Muriel, de la frustración a la felicidad con la selección de Colombia

En las opciones de ataque del combinado nacional, Luis Fernando siempre estuvo detrás de los demás delanteros. Aprendió, no se rindió y en la actualidad es uno de los primeros en la lista ofensiva de Queiroz. Estas son las luchas que ha tenido que vivir.

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Sebastián Arenas
12 de octubre de 2019 - 03:24 a. m.
Luis Fernando Muriel ha jugado 28 partidos con la selección colombiana de mayores. / AFP
Luis Fernando Muriel ha jugado 28 partidos con la selección colombiana de mayores. / AFP
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

“Los casos de Falca y de (Amaranto) Perea son estrictamente físicos. El de Lucho es muy triste también. Como jefe del cuerpo técnico digo que en estos dos años nos ha dado mucho y estamos convencidos de que es uno de los grandes jugadores del mundo, que tiene grandes condiciones y que, en esta oportunidad, ya por un tema estrictamente deportivo y una situación que el técnico debe resolver, es uno de los delanteros, dentro de los tantos buenos que tiene Colombia, que no va a poder estar en la Copa del Mundo”. Esas fueron las palabras con las que José Néstor Pékerman anunció que Luis Fernando Muriel se quedaba afuera de Brasil 2014.

(Carlos Queiroz: “Estamos en un camino de soluciones”)

Los ojos de Lucho apuntaron al piso de aquella sala de prensa en Buenos Aires, de la cual nunca tendrá un grato recuerdo. “Es un momento duro para todos. La verdad que estando aquí tan cerca sentí la ilusión de estar ahí y desafortunadamente en esta oportunidad no se me dio, no se me cumplió ese sueño, pero tengo mucho camino por recorrer y sé que más adelante lo podré cumplir”, manifestó el hombre que en Santo Tomás (Atlántico) vendió billetes de lotería para juntar el dinero que necesitaba para ir a los entrenamientos, esos que pensó abandonar a los trece años porque su técnico en las divisiones menores del Júnior le dijo que no iba a contar más con él.

“No más”, pensó Luis Fernando con respecto a su sueño de ser futbolista profesional. La pelota como diversión y la compañía de los amigos de la infancia eran lo único que le preocupaba. La preocupación de su padre era que desaprovechara su talento. Sabía que lo tenía y le sugirió al pequeño Lucho que lo pensara. Hizo caso y gracias a un contacto entre Agustín Garizábalo, veedor del Deportivo Cali en la costa Átlántica, y Álvaro Núñez, técnico de la Escuela Barranquillera, Luis Fernando Muriel Fruto llegó al club vallecaucano. Ahora solo debía enfocarse en rendir en la cantera verdiblanca. No más recorridos por Santo Tomás pidiéndoles a los vecinos que le compraran lotería, no más esconderse debajo de la cama cuando iban entrenadores a buscarlo y él se encontraba con los zapatos embarrados por jugar en la calle, lo cual tenía prohibido.

Y Muriel la rompió. Deleitó a los técnicos que tuvo en el Cali, con el que debutó profesionalmente en 2009, con apenas 17 años. Anotó goles en los que demostró su enorme calidad y rápidamente experimentó lo que anhelan todos los futbolistas: irse al balompié del Viejo Continente. “Aquí está lo que te prometí”, le dijo el representante Helmuth Wenning a Luis Fernando, al mismo tiempo que puso el contrato del Udinese sobre la mesa. “Ha sido de lo más bonito de mi vida. Llegar al fútbol europeo fue un sueño cumplido”, aseguró tiempo después el propio Muriel, a pesar de que el club italiano lo cedió al Granada de España. Regresó a Italia a jugar con el Lecce, en el que formó una amistad eterna con Juan Guillermo Cuadrado. “La comida colombiana me la hacía mi mamá, porque no sé cocinar. Ahora que no están voy a la casa de Cuadrado, que vive muy cerca con su madre, y como de lo nuestro”, contó en ese entonces.

(Lo que dijo Queiroz sobre la no convocatoria de James)

Tras una temporada colmada de risas, fútbol y recocha con Cuadrado en Lecce, Lucho, ahora sí, jugó con Udinese. Pasó por Sampdoria y Sevilla, y encontró la revancha cuando en la lista de la selección de Colombia para el Mundial de Rusia 2018 apareció su nombre. Esta vez, su mirada hacia el cielo, una sonrisa imborrable y un orgullo personal por ser consciente de que se convertiría en uno de los pocos seres humanos que pueden ser protagonistas en el evento más hermoso del balón. Actuó, anotó y, aunque la eliminación por penaltis ante Inglaterra lo amargó, la confianza se apoderó de él. Luego de haber luchado por un puesto con Duván Zapata, Carlos Bacca y Falcao, entre otros, Muriel se convirtió en una de las primeras opciones en el ataque del combinado nacional. Además, gracias a su desempeño en la Fiorentina, llegó a la ciudad de Bérgamo para lucir la camiseta del Atalanta, escuadra en la que comparte con Zapata, con quien cada día se entiende mejor dentro y fuera de la cancha.

Eso ya lo han demostrado con la selección. En el más reciente encuentro amistoso frente a Brasil, Muriel hizo dos tantos; uno de ellos, producto de su combinación con su compañero de club. La idea es afianzar esa dupla y que rinda en Atalanta y con Colombia. “Siempre va a ser una ventaja poder contar y jugar con él, en el club y en el combinado nacional”, advirtió Muriel, el futbolista que ahora es feliz en el equipo que dirige Carlos Queiroz. “Cada experiencia, el quedarme por fuera de partidos y de convocatorias, contribuyó muchísimo a mi crecimiento; hoy veo los frutos de tanto esfuerzo y perseverancia”.

@SebasArenas10 (sarenas@elespectador.com)

Por Sebastián Arenas

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.