"Tite" recuperó el prestigio del fútbol brasileño

Su carácter apacible y conciliador fue clave para ganarse la confianza del plantel y potencializarlo, luego de varios años de fracasos.

LUIS GUILLERMO ORDÓÑEZ
03 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.
 Tite es un hombre carismático y amable con los aficionados, sobre todo con los niños. / Efe
Tite es un hombre carismático y amable con los aficionados, sobre todo con los niños. / Efe
Foto: EFE - Sebastião Moreira

Luego del fracaso en el Mundial de 2014, en el que sufrió ante Alemania la peor derrota de su historia, y las decepcionantes participaciones en las Copas América de Chile 2015 y Estados Unidos 2016, Brasil era el hazmerreír del fútbol. Del famoso y encantador jogo bonito que se paseó triunfal en Suecia 1958, Chile 1962, México 1970, Estados Unidos 1994 y Corea-Japón 2002 ya no quedaba nada.

Desesperados, los dirigentes de la Confederación Brasileña de Fútbol, reunidos el 15 de junio de 2016 en el moderno edificio de su sede administrativa, en el exclusivo sector de Barra Tijuca, en Río de Janeiro, tomaron una decisión inesperada. Desistirían de seguir intentando contratar a Pep Guardiola como técnico de la selección nacional. El estratega español ya tenía contrato con el Manchester City y aunque era el candidato ideal para todos los presentes, en el país del fútbol no calaba la idea de tener a un timonel extranjero al frente de su tesoro más preciado: la canarinha.

Se propusieron varios nombres, pero ninguno generó reacciones positivas. Hasta que alguien insinuó que Adenor Leonardo Bacchi era el hombre indicado para sacar a la selección verdeamarilla de la crisis. Tite, replicaron algunos con incredulidad. Pero después de unos minutos de debate acordaron contactarlo. Su carácter apacible y conciliador llamaba la atención. No tanto su trayectoria como entrenador, que, sin embargo, no era nada discreta.

Su sí inmediato, sin vacilaciones ni titubeos, sin grandes exigencias a pesar del mal momento del scratch, convencieron a los dirigentes.

Manos a la obra

La afición, devastada por la derrota 7-1 en la semifinal de su Mundial, dos años atrás, bajo la batuta de Luiz Felipe Scolari; y dolida aún por las eliminaciones prematuras en dos Copas América con Dunga en el banquillo, recibió el nombramiento con paciencia. Tite fue un discreto volante mixto que jugó como profesional entre 1978 y 1989, cuando las constantes lesiones en su rodilla derecha lo obligaron a colgar los guayos con apenas 28 años de edad.

Como técnico comenzó en 1990 y dirigió varios equipos del estadio de Río Grande del Sur, antes de llegar al Gremio de Porto Alegre, su primer club grande. Estuvo después en Corinthians, Atlético Mineiro y Palmeiras. También pasó por el balompié de Emiratos Árabes.

Aunque había ganado 13 títulos, cinco de ellos internacionales, se creía que no tenía los suficientes méritos para ser el entrenador nacional.

Pero las dudas se despejaron muy pronto. Un par de reuniones bastaron para que los líderes de la selección le dieran el visto bueno. Viajó a España y habló con Marcelo y Neymar, les explicó su proyecto y los futbolistas lo respaldaron. Ya estaba acordado que el entonces 11 del Barcelona jugaría los Olímpicos de Río y Tite respetó esa decisión, gesto que agradó al capitán de la canarinha, quien días después de ganar el oro en casa, el único título que faltaba en las vitrinas de la CBF, le agradeció al entrenador siendo la figura en la victoria 3-0 en Quito, en la séptima jornada de la eliminatoria.

Después Brasil le ganó a Colombia, Bolivia, Venezuela, Argentina, Perú, Uruguay, Paraguay y Ecuador. Sumó nueve victorias en línea, 27 puntos, con 26 goles a favor y solamente dos en contra. Aseguró el tiquete a Rusia 2018 y el primer lugar de la eliminatoria. Y lo más importante, recuperó el prestigio del fútbol brasileño.

El secreto: no inventar

Las claves del éxito de Tite con la selección son sencillas: comenzó con un pequeño grupo de asesores (4), pero a medida que logró resultados exigió ampliarlo. Hoy tiene cerca de 25 personas en diferentes áreas: logística, médica, física, técnica y de comunicaciones. Él, personalmente, contrató a todos y cada uno de sus colaboradores, a quienes les encomienda funciones y les evalúa resultados.

Acordó con los jugadores utilizarlos en la selección, con contadas excepciones, en las mismas posiciones en las que actúan en sus clubes. Les explicó que su módulo preferido era el 4-1-4-1, el mismo que utilizaba Dunga, y que salvó situaciones de emergencia, no lo iba a cambiar. Eso sí, trabajó duro para que tuviera más y mejores variantes.

Se encargó de motivar al plantel y a su entorno, y aprovechó el éxito del equipo olímpico para limpiar la imagen de la selección ante los medios brasileños y la afición. Además, supo ser diplomático al reconocer en cada una de sus intervenciones que antes de su llegada había una base de trabajo importante, producto de la gestión de sus antecesores.

Mantuvo a Neymar como capitán y referente. Se apoyó en otros jugadores de experiencia, como Miranda, Marquinhos, Dani Alves, Marcelo, Casemiro y Philippe Coutinho, pero también les apostó a caras nuevas como Alisson en el arco, Paulinho, Renato Augusto, Roberto Firmino y Gabriel Jesús, quienes se consolidaron bajo su mando.

Falta camino por recorrer

A pesar de su éxito, Tite tiene los pies sobre la tierra. Sabe que la eliminatoria es un escalón rumbo a su gran desafío, Rusia 2018.De hecho, a pesar del respeto que se ha ganado, todavía no ha logrado enamorar a toda la afición. Los nostálgicos del jogo bonito, quienes añoran esas selecciones de los 70 y los 80, lo señalan de resultadista y lo acusan por darle prioridad al orden y la táctica sobre la fantasía.

Eso tiene algo de cierto, pero con Tite el scratch cada vez juega mejor, sin perder su solidez. Y eso precisamente es lo que preocupa a Colombia, que lo enfrentará el próximo martes, desde las 3:30 p.m. (Gol Caracol) en Barranquilla.

“Siempre es posible mejorar, sobre todo cuando hay jugadores como los nuestros. No veo que estemos en una zona de confort por haber clasificado ya, más bien lo veo como una zona de confirmación, una oportunidad para afianzar conceptos y un estilo antes del Mundial. Es normal que antes de eso entremos por momentos en niveles de concentración y competición más bajos”, admitió luego de la victoria del jueves ante Ecuador, tras la que perdió, para el duelo en el Metropolitano a Miranda por lesión y Marcelo por suspensión.

La familia consejera

Tite es un hombre tranquilo y respetuoso que pocas veces se sale de casillas. No tiene grandes amigos, pero sí se apoya mucho en su familia para tomar decisiones importantes. De fútbol habla con su madre, Ivone, y su hijo, Matheus, quien es uno de sus asistentes.

Con su esposa Rose comparte el gusto por la música y la buena comida, mientras que su hija Gabrielle es la consentida. “Quisiera tenerla a mi lado toda la vida”, admite. Con ellos, y su hermano Ademir, celebró sus éxitos más importantes, los títulos de la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes de 2012. Y con ellos espera compartir la experiencia de Rusia 2018, en donde presentará su verdadero examen, en donde espera la consagración definitiva.

Por LUIS GUILLERMO ORDÓÑEZ

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