Ronaldinho, el niño que perseguía a Ronaldo

En su infancia, el brasileño que triunfó en Barcelona padeció la muerte de su padre, disfrutó jugando a la pelota con su mascota y siguió los movimientos de su ídolo y tocayo.

Sebastián Arenas - @SebasArenas10
21 de marzo de 2020 - 02:01 p. m.
Ronaldo de Assis Moreira y Ronaldo Nazário, dos astros brasileños que dejaron un legado imborrable en el fútbol. / AFP
Ronaldo de Assis Moreira y Ronaldo Nazário, dos astros brasileños que dejaron un legado imborrable en el fútbol. / AFP

El ángel de los pies torcidos, así era conocido Mané Garrincha, quizás el mejor extremo derecho de la historia. En él pensaba Roberto Assis, un hombre que a pesar de tener una malformación en sus pies jugó profesionalmente con Gremio de Porto Alegre, el club del que era fanático su padre, Joao Silva, y en el que debutó su hermano menor, Ronaldo de Assis Moreira (Ronaldinho). 

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Joao fue un destacado futbolista aficionado que le lanzaba largos pelotazos al pequeño Ronaldo de Assis para que él aprendiera a controlar el más hermoso de los juguetes. El niño talentoso tenía como ídolo a un tocayo por el que aceptó ser llamado de otra manera. Se trata de Ronaldo Nazário, El Fenómeno, el que comenzó su carrera en Cruzeiro y cuando fue a jugar un partido en Porto Alegre fue asediado por Ronaldinho en un hotel en busca de un autógrafo.

Además de ser feliz con el autógrafo de Ronaldo, Ronaldinho lo era en la favela en la que creció. En la que sufrió la muerte de su padre -quien falleció de un ataque al corazón- y entendió que desde entonces debía obedecer a su hermano Roberto, un luchador que se hizo cargo de la economía del hogar y no permitió que las necesidades agobiaran a Ronaldinho.

El prodigioso diestro nunca perdió su enfoque: el profesionalismo. Por eso, mientras se destacaba en las categorías menores de Gremio, practicaba gambeteando los muebles de su casa y a su perro Bombón, un amigo que siempre lo acompañaba a las canchas y al jardín a jugar a la pelota. Tanto entrenamiento tuvo sus réditos y, antes de debutar con el club que amaba su padre, fue campeón y goleador del Mundial Sub 17, en 1997. Dos años después, cuando ya militaba en la primera del cuadro de Porto Alegre, se estrenó con la selección absoluta de Brasil en la Copa América, con un gol de videoteca.

Justo tras ese certamen continental que se celebró en Paraguay, la revista brasileña Placar realizó una encuesta para denominar al joven genio. Ganó el diminutivo Ronaldinho, acompañado de Gaúcho, por ser de Río Grande del Sur. Él, Ronaldinho; su ídolo, Ronaldo. Y así se juntaron para conquistar la Copa del Mundo de Corea y Japón 2002 y recibir las críticas en Alemania 2006.

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A Ronaldinho nunca le molestó estar a la sombra del crack que brilló en Inter de Milán y Real Madrid. Por el contrario, disfrutó los clásicos de España; sobre todo el de 2005 cuando salió aplaudido del Santiago Bernabéu luego de una exhibición, con la camiseta del Barcelona, que quedó para la eternidad. Al equipo blaugrana llegó como una promesa, en 2003, después de que su entrenador en París Saint Germain lo considerara “frágil e indisciplinado”.

Y en Barcelona se hizo leyenda. Pidió que le dijeran “Ronnie” y no tuvo problemas en dejarse ver en lugares públicos. Luego deleitaba en el césped del Camp Nou. Balón de Oro en 2005 y campeón de la Champions en 2006, Ronaldinho nunca ha dejado de divertirse con la pelota. Como escribió Juan Villoro en Balón Dividido, “prefiere jugar con la despreocupación de quien se entrena para un partido sin importancia o filma un documental sobre el Jogo bonito”. Por ahora, lo hace en una cárcel de Paraguay.

Por Sebastián Arenas - @SebasArenas10

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