegué a Ferroviária, la gente no sabía de mi historia, no sabía que había trabajado en Europa, no conocían los equipos que había entrenado. Nadie creía en mí.
¿Por qué dice que no creían?
Cuando llegué, en el primer juego en la Libertadores no fue nada fácil, perdimos 4-0. Los periodistas de acá en la ciudad en la que estoy, Araraquara, del equipo de Ferroviária, empezaron a escribir muchas cosas malas, como que no conocía el fútbol, que era muy mala, que tenía que volver la entrenadora anterior. Hoy no soy la mejor directora técnica de Suramérica y tampoco en los primeros juegos era la peor.
Lea también: La historia de Katherine Tapia, la arquera del América
¿Qué impresión tenía del América de Cali, al que enfrentó en la final?
En la Libertadores nosotras no nos destacamos en velocidad, porque no hacía mucho que estábamos entrenando. Pero puedo decir que en la parte táctica nos manejamos bien. América había jugado un buen partido contra Corinthians en la semifinal y después cambió el esquema contra nosotras. A poco del final decía: “¡Vamos adelante contra un gran equipo”. Y le ganamos. ¡Wow! Es una película, es un cuento de hadas. Días después de la final intenté contratar a Gisela Robledo y Catalina Usme, porque son muy buenas, pero no quisieron venir.
La hegemonía brasileña es evidente en el fútbol femenino, nueve Libertadores de 12, ¿qué puede aprender Colombia?
Creo que la cultura futbolera en Brasil es muy grande y fuerte. Una cultura que se replica en la mayoría de países del continente, pero la diferencia está en que nosotras tenemos un torneo más largo, con varios participantes y tenemos canteras (equipo sub 14, sub 16, sub 17 y sub 18). Además contamos con recursos. Todos los países tienen dinero de la FIFA para el fútbol femenino, pero hay que saber lo que hacen con ese dinero. Hay que elegir. La mitad para el equipo nacional, que es muy importante, y la otra mitad para los torneos locales. Necesitamos buenos torneos para tener a mejores jugadoras.
Lea también: Joemar Guarecuco, una goleadora con bondad
Hoy las jugadoras de fútbol tienen un mayor número de referentes femeninos gracias a la visibilidad que ha adquirido el deporte. ¿Cómo lograr que el fútbol femenino deje de compararse con el masculino?
No conozco a todas las jugadoras de Colombia, pero ahora las más pequeñas pueden pensar en Yoreli Rincón, que ha jugado acá y es una referente. También las que han visto jugar a Catalina Usme en la final de la Libertadores dirán “yo quiero ser como ella”. Ahora tenemos ejemplos. Antes no se pasaban muchos partidos en la televisión, pero ahora tenemos más visibilidad, los torneos se pueden ver, las historias de las jugadoras se pueden conocer. Sin embargo, seguimos necesitando mucho más apoyo de los clubes de mujeres, necesitamos tener mujeres entrenadoras. Tengo mucha suerte porque en mi club la mayoría somos mujeres.
¿A quién le dedicó el triunfo?
A mi mamá, por todo lo que ha hecho, porque cuando yo quería jugar fútbol, me decía: “vete, ve a jugar”. Nunca hubo un no por parte de ella. Cuando gané la Libertadores, le dije: ‘mamá es para ti, muchas gracias por todo’ Y ella me contestó: “mira, yo no he hecho nada, tu siempre lo has hecho sola”.
Lea también: Los sueños y el vuelo de Natalia Giraldo
Desde que inició en su carrera como DT en 2016, ¿qué avances destacaría en el fútbol femenino?
El panorama es prometedor. Siento que ha ido mejorando, pero se necesita que se difunda más y que se le siga dando poder. Este año en Brasil vamos a tener tres entrenadoras, ya no seré solo yo. Voy a estar junto a la técnica del Santos y la entrenadora de un equipo que ha subido de categoría. Hay que seguir cambiando, porque estamos hablando de fútbol femenino y nos encontramos con un cuerpo técnico de hombres. Y cuando pensamos en el fútbol masculino no tenemos mujeres. Es algo que no comprendo. En Brasil nosotras estuvimos 40 años sin poder jugar fútbol. Se nos prohibió jugar fútbol. Es cierto que estamos un poco retrasadas de los hombres, pero ahora se está dando la oportunidad a las exjugadoras de hacer clases o cursos para ser entrenadoras.
¿Qué mensaje les manda a las mujeres del fútbol?
No importa lo que digan, si quieren hacer algo, háganlo. Y si hay miradas malas, si hay palabras o actitudes incómodas, perdón por lo que voy a decir, pero que se jodan. No importa lo que queramos hacer, podemos hacer de todo, porque somos muy decididas, así que hay que ir e intentarlo. Solo nosotras nos podemos parar a nosotras mismas.